Llegó el día

Su intensa mirada, es un rayo que me atraviesa el pecho y me roba el aliento, dejando mi cuerpo fascinado en cada encuentro, su rocío me inunda por dentro, llegando a los rincones más secretos. Fluye por mis venas el fuego de sus latidos.

— Tita, ¿cómo me veo?

— Preciosa, te dije que ese color verde agua quedaría perfecto, además resalta tus ojos.

Ella se dirige al espejo con paso firme y se contempla con orgullo, el vestido es poco más abajo de las rodillas, con un poco de vuelo en la falda, y corsé con escote corazón. Unas sandalias de tirantes y tacón medio completan el atuendo de mis damas de honor.

Ambas se sitúan delante de mí, esperando mi aprobación. Sus figuras resaltan a la vista; en el caso de Kenia, el escote realza su busto, por tenerlo más pronunciado. Las miro analizandolas y Kenia gira sobre sí misma, lanzando besos al aire y guiñando un ojo, como si fuera una modelo famosa en alguna pasarela.

— Keny, quédate tranquila, no nos están tomando fotos — interviene Tania.

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