Esa noche me acosté feliz y satisfecha. Me negaba a volver a ser esa Ivanna que había estado deprimida y depresiva tanto tiempo. Esta nueva etapa en mi vida me tenía ansiosa, pero a la vez contenta. Quería vivir el amor de pareja nuevamente, ese amor que era cómplice, que era puro y real. Llevaba unos quince minutos recordando lo que había sido esta semana, recordando los besos y las caricias de Máximo, cómo me había hecho el amor suave y salvajemente, cómo nos compenetrábamos juntos, cuando sonó mi teléfono. Era una llamada de Máximo. Ahora que lo pensaba, jamás nos habíamos llamado, solo nos habíamos enviado mensajes de texto. Me acomodé en la cama y contesté.— ¿Ya me extrañas, mi amor? — le dije apenas contesté la llamada.—Ya lo sabes— me dijo. Su voz sonaba ronca y demasiado seductora a través del teléfono.— ¡Oh por dios! ¿Te has escuchado? — le pregunté y él se puso a reír.— ¿Por qué? — me respondió.—Tu voz suena demasiado seductora ¿Ni siquiera has escuchado las notas de vo
Me desperté a las seis con treinta minutos, cuando sonó la alarma de mi teléfono. Estaba muy cansada, porque solo había dormido unas cinco horas. Lo de Máximo me había estresado demasiado, pero debía levantarme igual y cumplir con mis obligaciones. Ya había estado ausente siete días y eso, por el momento, había sido suficiente. Me metí a la ducha inmediatamente, porque si seguía en la cama acostada, me iba a volver a dormir. Ese día tenía muchas cosas qué hacer y entre ellas, estaba hacerle una visita a Apolo.Cuando estuve lista en la ducha, me fui al armario. Como debía visitar a Apolo, decidí vestirme adecuadamente para la ocasión. Un traje en color negro completamente me daría la imagen que yo necesitaba ese día, junto a un aire de maldad y venganza. No le haría daño físico, claramente, pero sí lo quería asustar mencionándole los contactos de los que yo gozaba en el mundo empresarial. Cuando estuve lista para comenzar el día, me miré por última vez en el espejo de pie, que había e
La mañana pasó rápido. A las doce del día y no sé por qué motivo, mientras estaba leyendo unos papeles que debía firmar, recordé el pensamiento que había tenido en mi encuentro con Máximo durante la mañana. Volví a imaginarme a otras mujeres, en su oficina, mirándolo descaradamente, usando faldas demasiado cortas, siendo coquetas con él. No sabía qué me pasaba, porque con Arthur solo sentí celos una vez, cuando recién comenzamos a salir juntos. Luego de eso, me sentía tan segura de la relación que teníamos, que me daba igual si alguna otra mujer lo miraba. Después de analizarlo unos minutos, llegué a esa conclusión, que yo no me sentía segura aún. Pero me calmé, pensando en que era muy pronto aún para pensar en que Máximo podría serme infiel. Después de todo, recién llevábamos un par de días como novios. Miré el reloj de la pared de mi oficina y ya eran las doce con quince minutos. Llamé a Lucía al teléfono y le pregunté si teníamos alguna reunión en ese momento.—Tienes una reunión a
Caminé hacia donde me indicó Mercedes y llegué al escritorio de la tal Susan. Mientras me iba acercando, la tal Susan se levantó de su asiento para ir a buscar unos papeles a un mueble que había cerca de su escritorio. Era alta, misma altura que yo, según pude ver, rubia, delgada y con un maquillaje excesivo, pero que la hacía ver guapa. Se veía mucho más joven que yo. No lo podía negar, la chica era estupenda, pero su mirada y su presencia, me dieron muy mala espina en aquel momento. Estaba segura de que esa chica, me causaría problemas en un futuro. Lo sentía en mis entrañas. Vestía una falda demasiado corta para utilizar en una oficina. Juraría que se le veía todo cuando se sentaba, y su camisa estaba demasiado ajustada, dejando casi nada a la imaginación de las personas. Cuando llegué hasta su escritorio la saludé cordialmente. Quería ver su carácter y esperaba equivocarme con ella.—Buenas tardes, Susan— la chica me quedó mirando y enarcó una ceja, cosa que me desagradó inmediata
