Andrés se puso de pie al ver llegar a su hermana, había pasado bastante tiempo desde la última vez que se reunieron, en la boda de Ximena.—¿Cómo está mi hijo, Andrés? —preguntó con lágrimas en los ojos, angustiada, desesperada.—Su condición no ha mejorado desde que llegó del pueblo. Sigue en coma, luchando por su vida —dijo. Andrés prefirió ser sincero, no servía de nada mentirle a estas alturas del partido.—¿Qué fue lo que pasó? ¿En qué ha estado metido Ignacio para terminar así? —sollozó Greta.—Gajes del oficio, Greta. El caso que estaba llevando no era fácil. Se trata de Efraín Salvatierra —dijo.Greta cerró los ojos, mientras luchaba contra el deseo de gritar.—Ignacio tiene que estar bien, él no puede irse, es joven, tiene una vida por delante —sollozó.—Gracias por estar aquí, Andrés —dijo Laureano, abrazando a Greta para consolarla.—No tienes nada que agradecer amigo mío.—Esto significa mucho para nosotros —confesó.Laureano y Greta se habían alejado del campo, iban de vi
Julián sentía cada segundo como una cuchillada, con cada minuto que pasaba y se acercaba la hora de dejar ir a Natalia, su corazón era apuñalado por dagas filosas.—Voy a estar bien —le dijo ella, acariciando su mentón con los dedos.—Tengo que admitir que me siento muy orgulloso de ti, Natalia, pero también tengo que admitir que tengo miedo de que las cosas no salgan como esperamos. No quiero perderte, no podría seguir viviendo sin ti.Natalia dibujó los labios de Julián con la yema de sus dedos, su cálido aliento calentó sus fríos dedos. Ella también temía no volver, temía no volver a ver a sus hijas, no volver a tener a Julián de aquella manera, de sentirse entre sus brazos, amada y protegida. También sentía terror, aun así, no desistió, la mujer en ella pedía a gritos justicia por lo vivido, clamaba con fervor ser libre de la peste en la que se había convertido Efraín Salvatierra en su vida y en la vida de sus hijas. Hacía lo que hacía por ellas y para vivir sin miedo.—Confío en
Natalia sintió como si toda la valentía escapaba de su cuerpo, se sintió ligera de peso, quizá era la conciencia de saber que nunca más debía preocuparse por Efraín, él estaba muerto. Ella lo había asesinado. ¡Lo había asesinado!—Lo maté —susurró con la voz temblorosa.—Lo merecía, Natalia, no te aflijas —le respondió Julián, envolviéndola entre sus brazos y cubriendo con su cuerpo, el cuerpo de Efraín tirado en el piso.Los disparos continuaron escuchándose, pero no duró mucho tiempo. Los hombres de la familia se habían asegurado que ninguno de los integrantes de aquella peligrosa banda quedara vivo. Incluso se habían internado en la montaña para darles cacería como las bestias que eran.—¡Ayuda! —gritó Marcelo, saliendo de la habitación con Alicia entre sus brazos.Natalia tembló ante aquella escena, la náusea le subió por la garganta y la culpa le hizo tambalearse.—Hay que llevarla al auto —urgió Julián, ayudando a Natalia a caminar.Marcelo corrió los kilómetros que los
«Su hija está esperando un bebé, señora. Tiene ocho semanas de gestación»Paloma sintió que la tierra se abrió bajo sus pies, cuando salió de su desconcierto inicial, sus ojos se llenaron de lágrimas y si no terminó de bruces sobre el piso, fue porque las manos de Marcelo se lo impidieron. ¡Su hija estaba embarazada! ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Quién era el responsable? ¡Tenía apenas dieciséis años!—¡No! ¡No puede ser! —sollozó.Laura cerró los ojos, mientras Paloma era llevada por Marcelo a una de las sillas.—Gracias, doctor —le susurró.El médico asintió y se retiró, mientras Laura se acercó a su hija.—Mamá, ¿Cómo fue a suceder esto? —lloró.—Tranquila, hija, lo más importante es que Alicia está de regreso con nosotros —expresó con una serenidad que no sentía, el corazón de Laura martillaba dentro de su pecho.—¡Está embarazada! Apenas es una niña —sollozó.—Está viva, Paloma. Eso es lo más importante, Alicia está viva y está con su familia —le insistió.Paloma lloró.—Es apenas
