Coraline y Saddam se dirigieron rápidamente a las afueras de la empresa en la que trabajaba su primera víctima. Derribarían una a una a las personas que participaron en esa atrocidad en contra de Astoria; sin embargo, los peces grandes se los dejarían exclusivamente a Marcus y a la víctima principal.—¿Qué debemos hacer? —cuestionó Saddam desabrochando su cinturón.—Haremos que el hombre se suba al auto, me haré pasar por su conductora. Le recordaré las cosas que hizo y en eso le llevarás comida a la familia del tipo en su nombre, harás que la mujer lo llame para agradecerle o los llamarás tú. Cuando esté lo suficientemente aterrado, lo llevaré al mar y ahí se volverá sireno —aclaró Coraline.—¡Esa es mi mujer! Eso es lo que me enamoró de ti.—No es tiempo de estar coqueteando, tenemos un trabajo por hacer —Se subió al auto que lo llevaría al fondo del mar.Hace bastante tiempo que Coraline no se emocionaba de esa forma. Con un beso se despidió de su esposo y condujo a la salida de es
Una gran carcajada resonó en el interior del vehículo, como respuesta a las pavadas que salían de la boca de ese hombre.—¿Acuerdo? Luego de que abusaras de esa pobre chica con más personas… ¿Tienes derecho a una negociación? ¿Acaso tienes aire en el cerebro?Apretó con fuerza la mandíbula, se aferraba al asiento e intentaba llegar a una solución pacífica y razonable con esa loca que conducía. —No fueron así las cosas… —murmuró, tratando de encontrar palabras para justificar sus acciones pasadas y desesperado por hallar algún modo de salvar la situación— Fue solo un malentendido, un error…—Aprovecha estos instantes que hablas con tu esposa, antes de que el veneno para ratas le haga efecto a ella y a tus retoños. Es más, deberías llamarlas y decirles que en realidad no eras el hombre con el que se casó, ella debería saber la clase de animal con la que dormía todas las noches.—¡No lastimes a mi familia! —rogó desesperado, luchando por mantener la calma mientras sentía cómo el miedo s
La luz del sol mañanero comenzaba a asomarse por las cortinas, inundando la sala de estar con tonos dorados. Marcus estaba en la cocina preparando café, mientras Astoria hojeaba su teléfono en silencio. Ambos se sentían inquietos desde la noche anterior, no solo por lo que pasó con Marcus, sino por el comportamiento extraño de Coraline y Saddam, quienes se habían marchado sin dar ninguna clase de detalle.De repente, el sonido del noticiero en la televisión interrumpió un poco la tensión que aún quedaba.—Última hora: El empresario Adrián Soria ha sido encontrado muerto esta madrugada. Su coche fue hallado sumergido en las aguas del puerto. Las autoridades creen que se trata de un suicidio —anunció la reportera con tono formal.El cuerpo de Astoria se tensó al instante y dejó caer su teléfono sobre uno de sus muslos. Marcus, que estaba sirviendo las tazas, se quedó congelado, como si un escalofrío lo recorriera por completo. Caminó hasta la sala, incapaz de apartar los ojos de la pant
Marcus miraba el reloj de la cocina con el ceño fruncido. Todo estaba puesto en su sitio: los platos, los cubiertos, la vela en el centro de la mesa… pero faltaba algo. Sabía que no era solo cuestión de organizar la mesa, sino de cómo sorprender realmente a Astoria. Y, en su desespero, solo había una persona a la que podía recurrir, aunque lo detestara: Saddam.Lo odiaba, no podía creer que estuviera cayendo tan bajo en su vida; sin embargo, era necesario, todo era necesario si era para ver a Astoria, feliz.Con una llamada rápida, un gruñido y murmullos a manera de quejas, Marcus se preparó mentalmente para lo que venía: Soportar las burlas de ese mafioso loco. Diez minutos después, el susodicho apareció en la puerta, cruzado de brazos y con una sonrisa burlona en el hocico.—¿Entonces? ¿Qué es tan urgente que me haces venir un viernes por la tarde? —preguntó Saddam, con tono sarcástico, como siempre—. Te recuerdo que he dejado a mi amada esposa, completamente sola en una habitación
