Capítulo ciento veinte - El peligro inminente

Ubicación: Argentina

Amanda corrió lo más rápido que pudo, sin saber adónde ir. Podría haber cruzado la puerta de entrada y dirigirse al bosque o entrar a los establos y tomar un caballo, pero no lo hizo. Como una tonta, piensa, terminó en el cuarto que su tía Belén ha preparado con cariño para ella en esta visita. Cierra la puerta con traba y baja a Augusto, que sigue llorando. Le tiemblan las piernas y las manos. No puede evitar sentir pánico. ¿Por qué está esa gente aquí? Vuelve a escuchar un disparo y se pone a llorar. A pesar de eso, va hasta su cama y toma el arma que tiene debajo del colchón. Busca en su bolso las balas, y cuando está por colocar una, escucha un golpe en la puerta.

—¡Dame a mi hijo! —Es Mabel—. Sal de ahí si no quieres pasarla peor.

—Estás loca si piensas que saldré —responde, abrazando a Augusto—. Tranquilo, no dejaré que nos hagan daño.

—¡Maldita perra! ¡Dame a mi hijo! —grita Mabel mientras parece querer echar la puerta abajo.

—Escucha, primo, debes calmarte
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