— ¿Qué hacemos aquí? — preguntó Freya viendo el nombre “Harper” en la pared de aquel edificio alto y elegante.
— Ven, ya te explico — entrelazó sus dedos con los de ella, y le dio un beso suave en la frente. Para de seguir su camino.Cuando llegaron a su despacho, Pandora hablaba acaloradamente con un hombre alto, corpulento, de cabellos oscuros. A Freya le costó entender cómo esa misma mujer que parecía una guerrera hace unos días, estaba ahí, llena de ira con lágrimas en los ojos, dolida, rota. Quién era ese hombre para descomponerla de esa manera.— ¡Que te largues de mi oficina! ¡Maldita sea, Malthe! ¡Eres un desgraciado infeliz! ¡Nunca debí confiar en ti!— Pandora… Por favor… ¡Déjame explicarte!— ¿Interrumpo?— ¿Quieres que siga? — Sí, Axel.— ¡Me estás matando, nena! — suspiró — Pero primero a la ducha — Freya solo atinó a hacer un mohín en desacuerdo.Axel fue y preparó la tina con agua caliente, exceso de espuma y esencia de vainilla con lavanda, no había tenido ni un solo detalle especial con aquella mujer que le estaba entregando lo mejor de ella y ahora tomaría esos días para intentar redimirse. Cuando Freya entró, se le llenaron los ojos de lágrimas, también había decorado con pétalos y velas alrededor de la tina iluminando el lugar con una luz tenue y cálida. — ¿En qué momento hiciste todo esto? — sollozó. — Los pétalos y las velas ya estaban aquí — dijo encogiéndose de hombros, minimizando el h
— Ya podemos empezar — fue lo único que le dijo Axel a Andrew tan pronto llegó a su oficina. El joven de ojos esmeralda y mirada perdida solo asintió con una sonrisa de satisfacción. Las siguientes dos horas se la pasó siguiendo paso a paso las indicaciones que Pandora había enviado en un sobre cuando había encontrado un vacío legal en el propio documento que ella había redactado para que Grace Molinero saliera de la compañía por haber desviado fondos a una de sus cuentas extranjeras. El gran problema para Grace fue que Axel le pidió su dinero de vuelta, del cual solo recibió una décima parte, porque el resto se lo había gastado de alguna manera, dándose los lujos que su estatus social requería y su “misero sueldo” no lograba pagar. Quince llamadas después, veinte correos, y unos cuantos documentos demás,
— Kate… ¿Qué haces aquí?— Venía a verte… — declaró dando varios pasos hacía él, en su rostro había de todo menos cosas amables —. ¿Cómo pudiste hacerle eso a Grace? Es mi mejor amiga, su familia está destrozada ¿Enserio estás empeñado a destrozar mi reputación?— Kate, esto no tiene nada que ver contigo — levantó las manos intentando calmarla — Grace tomó su decisión, cometió esos delitos, no podía quedarme de brazos cruzados. — Ella me contó… — gruñó furiosa — Me contó lo que hizo y que habían llegado a un acuerdo. ¡Rompiste el trato!— No, Kate — frunció el ceño, estaba dispuesto a hablar con ella, pero no que lo señalara de manera errónea
El tiempo del almuerzo se pasó volando para ellos dos, un minuto más no era suficiente para apaciguar la necesidad de estar juntos, entre miles de besos regados por el rostro de la chica, Axel se despidió dándole la noticia que a la noche irían a cenar con sus padres. Noticia que cayó como un baldado de agua para ella, no podía decir que conocería a sus suegros ¿o sí? Conocería a los abuelos de su hijo y los padres del hombre que estaba poniendo su mundo de cabeza y sacando lo mejor de ella.A pesar de la insistencia de Axel porque fuera y descansara Freya no lo pudo hacer, en vez de dirigirse al departamento corrió al centro comercial, no tenía un vestido bonito para la ocasión y mucho menos uno que le entrara. El resto del tiempo se lo dedico a su cabello y a maquillarse de manera natural. Decir que a Axel se le escurría la baba cuando vio a Freya aparece
Las semanas fueron pasando en medio de la tranquilidad que puede brindar llevar una demanda colectiva, tener una mujer embarazada, una familia gigante exigente y una compañía que dirigir. Sin contar que esa misma noche tenían el evento de presentación de la alianza con la compañía francesa de perfumes. Los preparativos estaban listos, los contratos firmados, ahora solo quedaba exhibir la unión ante los medios de comunicación para que al día siguiente estuvieran despachando grandes cantidades de esas botellas en sus tiendas de salud y belleza femenina. — Así fueras envuelta en un trapo sucio te verías hermosa — le contestó Axel a Freya que estaba a punto de echarse a chillar porque nada de su ropa le quedaba ya. Ni siquiera las bragas —. Anda, arriba ese ánimo. Ya llamé a Laia y viene corriendo, te traerá sus diseños más exclusivos.
— Sí. Fue la respuesta de Freya y Axel sintió como todo a su alrededor se derrumbaba, se nublaba, se oscurecía. No podía ser aquello solo una coincidencia, no podía ser aquello algo planeado por Kate, si Freya le estaba diciendo que conocía a aquel hombre, entonces… ¿Qué carajos estaba pasando en realidad?— Axel, cariño. Esta mujer solo te ha estado engañando — se acercó Kate para tomarlo del brazo y alejarlo de Freya — Mira, estás son las ecografías que le tomaron en la clínica de maternidad de Toronto. Y aquí hay fotos de la relación que llevaba con Frank desde hace unos años, hay exámenes, documentos, pruebas… de todo, cariño. — No -no… No es cierto, Axel. — ¿Estás fotos son reales, Freya? — Sí, pero no- no.
— Suéltame, suéltame, por favor — sollozaba Freya, mientras que ese hombre la arrastraba por un callejón cerca a la galería de arte —. ¡Estás loco! ¡Loco! ¡Suéltame!— ¡Eres una maldita mujerzuela! — la empujó haciéndola trastabillar hacía atrás, de no ser por un contenedor de basura termina en el suelo. — Y tú un desgraciado infeliz, así que suéltame. O…— levantó un dedo en señal de advertencia.— ¿Cómo pudiste hacerme eso? — ¿¡Qué!? … ¡Yo no hice nada!— Te revolcaste con ese hombre. Me engañaste ¿Qué no entiendes? ¡Que eres mía, Freya Baker! — ¡No soy de nadie! — gritó ella de frustración, ira, tristeza
Inmediatamente que Freya cruzara esa puerta Axel sintió como la vida se le iba de las manos, buscó rápidamente en su licorera el trago más fuerte y lo bebió directamente de la botella, ahí sentado en el suelo recostado en una de las paredes frías, no se atrevía a deambular en el lugar porque todo le recordaba a ella, incluso aún podía sentir su olor volar por ahí. — ¡Tremblay! ¡Abre la maldita puerta! ¡AHORA! — golpeaba desesperado, las llaves que alguna vez tuvo del lugar se las había dado a Freya y ella parecía haber desaparecido del mapa — ¡Maldito infeliz! — gruñó dando vueltas frente a la puerta. Si Andrew hubiese tenido que pasar la noche en una jaula de dos por dos metros se hubiese sentido más libre que en ese momento. La desesperación parecía ser lo único que corría por sus ven