Samira se movió rápidamente detrás de él y lo observó mientras entraba a una habitación. Al detenerse en el umbral, se dio cuenta de que era el cuarto de Evangeline.Dentro, Evangeline estaba tan sorprendida como Samira lo había estado momentos antes. La joven no esperaba la visita del Alfa, sobre todo después de lo ocurrido. Su corazón dio un vuelco al verlo, llenándose de felicidad y emoción.—Alfa... —murmuró Evangeline, con la voz temblorosa, mientras una sonrisa se dibujaba en su rostro. Sus ojos brillaron de emoción, su corazón latió frenéticamente y una oleada de mariposas revolotearon en su estómago.Evangeline estaba completamente cautivada por Alister, enamorada hasta los huesos. Solo verlo en su puerta llenaba su interior de una explosión de fuegos artificiales.Sin embargo, esos fuegos artificiales se extinguieron en el mismo instante en que los ojos de Evangeline se encontraron con la fría mirada de Alister. El brillo de su rostro se desvaneció y una punzada de miedo reem
Evangeline se quedó completamente inmóvil al escuchar las acusaciones directas de Alister. No había titubeo en su voz ni espacio para dudas. No estaba preguntándole si era culpable, sino exigiéndole explicaciones, como si todo ya fuera un hecho. Evangeline se sintió abrumada mientras su mente era inundada de pensamientos, de posibles respuestas que podría darle al Alfa, pero ninguna le parecía lo suficientemente convincente. ¿Qué podía decirle en ese momento para persuadirlo de su inocencia?Herida en el cuello por el ataque en la casa del bosque, donde el compañero de Ricardo la había lastimado, Evangeline estaba debilitada y ahora enfrentaba acusaciones graves. Su mente se aceleró, buscando alguna salida, alguna estrategia para salir de esta situación. Una de las ideas que le cruzó por la cabeza fue apelar a la compasión del Alfa. Decidió intentar ese enfoque, creyendo que, de todas maneras, tenía cierta ventaja, debido a que Alister siempre había confiado en ella.Hizo un esfuerzo
Alister se mantuvo firme, con los ojos colmados de desilusión y cólera mientras observaba a Evangeline, que temblaba frente a él. La habitación estaba cargada de una presión insoportable y el aire parecía volverse más pesado con cada palabra pronunciada.—Por favor, Alfa, no me haga esto —imploró Evangeline, dando un paso hacia él, acercándose tanto que casi podía tocarlo—. Por favor, confíe en mí. Usted me conoce, sabe que yo nunca haría algo así.Alister la miró con una expresión dura, sin rastro de la calidez que alguna vez compartieron. —Ya no puedo confiar en ti —soltó con una frialdad que atravesó el pecho de Evangeline como una daga, haciendo que su corazón se estremeciera de dolor.Evangeline sintió como si el mundo fuese a desmoronarse bajo sus pies. Las lágrimas rodaban por sus mejillas y no podía detenerlas. Su voz estaba quebrada debido a su llanto, y a pesar de todas las lágrimas derramadas, no podía deshacerse del nudo de angustia que se había formado en su garganta, el
Después de unos minutos de incómodo silencio -aunque se podía escuchar claramente el llanto de Evangeline-, Yimar llegó a la habitación de su hija. Estaba confundido, ya que una sirvienta había ido a buscarlo, diciéndole que el Alfa quería verlo urgentemente y que se encontraba en el cuarto de su hija.Al llegar, se encontró con una escena tensa y caótica, en la que Evangeline estaba llorando desconsoladamente, temblando y visiblemente angustiada.—Alfa, ¿me ha mandado llamar? —cuestionó Yimar con un tono respetuoso, pero algo cauteloso—. ¿Puedo preguntar qué... está sucediendo? —agregó, refiriéndose al hecho de que su hija lloraba a mares y sin reservas.Alister, quien había estado manejando la situación con dureza, respondió de inmediato.—Quiero que traigas a Ofelia aquí, y lo hagas ahora mismo.Sin dudarlo, Yimar asintió.—Por supuesto, lo haré enseguida —echó una última mirada a su hija, para luego retirarse brevemente.Evangeline, al escuchar el nombre de Ofelia, se quedó petrif