Las horas pasaron y podría decirse que Marcus tenía casi todo preparado para recibir a Astoria. Esperaba que todo saliera a la perfección, pues era un momento especial con su chica.Mientras esperaba a que llegara, se sentó a la mesa, jugaba con sus manos al mismo tiempo que su mente jugueteaba con él. Su cabeza le hacía recordar las cosas que pasaron la noche anterior, la manera en la que Astoria reaccionó a su pregunta.❀『De regreso al pasado』❀Pov. Marcus—No podemos cambiar el pasado, Marcus. Por el contrario, podemos enfocarnos en el presente. Sé que no eres la misma persona que fuiste hace tiempo atrás, sé que no te enteraste de lo que pasó en su momento. Te odié, sí, lo hice más de lo que me hubiera gustado —confesó—, pero, después de todo, no es tu culpa, no los enviaste a ellos, no me metiste en una encrucijada, no supiste nada de eso.—Podría haberlo evitado —dije inconscientemente, como un reflejo que me culpaba por todo lo que ella tuvo que pasar.—¿Cómo? —soltó de repente
—¿Espacio? ¿Qué quieres decir con eso? —Sus palabras se atoraron en la garganta.Dejó pasar un trago grueso de saliva, pues, sentía que su respiración estaba fallando. Las dudas invadían su mente, pues, claramente lo que hizo no tenía perdón, ¿cierto? Ella solo aceptó el trabajo, era eso, no significaba que llegara a sentir de nuevo algo por él.Astoria jugueteó con el borde de su copa, evitaba su mirada, sus ojos estaban fijos en algún punto de la mesa, intentaba poner todos sus pensamientos en orden, no sonar brusca, ni pusilánime.Tomó una decisión, esa que era la mejor para ella, para ambos. Se rehusaba a volver a atravesar lo mismo, sin velar por lo que de verdad quería, lo que necesitaba para poder estar en paz consigo misma.—No es que no quiera estar contigo… pero después de todo lo que ha pasado, siento que es arriesgado seguir en esta casa. No me malinterpretes, no es por ti… —dijo rápidamente, viendo cómo él tensaba los hombros, estaba tieso como una roca—. Es solo que nece
El ruido de la puerta lo sacó de sus pensamientos. ¿Quién podría ser si era testigo de que Astoria se marchó? Con mala gana se dirigió a esta, para abrirla. Su gesto se frunce al ver a la persona.—¿Qué haces aquí? —se quejó dejándole pasar.—Antes estabas que casi me besabas las patas al verme, ¿y ahora actúas como si fuera un ser indeseable? —cuestionó Saddam con un tinte de falsa decepción en su voz mientras entraba a casa.—¿Qué haces aquí? —preguntó por segunda vez, casi obligándolo a responder, lo miró con mayor detenimiento, notando algo inusual—. ¿Qué es esa maleta que traes?El interrogado se dejó caer al sofá, poniendo los pies sobre la mesita. El bolso mencionado, también terminó siendo lanzado al piso, mientras Saddam hacía un gesto de desaprobación.—Me separaré de Coraline —dio con naturalidad.—¡¿Qué?! —soltó un chillido para nada varonil —¿Vas a hacer qué? —Se acercó como una vieja chismosa para poder sentarse a su lado, demostrándole que tenía toda su atención.—Nos s
El club estaba lleno de música y luces que parpadeaban. La gente bailaba y reía, ajena al peligro que los acechaba, bueno, no a ellos. En la esquina más oscura, donde las miradas se perdían en la oscuridad, Saddam y Coraline observaban a su presa. Alonso, el hombre que había adquirido las drogas para sedar a Astoria.Coraline lo observaba con una mirada fría, mientras que Saddam se sostenía en la barra con su característico aire de superioridad. Sabían que Alonso era la clave para llegar a Dimitri, y esta noche, él les daría todo lo que querían.—¿Estás listo? —preguntó Coraline en voz baja, sin apartar los ojos del desgraciado.—Nací listo y guapo, cariño —replicó Saddam con una sonrisa ladeada, tomando un último sorbo de su bebida antes de dejar el vaso sobre la barra—. Vamos a hacer que este tipo cante como un pajarito.Ambos se levantaron, abriéndose paso entre la multitud. El tiempo pasaba muy lento a medida que se acercaban a él, que estaba demasiado ocupado coqueteando con una