Conduje hasta la oficina y cuando estacioné el auto, comencé a sentir que me iba a dar una crisis de pánico. Definitivamente, esa pelea había sido demasiado para mí. Comencé a cuestionarme si estaba haciendo lo correcto al haber comenzado una relación amorosa tan pronto. Traté de calmarme, pero ya era demasiado tarde. Mis lágrimas caían por mis mejillas y me costaba respirar. Quería salir del auto, pero estaba tan nerviosa y desconectada con mi mente, que no sabía por dónde salir. Estaba desesperada tratando de recuperar la cordura, cuando abrieron la puerta del auto, por el lado del conductor. Alguien me ayudó a salir del auto y me recostó en el suelo. Me abrió un poco la camisa y comenzó a hablarme. Yo no entendía nada y no podía ver el rostro de la persona. A los segundos después, que para mí fueron eternos minutos, comencé a recuperar la respiración, solo ahí logré escuchar que la persona me decía “respira, llena tus pulmones, por favor”. Cuando mi respiración volvió completamente
El resto de la tarde, me la pasé entre la comida que había pedido, papeles y reuniones que había reprogramado antes de viajar con Máximo. Estaba agotada y solo quería llegar a mi casa y acostarme. A las seis con treinta minutos, estaba lista para partir a casa. Me despedí de Lucía y cada una caminó hacia su auto. Cuando me estaba colocando el cinturón de seguridad, recibí un mensaje de Máximo en el teléfono, que decía “Te espero en quince minutos en mi departamento”. Pensé que esa tarde no nos veríamos, pero estaba equivocada. Por muy cansada que estuviese, no verlo, jamás sería una opción. Así que, me animé y conduje hasta su departamento. Cuando llegué, subí por el ascensor hasta el último piso y toqué el timbre de su puerta. Máximo estaba con la mitad de su traje puesto aún, se había sacado la chaqueta y la corbata, y tenía la camisa desabotonada. Era un maldito dios griego. Me lancé a sus brazos y lo besé.—Ey, yo también te extrañé— me dijo él cuando cortó el beso. Yo solo le son
Desperté al día siguiente, con el ánimo por las nubes. Estaba ansiosa por ir a ver a Apolo y decirle que sabía sobre su dinero repartido por el mundo. Me levanté, me vestí y desayuné con una sonrisa en el rostro. Antes de salir de casa, le di un beso en la frente a Milly y a Henry mientras seguían sentados en la isla de la cocina. Ellos no sabían lo que yo iba a hacer ese día y tampoco les quise contar. De seguro me iban a regañar.—Queridos padres, les deseo un excelente día— les dije sonriente.—Cariño, alguien se levantó de muy buen humor hoy— le dijo Henry a Milly curioso.—Sí, adivinen quién… ¡Yo! — les dije sonriente. Me despedí de ellos y salí de la casa.Esa mañana, estaba tan ansiosa que ni siquiera había recordado darle los buenos días a Máximo. Estaba en la oficina firmando unos papeles y mirando la hora a cada rato en el reloj de la pared, mientras esperaba a los abogados, quienes a las nueve de la mañana pasarían por mí. Eran las ocho con cincuenta minutos cuando Lucía en
Los abogados sabían en qué piso trabajaba Apolo, por lo que subimos directamente al lugar. En la recepción, pedimos hablar con él. La chica que nos atendió fue muy amable, llamó por teléfono a alguien y preguntó quién lo buscaba. “Ivanna Brown, él sabe quién soy” le contesté a la chica. A los minutos después, nos hicieron pasar a una sala de reuniones. Estuvimos esperando eternos cinco minutos. El idiota se había atrevido a hacernos esperar. Eso no se lo iba a dejar pasar por alto. Al rato, se abrió la puerta de entrada, e ingresó Apolo con cinco hombres más y Natasha. Se había atrevido a llevar a sus abogados, porque a uno de los tipos, lo conocía de antes.—Vaya, me tienes tanto miedo, Apolo, que trajiste a tus abogados. ¿Cómo has estado, Adonis? — le pregunté al abogado que conocía.—Ivanna, tanto tiempo— me contestó él seriamente.—Pensé que estabas en unas eternas vacaciones en España, desde donde no debiste haber vuelto— le dije seria.—Yo…— carraspeó —Yo, decidí volver— fue lo