Alister hirvió de ira. La furia le recorrió el cuerpo al pensar en todo lo que Evangeline había hecho, pero estaba reacia a aceptar su culpa. En el fondo esperaba que pudiera mostrar algo de arrepentimiento, alguna pizca de humanidad. Después de todo, habían sido una familia durante tanto tiempo, entonces para él era muy importante que ella se hiciera responsable de sus actos.Sin embargo, todo indicaba que el alma de Evangeline estaba corrompida, podrida, incapaz de sentir remordimiento. Su corazón estaba sellado al arrepentimiento y esto hacía que Alister se enfureciera aún más.—¡Ofelia! —vociferó, agarrando a la mujer del brazo y empujándola delante de Yimar—. Díselo todo. Te exijo que le cuentes la verdad, cada detalle de lo que sabes, todo lo que Evangeline ha hecho y lo que tú también hiciste. ¡Habla ahora!Ofelia, sorprendida por la brutalidad del gesto, parpadeó con los ojos muy abiertos. Yimar la miró expectante, aún procesando lo que estaba ocurriendo.—Ofelia —dijo él con
Yimar sentía que cada acusación hacia su hija lo destrozaba. Aquella verdad iba desmantelando el mundo que con tanto esfuerzo y cuidado había procurado construir. Su mente se sumergió en una vorágine de recuerdos, cada momento que había pasado junto a Evangeline, cada sonrisa y cada gesto de cariño, pasaron rápidamente por su memoria. Recordó las noches en las que la acunaba en sus brazos cuando era apenas una cachorra. Recordó las veces que ella corría hacia él, con una sonrisa radiante, buscando su aprobación. Todo eso parecía tan distante ahora, como un sueño que se desvanecía en la niebla. El dolor que sentía en su corazón era indescriptible, una mezcla de traición, desesperanza y una tristeza tan profunda que sentía que lo consumiría por completo. «¡No! ¡No puede ser!» gritó en su interior, pero las palabras no salieron de su boca. Su garganta se cerró, sofocando cualquier intento de expresar la negación que ardía dentro de él. Era imposible, completamente impensable que Evange
—Ofelia te ha mencionado algunas cosas que ha hecho tu hija —agregó Alister—. Pero no se ha terminado. Hay más.Yimar, con una expresión perturbada, lo miró ofuscado.—¿Cómo que hay más, Alfa? —cuestionó, sumamente angustiado. No sabía si sería capaz de soportar más acusaciones graves.—Lamentablemente, así es —Alister tomó aire, como si las palabras pesaran en su lengua—. Aparte de lo que ya te ha dicho Ofelia, debo informarte que Evangeline tiene una conexión con el Clan Abyss.El semblante de Yimar demostró escepticismo y su cuerpo se tensó.—No... No... Por favor, Alfa, no diga eso. ¿Cómo puede creer algo así? ¿Cómo puede pensar que Evangeline sería capaz de...? —de pronto, se detuvo. Las palabras quedaron atrapadas en su garganta. El conflicto interno empezó a reflejarse en sus ojos, pues ya no sabía si tenía fuerzas para seguir defendiéndola. Alister, con un semblante afligido, lo miró con pena, pero mantuvo la firmeza.—Lo lamento mucho, Yimar, pero es la verdad. Evangeline es
Yimar aún se encontraba sentado en una silla, incapaz de procesar completamente lo que estaba ocurriendo frente a él. Las palabras flotaban en su mente, cada una golpeándolo como un puñetazo en el estómago. Su hija, su amada Evangeline, ¿cómo era posible que ella estuviera involucrada en todo aquello? El dolor se reflejaba en cada línea de su rostro, en la rigidez de su postura, en la manera en que sus puños se cerraban con impotencia. Sentía el peso de una traición que jamás imaginó cargar.Con un nudo en la garganta, sus ojos se desviaron hacia Ofelia. Una mujer en la que había confiado plenamente, a quien había entregado el cuidado y la formación de su hija cada vez que él no podía hacerlo. Pero ahora, mientras la miraba, esa confianza se desmoronaba ante él como un castillo de arena arrasado por una ola devastadora. Su semblante, antes duro y estoico, ahora estaba lleno de una tristeza abrumadora. El dolor era demasiado para ocultarlo. Era imposible seguir siendo fuerte cuando tod