Los padres de Simón se quedaron fríos al escuchar las palabras de su hijo. Cuando el jovencito les pidió, casi rogó que lo acompañaran a Miramar para saber de Alicia, nunca se imaginaron que iban a encontrarse en esta situación.—Simón —llamó su madre, colocando una mano sobre el hombro del joven.El muchacho cambió de color y recordó la última vez que estuvo con Alicia en la cafetería, la muchacha había corrido a los servicios y la había escuchado vomitar. Pero ella no le dijo nada sobre la posibilidad de que estuviera embarazada.«Tenemos que hablar Simón, hay algo que tengo que decir», los recuerdos se agolparon en la mente de Simón, iban a encontrarse para conversar, pero Alicia desapareció antes de que pudieran hacerlo.El corazón de Simón se agitó ante aquella realidad, él y Alicia llevaban un año de novios, estaba enamorado de la muchacha y la había respetado todo ese tiempo hasta el día que se quedaron solos, luego de terminar la tarea.—Dinos algo, Simón, ¡por Dios! —exigió s
Marcelo negó al escuchar aquellas palabras, pero tenía que admitir que Simón tenía el valor para presentarse delante de él y arriesgar su pellejo. Tenía que admirar su sentido de responsabilidad y eso era gracias a los padres que tenía.—Señores Vidal, no sé ni como dirigirme a ustedes. Ni como reparar lo que Simón ha hecho —expresó Agustín con el rostro mortificado.—Para lo que nuestros hijos han hecho, se ha necesitado de los dos. No seré intransigente con el muchacho, pero estoy de acuerdo con mi esposa. Una boda en estas circunstancias y solo por el que dirán no me parece lo correcto —respondió Marcelo.—Pero, no hay otra manera.—Hay muchas maneras, señora Arteaga. Por el momento, lo más importante es que mi hija y el bebé estén bien. La experiencia que ha vivido no ha sido nada fácil y no quisiera poner más presión sobre sus jóvenes hombros —dijo.Paloma asintió.—El bebé, ¿Qué pasará con él?—No se aflija, señora…—Llámeme Dulce, por favor —interrumpió la mujer a Paloma.—Bien
Los siguientes días pasaron sin novedad, los heridos siguieron recuperándose y fueron dados de alta del hospital para volver a casa. Ignacio acompañado de Carlitos y Renata volvieron al pueblo, separándose cuando Renata decidió irse a casa con Carlitos. Dejando la promesa de volver al día siguiente para ocuparse de la herida del abogado.—¿Son ideas mías o ustedes están en una mejor comunicación? —preguntó Alejandra a su hermano.—Estamos intentando ser amigos por el bien de nuestro hijo, Ale —le respondió Ignacio, mientras se recostaba sobre la cama.—¿Amigos?—Sí, no tiene sentido seguir discutiendo por un pasado que ya no podemos cambiar. Los dos nos equivocamos al no buscarnos y darnos ninguna explicación. Somos los únicos responsables de no estar juntos —admitió.—Bueno, ¿Qué puedo decirte? Espero que las cosas vayan bien entre ustedes y quizá con el tiempo puedan recuperar lo que una vez tuvieron —dijo Ale, cubriendo las piernas del hombre con la sábana.—No lo sé, Ale. Por el m
Julián se detuvo al escuchar las risas infantiles llenar su habitación y la cálida voz de Natalia, les contaba un cuento y las niñas parecían disfrutarlo. Él sonrió, esa mañana se había ido al campo antes de que los primeros rayos del sol iluminaran la mañana, quería estar de regreso antes para poder disfrutar con su esposa y con sus hijas. Las hijas de su corazón.—Parece que se divierten sin mí —murmuró desde el umbral de la puerta. Julián sonreía, haciendo que sus facciones se vieran más jóvenes, pues el día anterior se había deshecho de la barba.—¡Papá! —gritaron las pequeñas, corriendo para abrazar al vaquero que, gustoso, abrió sus brazos para recibirlas.Las niñas se aferraron a él y Julián pudo sentir su corazón arder. Las amaba con todo su ser.—Buenos días, mis niñas —saludó él, dejando un beso en la frente de cada una.Natalia observaba todo en completo silencio, el libro de cuentos descansaba sobre sus piernas, ella seguía entre las sábanas, esperando que su esposo se ace