Capítulo 8
Mi mente volvió al sueño.

Andrés estaba de pie frente a la cámara de sanación junto a mi hermano, mirando a Carla con ese amor tierno y hablando de mí con fría indiferencia.

—Nunca me arrepentí.

Quince años de mi vida.

El amor más apasionado, más sincero que jamás había sentido.

Desperdiciado en alguien como él.

Solté una carcajada repentina y logré liberar mi pierna antes de que los renegados pudieran atacarme.

—Patético.

Aunque mi tobillo herido ardía, dejé que mi loba emergiera.

Con las garras extendidas y los colmillos al descubierto, destrocé a los renegados como si fueran papel.

La sangre salpicó las paredes mientras rompía gargantas y aplastaba huesos.

Cuando solo quedó Andrés, regresé a mi forma humana.

Lo agarré del cabello y le estrellé el rostro contra el suelo:

—¿Tú, un Omega inútil, crees que puedes volver a herirme? Ni en sueños.

El golpe le partió la frente.

La sangre le corrió por el rostro perfecto, manchando su ropa de carmesí.

—…Amor…

Recuperé el aliento y lo solté p
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