Sofía permaneció callada durante su disculpa, observándolos como si formaran parte de una obra de teatro. Cuando los tres voltearon a mirarla, Sofía sonrió suavemente y dijo: —Ya que se ha disculpado, no tengo más remedio que aceptar sus disculpas, señor Navarra. —Si no te parece suficiente una disculpa, no tienes por qué aceptarla—dijo Julio. Sofía negó con la cabeza. —Creo que esto bastará. Al fin y al cabo, no es fácil que el señor Navarra se disculpe. Oyó a Vicente soltar un suave resoplido y supuso que debía de estar de acuerdo con ella. De repente, Sofía miró a los hermanos que tenía delante con renovado interés. —Voy al baño—anunció Vicente, mirando con resentimiento las manchas de café que tenía por toda la camisa. Daniela asintió y le dijo que regresara rápido. Finalmente, se dirigió a Sofía y le dijo: —Tiene suerte de que Julio la haya defendido, señorita López. No todo el mundo tiene ese privilegio—. A pesar del sarcasmo de sus palabras, la expresión de Sofía n
—¿Por qué aceptaste sus disculpas obligada?—preguntó Julio en voz baja. Con una risita, Sofía contestó: —Bueno, como tú has dicho, los Navarra no son los Márquez, así que no puedo hacer nada. ¿Qué otra cosa puedo hacer además de aceptar sus disculpas? —Yo puedo ayudarte—dijo él. Sofía le lanzó una mirada extraña, como si fuera un bicho raro, y se apartó de él. —Es tu novia de la infancia. ¿Está bien que te voltees y le hagas esto? —Sólo somos amigos—dijo Julio con seriedad—. No es mi novia de la infancia. Sin embargo, a Sofía no pareció importarle. —No hace falta que me lo diga señor César. Como le he dicho antes, no tiene nada que ver conmigo. —Sofía. —¡Julio!— gritó Daniela, ayudando a Vicente a salir del baño. —Atacarón a Vicente. Vicente lucía la nariz moreteada en su rostro hinchado. La inflamación en su cara le hacía parecer un cerdo. Sofía se tapó la boca, resistiendo el impulso de reírse en voz alta. Cuando Vicente recobró el sentido, señaló a Sofía y
—¡Claro que sí! Es un placer ser su amiga, señorita Navarra. —Sofía le sonrió y vio cómo se alejaban. Cuando los dos hermanos se perdieron de vista, la sonrisa de Sofía desapareció. Desconcertado, Julio sacudió la cabeza y preguntó: —Está claro que no te cae bien. ¿Por qué aceptaste ser su amiga? —Ella me lo pidió. Si la rechazara, ¿no me vería como alguien egoísta? —preguntó Sofía. Tras lanzarle una mirada, se levantó y salió del restaurante. Julio dejó de hacer preguntas y la siguió en silencio. No entendía qué pasaba entre las dos mujeres. —¿Adónde vas? —preguntó— .Te acompaño. —No se moleste , señor César. Alguien me vendrá a buscar. Nada más decir eso, un carro deportivo blanco se detuvo frente a Sofía. Dante apareció ante ellos, y la expresión de Julio se volvió desagradable . Se quedó tieso y le miró con ojos fríos. —¿Te has comprado un carro nuevo? —preguntó Sofía, sorprendida al recordar que Dante solía conducir un carro deportivo rojo. —¿No me dijiste que fue
—De acuerdo. Después de pensarlo un momento , Sofía asintió con la cabeza. Es sólo un evento. Pensó que no habría ningún problema en corresponder al favor de Dante acompañándole. Dante rio con ganas, claramente de buen humor. —Buenas noches. Que tengas dulces sueños —dijo. Sofía salió del carro y caminó hacia el apartamento. Se despidió de él con la mano y desapareció rápidamente de su vista. Como de costumbre, Dante no se fue de inmediato. Encendió un cigarrillo mientras contemplaba las estrellas que brillaban en el cielo nocturno. —Hay tantas estrellas esta noche —suspiró para sí. En ese momento, oyó un carro que se acercaba a lo lejos, y se volvió para mirarlo. Esta vez, Julio no descendió del carro cuando se detuvo junto a Dante. Se limitó a bajar la ventanilla y dijo en tono sarcástico: —¿Tienes que esperarme cada vez que la llevas de vuelta? —Por supuesto —respondió Dante, sin negarlo. Levantando las cejas, añadió:— ¡Me da tanta alegría verte disgustado! Julio no
