Desperté al día siguiente, con el ánimo por las nubes. Estaba ansiosa por ir a ver a Apolo y decirle que sabía sobre su dinero repartido por el mundo. Me levanté, me vestí y desayuné con una sonrisa en el rostro. Antes de salir de casa, le di un beso en la frente a Milly y a Henry mientras seguían sentados en la isla de la cocina. Ellos no sabían lo que yo iba a hacer ese día y tampoco les quise contar. De seguro me iban a regañar.—Queridos padres, les deseo un excelente día— les dije sonriente.—Cariño, alguien se levantó de muy buen humor hoy— le dijo Henry a Milly curioso.—Sí, adivinen quién… ¡Yo! — les dije sonriente. Me despedí de ellos y salí de la casa.Esa mañana, estaba tan ansiosa que ni siquiera había recordado darle los buenos días a Máximo. Estaba en la oficina firmando unos papeles y mirando la hora a cada rato en el reloj de la pared, mientras esperaba a los abogados, quienes a las nueve de la mañana pasarían por mí. Eran las ocho con cincuenta minutos cuando Lucía en
Los abogados sabían en qué piso trabajaba Apolo, por lo que subimos directamente al lugar. En la recepción, pedimos hablar con él. La chica que nos atendió fue muy amable, llamó por teléfono a alguien y preguntó quién lo buscaba. “Ivanna Brown, él sabe quién soy” le contesté a la chica. A los minutos después, nos hicieron pasar a una sala de reuniones. Estuvimos esperando eternos cinco minutos. El idiota se había atrevido a hacernos esperar. Eso no se lo iba a dejar pasar por alto. Al rato, se abrió la puerta de entrada, e ingresó Apolo con cinco hombres más y Natasha. Se había atrevido a llevar a sus abogados, porque a uno de los tipos, lo conocía de antes.—Vaya, me tienes tanto miedo, Apolo, que trajiste a tus abogados. ¿Cómo has estado, Adonis? — le pregunté al abogado que conocía.—Ivanna, tanto tiempo— me contestó él seriamente.—Pensé que estabas en unas eternas vacaciones en España, desde donde no debiste haber vuelto— le dije seria.—Yo…— carraspeó —Yo, decidí volver— fue lo
Volví a la oficina después de las tres de la tarde. Máximo no me quería dejar volver, pero le dije que tenía otro asunto qué resolver. Que le contaría todo, pero después que lo tuviese resuelto y que esto realmente era importante. Solo porque le dije que después le contaría, me dejó ir. Era muy chismoso, eso me causaba mucha gracia.Cuando Máximo me fue a dejar a la oficina, en el camino les envié un mensaje a los abogados, para que, a las tres con treinta minutos de la tarde, fueran a mi oficina, pero antes, debían ir a buscar a unas personas. Sería una reunión rápida, porque yo solo diría lo que debía decir y nada más. A las tres de la tarde, me senté en mi escritorio y revisé con atención, el sobre que los abogados me habían entregado con anterioridad. Tuve media hora para digerir la información que había ahí. Estaba demasiado sorprendida, pero a la vez, me sentía tranquila, porque iba a poder limpiar el nombre del hombre al que había amado durante siete hermosos años. Cuando me se
Las semanas siguientes, fueron muy noticiosas en la ciudad. Apolo recibió una condena de diez años en la cárcel, sin beneficios carcelarios y sin poder salir antes por buena conducta. Debía muchísimo dinero al fisco y le embargaron hasta la ropa interior. Natasha recibió seis años de cárcel por ser cómplice y por permitir que todo estuviese a su nombre. Se comprobó que ella solo había autorizado a su padre a utilizar su nombre, pero nunca hizo uso de ese dinero. Aun así, el juez la encontró culpable y la envió a la cárcel. Adonis recibió quince años de cárcel, por estafa reiterada y por haber inculpado a su socio, cuando él había sido el cerebro de la operación. Las personas que habían sido estafadas por Adonis hace tres años atrás, cuando se enteraron de que lo habían detenido, movieron todo su dinero y sus influencias, para realizar una demanda colectiva y así tratar de recuperar su dinero. Adonis sufrió el embargo de todo, absolutamente todo su dinero y sus bienes, y las víctimas l
