Después de hablar con Antonio durante una hora por teléfono, la muerte del Grupo Márquez ya estaba decidido. Antonio dijo que regresaría por la mañana, y solo entonces Sofía colgó el teléfono satisfecha. —El Grupo Márquez... —murmuró para sí misma. Luego dijo —Después del Grupo Márquez, ¿qué debería hacer con Lucía?Lo pensó un poco, pero acabó diciendo :—Olvida eso, déjalo en manos de la policía. Sería una buena elección que pase el resto de su vida en la cárcel.En ese momento, sonó el timbre de la puerta. Sofía, en pijama, fue a abrir la puerta. Su rostro se oscureció al ver a Julio. Se preparó para cerrar la puerta, pero el hombre fue más rápido que ella, bloqueó la y entró a la vivienda. —Julio, entrar sin permiso en una propiedad privada también es un delito —le recordó ella apretando los dientes y con ganas de echarlo a patadas. Julio, sin embargo, no parecía preocupado en absoluto y dijo con indiferencia:—Entonces, llama a la policía. Sofía inhaló profundamente. Una furi
—Hace una hora, Lucía ha tomado un avión al extranjero —dijo Julio lentamente. Observaba la ira que se manifestaba en el rostro de Sofía y se sentía impotente en su interior.Él no quería llegar a este punto en su relación con Sofía, pero no podía dejar de proteger a Lucía.Sofía realmente había enfurecido y, en un abrir y cerrar de ojos, comenzó a atacar a Julio:—¡Julio, te estás buscando la muerte!Julio parpadeó y la esquivó con rapidez.—Primero, cálmate...Antes de que Julio pudiera terminar de hablar, Sofía volvió a atacar, cada vez con más furia, sin mostrar ni un ápice de compasión. ¿Calmarse? No podía estar tranquila en este momento.En la pequeña sala de estar, los dos se enfrentaron. Por supuesto, Julio evitaba la mayoría de los ataques y no respondía directamente a Sofía. Diez minutos después, Sofía ya estaba agotada, pero Julio seguía tranquilo y relajado. De pronto, Sofía dejó de atacar. Se arregló su cabello con calma y luego dijo:—No esperaba que fueras tan hábil.Des
Julio había sido expulsado de la casa por Sofía. Parado frente a la puerta cerrada, también se sintió impotente. Suspiró y se dio la vuelta para marcharse.En la sala de estar, Sofía tenía el ceño fruncido, sus dedos golpeaban el teclado de la computadora sin cesar. Pronto toda la información de la familia Navarra se presentó ante ella. Miró los datos con expresión grave. Como había dicho Julio, la familia Navarra y la familia Márquez no estaban en el mismo nivel, no sería fácil enfrentarse a ellos. Sin embargo, ella no se rendiría. Fuese quien fuse el que se atreviera a atacarla, Sofía estaría preparade para la venganza.*En la mansión de la familia Navarra, Vicente volvió a llamar a su padre:—Papá, ¿qué quiere hacer Julio?—¿Cómo iba a saber yo que esa mujer tenía algo que ver con él? —murmuró Vicente, luego dijo—: Además, no hice nada con esa mujer.—Vale, vale. Ve y pregúntale qué quiere hacer antes de que me vuelva loco.Después de colgar el teléfono, Vicente pensó un momento y
El coche salió del aeropuerto. No muy lejos, Vicente también había recibido a Daniela. Señaló en la dirección en la que Sofía y los demás se iban y dijo:—Esa es la mujer.—Parece tener cierto atractivo —asintió Daniela.—He investigado un poco, es médica en el Hospital de Guadalajara y dicen que es bastante talentosa. —Vicente se encogió de hombros, aparentando desinterés.Daniela se sorprendió un poco.—Oh, así que no es solo una cara bonita.De hecho, pensándolo bien, ¿cómo podría Julio estar interesado en alguien que solo es una cara bonita? Vicente conducía mientras decía ansioso:—Julio despidió al personal de seguridad de la mansión esta mañana. Parece que no tiene intención de seguir restringiéndome.Aunque esto debería ser algo bueno, tenía una sensación de inquietud. Por eso en cuanto tuvo la oportunidad de salir, fue al aeropuerto a recoger a Daniela.—Él está planeando actuar contra la familia Navarra. —Daniela miraba su teléfono, donde las acciones del Grupo Navarra habían
