Ubicación: Argentina

— La verdad es que le mentí a Lisandro, porque sentí que lo necesitaba en este momento que es tan difícil para él —le dice a Belén mientras la ayuda a acomodarse en la cama.

—Amiga, ni yo puedo creerlo. Ayer, cuando vino y lo vi, pensé que me moría —responde Belén en un tono de espanto—. Después de todas las cosas horribles que vivimos, estoy agradecida con Dios por la bendición de que Fernando esté con vida, pero es tan difícil de digerir.

—Lo sé, yo lo tuve frente a mí cuando salía del hospital con Lisandro y no pude evitar dejar que me abrazara. ¿Entiendes lo que eso significa? Mi esposo, el mafioso estaba ahí y, aun así, dejé que Fernando me tocara y me consolara —dice Tania, espantada.

—¿Y ahora qué harás? —le pregunta Belén, como si ella pudiera responder esa duda—. Aún Fernando no me nada, pero sé que lo hará.

—Por ahora, debo ir un paso a la vez. Amanda me necesita —asegura, preocupada por no poder hacerlo pausadamente.

—Esa niña es increíble. A su edad, y