Cuando terminamos de limpiar, decidí ir a sentarme a tomar un poco de sol en la terraza. Me gustaba la vista que había ahí. El prado extenso y las montañas a lo lejos me daban una sensación de tranquilidad que me gustaba mucho. Con Arthur nos sentábamos durante horas a ver ese paisaje en las tardes de verano. La brisa fresca de la tarde de aquel clima era refrescante. A veces cenábamos en la terraza todos juntos y nos quedábamos hasta tarde conversando y riendo de todo un poco. Extrañaba esas jornadas. Extrañaba muchas cosas que hacía con Arthur, sobre todo hoy, que había decidido ir a verlo a su tumba. Pero al menos, ya no lo extrañaba con tristeza. Si me acordaba de él, no lloraba como en aquellos meses en que había estado mal. Ahora solo lo extrañaba. No sabía cómo explicarlo.Estaba sentada admirando el paisaje y había cerrado los ojos para escuchar el viento y a los pájaros, cuando Máximo apareció. Se sentó a mi lado, en la otra silla y respiró profundo, llenando sus pulmones.—M
Cuando el sol comenzó a esconderse en la tarde, decidimos detenernos y pedir algo para comer. Personalmente, no era fanática de la pizza, porque como era intolerante a la lactosa, no podía comer nada que tuviese queso. Pero Máximo pidió una pizza vegana para mí y una normal para él y ese detalle me sorprendió. Yo jamás le había contado sobre ese pequeño detalle.— ¿Cómo sabes que no como pizza normal?—No te diré nada— me dijo riéndose de mí.—Quieres guerra ¿eh? — me lancé sobre Máximo y comencé a hacerle cosquillas en su cuerpo. Terminamos cayendo al suelo, porque estábamos sentados en el sillón, esperando la comida.—Basta… por favor… ¡Mi amor! — me decía Máximo desesperado y riéndose.—No, hasta que me cuentes de dónde sabes esa información, es clasificada— le dije haciéndole más cosquillas.—No… puedo… respirar— me contestó — ¡Está bien! — me dijo, lo solté y me senté a su lado en el suelo.—Muy bien, dime todo, si no, te haré más cosquillas— le dije jugando con él.—Está bien, e
La semana siguiente, había sido caótica en la oficina, tanto para Máximo como para mí. Teníamos muchas cosas que hacer y que dejar listas, porque el viernes habíamos quedado de acuerdo con Milly y Henry, para ir a dejarlos al aeropuerto después de la hora de almuerzo. Por lo tanto, debíamos dejar todos los pendientes resueltos durante esa semana.Por otro lado, le había pedido a Máximo que se quedara en casa conmigo. Él estaba muy emocionado, porque siempre había querido dormir conmigo en mi habitación. Milly y Henry se irían por un mes de viaje, tiempo suficiente para Máximo y para mí. Teníamos un mes para nosotros solos en esa casa. Había pensado, una vez que mis padres se fueran de viaje, darle vacaciones a todo el personal de la casa, sin excepciones. Quería estar sola con Máximo durante todo ese mes. Pero hasta que ellos no se fueran, no lo podía hacer, porque mi madre no me lo hubiese permitido, por el solo hecho de que, para ella, la casa siempre debía ser mantenida y cuidada p
Cuando terminé de sacar toda la ropa de Arthur, dejándola en la habitación de al lado encima de la cama, volví a la mía, tomé la maleta de Máximo y la llevé hasta el armario. Me agaché en el suelo, abrí la maleta y comencé a sacar su ropa. Había llevado solo ropa casual en la maleta y sus artículos de aseo personal.— ¿Qué haces? — me preguntó desde el umbral de la puerta.— ¿Qué no ves? — le contesté mientras guardaba su ropa en los compartimientos que ahora estaban vacíos — ¿Por qué no trajiste tus trajes de vestir? — le pregunté seria mientras seguía guardando su ropa.—Sí los traje, están en mi auto— me contestó de la misma forma.—Tráelos— le respondí. Él salió de mi habitación y me dejó sola ahí. Me detuve por un momento y ni siquiera entendía por qué estaba un poco molesta. No podía ser una maldita con él, mucho menos si había sido yo la que le había dicho que se quedara conmigo durante ese mes en mi casa.Cuando Máximo volvió a la habitación, traía su ropa envuelta en portatra