En el Grupo César. Julio y Alejandro estaban en el despacho.—Señor César, las acciones del Grupo Navarra han alcanzado el precio límite —Alejandro le entregó a Julio una tableta. Julio le echó un vistazo y asintió satisfecho—. No dejes de vigilar. Sea cual sea el proyecto que persiguen, yo también lo quiero. —Sí, señor César —Alejandro asintió y se quedó pensativo, rezando por el Grupo Navarra, cuyos propietarios estaban en apuros después de que Vicente ofendiera a Julio. Quiso seguir hablando, pero lo interrumpió un golpe en la puerta. Abrió la puerta y se sorprendió al notar de quien se trataba. —¡Señorita Navarra!—Cuánto tiempo, Alejandro —ella le sonrió y preguntó: —¿Está Julio? —Sí, está—Alejandro se dio la vuelta para lanzar una mirada a Julio. Daniela entró en el despacho con una sonrisa que le recorría toda la cara mientras miraba al hombre que estaba detrás de la mesa. Hacía tiempo que no se veían, pero Julio seguía tan guapo como siempre. —Julio—lo llamó. Él f
A Daniela, Julio le resultaba desconocido. Dos años fuera de su país, y se sentía como si se hubiera ido durante una década. Apenas podía reconocer al hombre que tenía delante.—Le diré que te pida disculpas en persona y que te prometa que no volverá a hacerlo—le ofreció desesperada al darse cuenta de que a Julio no se le pasaría. Aun así, él se negó a aceptar la sugerencia y dijo: —No debería disculparse conmigo.La expresión de ella se congeló de incredulidad. —¿Me estás diciendo que debe disculparse con esa mujer?—¿No debería ser así?—cuestionó con una expresión fría y tono gélido. Daniela pensó que Sofía no merecía ese trato y estuvo a punto de decir lo que pensaba, pero se contuvo. Sea lo que sea que pasaba por la mente de Julio, estaba claro que la mujer le importaba mucho, y ella no podía caerle mal.Tras un breve silencio, asintió. —Debería. Haré que venga a disculparse. Pero y ella...—Se lo comunicaré. Depende de ella aceptar o no las disculpas—Julio dijo esto mientras s
Julio dejó de mirar por la ventana, pero no contestó de inmediato. —Daniela, ¿qué crees que es el amor?—preguntó de repente. No tenía nada que ver con su pregunta. Sorprendida, lo miró con incredulidad. —¿La amas?—No lo sé—respondió Julio, negando con la cabeza. Realmente no lo sabía—Al principio sólo sentía curiosidad por ella. Pero después... Ni siquiera sé qué está pasando ahora. Con una taza de café en la mano, le habló despacio. Sin embargo, cada palabra aterrizaba con fuerza en el corazón de Daniela, atravesándolo como cuchillos. Daniela tardó mucho en responder. Reprimiendo su dolor, finalmente contestó: —Me dijiste antes que no crees en el amor y que el amor era sólo una ilusión. —Sí, lo dije—admitió Julio. Creía que su corazón no latiría con tanta fuerza si no fuera por Sofía. —Julio, quizá estés confundido—Mientras Julio la observaba, ella le explicó: —Crees que estás enamorado, pero quizá sólo sientas curiosidad. —Eso tiene sentido. Él afirmó, reconocie
Sofía permaneció callada durante su disculpa, observándolos como si formaran parte de una obra de teatro. Cuando los tres voltearon a mirarla, Sofía sonrió suavemente y dijo: —Ya que se ha disculpado, no tengo más remedio que aceptar sus disculpas, señor Navarra. —Si no te parece suficiente una disculpa, no tienes por qué aceptarla—dijo Julio. Sofía negó con la cabeza. —Creo que esto bastará. Al fin y al cabo, no es fácil que el señor Navarra se disculpe. Oyó a Vicente soltar un suave resoplido y supuso que debía de estar de acuerdo con ella. De repente, Sofía miró a los hermanos que tenía delante con renovado interés. —Voy al baño—anunció Vicente, mirando con resentimiento las manchas de café que tenía por toda la camisa. Daniela asintió y le dijo que regresara rápido. Finalmente, se dirigió a Sofía y le dijo: —Tiene suerte de que Julio la haya defendido, señorita López. No todo el mundo tiene ese privilegio—. A pesar del sarcasmo de sus palabras, la expresión de Sofía n