Capítulo 3
«No puedo dejar que Leonardo me atrape. Quién sabe lo que me haría en este momento.»

Con ese pensamiento, me alejé de inmediato y llamé a mi asistente:

—Envía un bote para recogerme ahora mismo.

Sin embargo, apenas pisé tierra, mi teléfono vibró mostrando un mensaje en la pantalla.

«Victoria, eras tú hace un momento, ¿verdad? Deberías saber que Leonardo celebrará una boda contigo, pero seré yo quien entre oficialmente en el álbum familiar.»

«Además, Leonardo me posee todos los días. Acabo de hacerme una prueba y estoy embarazada. En esta vida me toca a mí convertirme pronto en la verdadera señora de la mafia».

¡Dolores!

Con razón en mi vida anterior ellos no mostraban ninguna conexión en público. Sin embargo, en esta vida, después de unos pocos días, no son capaces de esperar para hacer pública su relación.

Lo habían planeado desde el principio: en esta vida querían unirse rápidamente para marginarme.

Recordé cómo en mi vida anterior, con la ayuda de mi familia, el clan Suárez había recuperado un puerto comercial crucial, consiguiendo innumerables contratos de armas, y su riqueza familiar había crecido exponencialmente hasta convertirse en los líderes de la mafia del sur en muy pocos años.

Los ancianos de la familia Suárez estaban especialmente satisfechos conmigo, creyendo que todo era mérito propio, por lo que me trataban con gran respeto.

Hasta que descubrí aquellas fotografías...

En ese momento, mi padre entró a mi habitación y dijo con voz profunda:

—Iván regresa del extranjero en cinco días.

Al escucharlo, me quedé ligeramente sorprendida.

En mi vida anterior, el hermano mayor de Leonardo tenía prometidas que desaparecían de manera misteriosa. Los rumores decían que tenía gustos peculiares y nadie se atrevía a casarse con él, por lo que no tenía descendencia para heredar el negocio familiar.

Sin embargo, yo sabía que era un hombre extremadamente hábil. Por lo que, si quería vengarme, casarme con él podría convertirse en mi mejor arma.

Al día siguiente, pensando en esto, llegué temprano a los establos. En donde, un par de caballos negros pura sangre lucían elegantes bajo la luz de la mañana, con sus crines sedosas y sus músculos firmes.

Eran caballos que yo misma había criado y entrenado; un regalo para Leonardo en mi vida anterior.

En aquel entonces, no deseaba más que casarme con Leonardo. Por eso lo hacía todo según sus preferencias, incluso los adornos y las monturas eran dorados, su color favorito.

Pero, en esta vida, por fin, podía hacer las cosas a mi gusto.

Sin embargo, días después, vi una publicación de Dolores en redes sociales.

En la foto, ella montaba mi caballo, el cual yo había entrenado meticulosamente, mientras Leonardo sonreía a su lado.

«Leonardo sabía que necesitaba un buen caballo y me lo envió especialmente. ¡Se siente tan bien ser mimada!»

Al leer esto, apreté los puños ligeramente, y me encaminé a los establos.

Cuando vi a Dolores montando mi caballo, presumiendo deliberadamente frente a Leonardo, con una actitud relajada, como quien disfruta de un privilegio especial, no pude evitar preguntar con frialdad:

—¿Con qué derecho montas mi caballo?

Al verme, Dolores inmediatamente adoptó una expresión de víctima, mordiéndose el labio con suavidad, con los ojos ligeramente enrojecidos.

—Leonardo... ¿hice algo mal? ¿Por qué Victoria parece tan enfadada? —preguntó, con voz suave, como la de una niña.

—¿Qué importa? —repuso Leonardo, con tono impaciente, tomándola casualmente por la cintura—. Solo es un caballo. De todos modos, ¿no acabará siendo mío? ¿Qué tiene de malo que Dolores lo monte ahora?

Abrí los ojos de par en par. ¡No podía creer su descaro!

—¿Quién te dijo que será tuyo?

—Victoria, lo que es tuyo es mío —respondió Leonardo con un tono lleno de sarcasmo, y una sonrisa helada—. Tus establos, al final, están destinados a servir a nuestra familia.

Miré el látigo que había cerca, lo agarré y golpeé fuertemente la montura, asustando al caballo, el cual se levantó sobre sus patas traseras, tirando a Dolores.

Ella cayó torpemente, —su vestido manchándose de polvo—, con un destello de pánico en sus ojos.

—¡Victoria, cada vez te comportas más como una arpía! ¡Con ese temperamento y esa mentalidad no mereces ser mi esposa! —exclamó Leonardo, mirándome furioso.

—Leonardo, ¡subestimas mi capacidad para ser despiadada! —repuse, devolviéndole su gélida mirada—. Odio que la gente use mis sentimientos sinceros como moneda de cambio, desafiando mis límites, una y otra vez. ¡Ya no te amo! ¡Y nunca me casaré contigo!

La expresión de Leonardo se congeló. Nunca había visto esa faceta mía.

Antes, sin importar cuánto protestara, siempre acababa cediendo. Sin embargo, ahora, estaba decidida a cortar con él de manera definitiva.

Instintivamente, intentó agarrarme, pero en ese momento Dolores comenzó a llorar:

—Leonardo... me duele mucho... estoy sangrando...

Leonardo se quedó inmóvil, por un momento, con sus ojos brillando de ira y arrogante confianza.

—¡Victoria, pronto volverás llorando a suplicarme! —exclamó, apretando los dientes—. ¡No creas que no conozco tus juegos!
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