Mientras tomaba unas meriendas nocturnas en la taquería de la calle, y con algo de licor en la mano, Dante recordó cómo Sofía había regañado a Julio en el Orihuela. Sólo podía pensar en las últimas palabras de Sofía. ¿Era la exesposa de Julio? Aunque sabía que Julio era divorciado, nunca imaginó que Sofía y él habían estado casados. Esto confundió mucho a Dante, ya que Julio estaba claramente interesado en Sofía. Entonces, ¿por qué se divorció? Perdido en sus pensamientos, echó un vistazo a Sofía, que estaba sentada frente a él en el restaurante. Al ver su expresión de disgusto, sonrió y preguntó: —¿Sigues enfadada? —¿Por qué iba a estar enfadada? Sólo creo que Julio está loco. ¿Él creía que yo sentía algo por él? Es un gran narcisista —dijo ella. —Yo también creo que está loco —dijo Dante, dándole la razón— Pero hay una cosa que no entiendo. ¿De verdad eres la exesposa de Julio? Sofía gruñó, sin negarlo. —¿Por qué se divorció de ti? — preguntó Dante, sin encontrarle sentid
Julio se quedó mirando el salón, preguntándose si se estaba imaginando cosas o si nada había cambiado en los últimos dos años. —¿Se ha reformado la mansión estos años? —preguntó a la señora Morales. —No —respondió ella antes de seguir:— Tu abuelo le dijo a la señora César . . .Recordó que Julio y Sofía se habían divorciado. Hizo una pausa y volvió a empezar: —Bueno, le dijo a la señorita López que podía hacer lo que quisiera con la casa, pero ella no cambió nada.La cara de Julio se ensombreció. Sabía por qué Sofía no había hecho cambios en la casa. Estaban de acuerdo los dos desde el principio, ella era reacia a casarse. Como no creía que fuera a durar mucho, por supuesto, no iba a perder el tiempo decorando la Mansión César. —¿Qué hizo durante los dos últimos años? Sintió un repentino deseo de saber más sobre el pasado de Sofía. La Sra. Morales lo miró, preguntándose por qué tenía esa curiosidad por Sofía si estaban divorciados. Sin embargo, no se atrevió a comentárselo y
Una llamada sacó a Julio de sus pensamientos. Al ver que era su abuelo, respondió de inmediato. —Dentro de tres días es mi cumpleaños. ¿Qué me vas a regalar? —Abuelo, ¿cómo puedes preguntarme por tu regalo? Se supone que es una sorpresa —Julio se quedó boquiabierto. —¿Por qué no? Y si no te lo pido, puede que acabe por no gustarme el regalo —El viejo señor César sostenía su teléfono en una mano mientras se acariciaba la barba con la otra, sonriendo para sí mismo. Pensando en el retrato de su abuelo que había preparado, Julio respondió: —Te prometo que te gustará mi regalo. —Al diablo con tus promesas —reprendió su abuelo— Sólo quiero una cosa por mi cumpleaños. —Dime qué es —Julio era mucho más paciente cuando se trataba de su abuelo. Al fin y al cabo, si el viejo señor César sabia lo que quería en concreto, le resultaría mucho más fácil. —Trae a Sofía a mi fiesta de cumpleaños —dijo. Julio frunció el ceño. Después de un momento, por fin contestó: —Si quieres que asis
La noticia de la quiebra de los Márquez y la adquisición del Grupo Márquez por otra empresa se extendió rápidamente por Guadalajara, dejando a mucha gente estupefacta. ¿Los Márquez, que mantenían una estrecha relación con Julio, se iban a hundir así como así? Aunque todos estaban conmocionados, tenían más curiosidad por saber el motivo. Unos decían que los Márquez habían ofendido a alguien y otros que era a Julio a quien habían ofendido. En cualquier caso, hubo todo tipo de conjeturas. Después, en cuanto se supo que el Grupo Ramírez, propiedad de Antonio, había adquirido el Grupo Márquez, empezaron a surgir más rumores. Mientras todo esto se desarrollaba en el noticiario, Sofía se limitaba a observar con calma. Para empezar, los Márquez tenían muchos puntos débiles. Dada la información que le había pasado a Antonio, había sido un milagro que no quebraran. Sin embargo, no esperaba que su hermano actuara con tanta rapidez. Pensó que, al menos, tardaría algún tiempo. Antes de