Capítulo 3
Después de que me fui, Paula me alcanzó y con cautela, me preguntó qué me pasaba.

Su preocupación no fue sorprendente.

En la secundaria, mi devoción por Andrés había sido tan evidente que resultaba casi ridícula. Pasé incontables noches desarrollando hierbas curativas para él, probando compuestos peligrosos en mí misma, aprovechando el hecho de que mi transformación temprana me daba mayor resistencia. Estuve al borde de la muerte por envenenamiento tres veces, y aun así, sonreía cada vez que le entregaba una nueva fórmula. Mis muestras de amor eran tan obvias que toda la manada lo sabía.

Pero esa Mariana ya estaba muerta. La chica que estaba allí hoy… ya había muerto una vez, y había regresado por venganza.

Carla no apareció durante el resto del día.

La conocía demasiado bien: su belleza era su mejor arma, así que no lo desperdiciaría hasta estar segura de usarla con el máximo efecto. Por eso, esperé con paciencia.

No tardó en llegar el fin de semana, mi padre y mi madre, el Alfa y la Luna de la manada, habían organizado un gran banquete para honrar mi logro y celebrar mi transformación temprana, algo jamás visto en la manada.

Pero una emergencia los obligó a salir temporalmente.

Las lámparas de cristal brillaban intensamente sobre nuestras cabezas. Descendí por la escalera en espiral con un vestido de diseñador, mis tacones resonaban sobre el mármol.

Mi hermano Miguel me esperaba abajo, su traje formal combinaba con su expresión fría cuando me llamó. —Mariana, ven aquí.

Me acerqué lentamente y fingí no notar la mirada oscura de Andrés ni el rostro lloroso de Carla detrás de él.

Sonreí dulcemente. —¿Qué pasa, hermano? ¿Me tienes un regalo especial por mi celebración?

Los ojos de Miguel brillaron en ámbar, llenos de furia.

—Usaste tu transformación temprana para aterrorizar a lobos no transformados, robaste las investigaciones de otros sanadores. ¿Así es como se comporta la hija del Alfa?

Su voz retumbó a través del lazo mental de la manada, resonando en la mente de cada lobo.

Los invitados se congelaron cuando la acusación se propagó como una ola invisible.

—Hermano, ¿de qué estás hablando? —incliné la cabeza hacia Carla, fingiendo inocencia—. ¿Qué fórmulas robé? Todo lo desarrollé yo.

—Basta de mentiras. —su poder cayó sobre mí—. Una loba mimada como tú necesita aprender cuál es su lugar.

Expandió el lazo mental de la manada, haciendo que cada lobo del territorio escuchara sus palabras.

—Esta noche, la hija del Alfa enfrentará la justicia por sus crímenes.

El látigo de plata brillaba en su mano.

—Entrégale la fórmula que le robaste a Carla, luego pasarás la noche en el pozo de plata.

Se oyeron jadeos por todo el salón; el pozo de plata estaba preparado para los peores criminales de la manada. Pasar una noche entera ahí sería mortal para una loba recién transformada como yo, eso mataría a mi loba interior… y me convertiría en una Omega.

Su voz se volvió de acero. —Ve. Ahora.
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