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Al abrir la puerta y encontrarse con Sara, tía, Alina sintió como si se le hubiera quitado un peso de encima; pensó para sí misma que rezar diez veces, a veces funcionaba una vez; no pudo evitar mostrar una dulce sonrisa a Sara.

Eloise, la abuela, no le gustaba quedarse encerrada en su habitación durante el día; prefería sentarse en el sofá del salón; a veces tumbada, a veces sentada; miraba la televisión sin hacer nada; estos días su espalda estaba un poco mejor; también regaba las macetas que había comprado hace poco; en esta tarde, estaba sentada en el sofá con las piernas cruzadas, llevaba puestas sus gafas de lectura; y cosía algo con atención.

Sara rápidamente dejó entrar a Alina y la ayudó a poner la cesta de frutas en la mesa.

——¡Alina, eres demasiado educada! ¿Para qué traes una cesta de fru

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