—Quiero ver a mi padre, déjame entrar, por favor —pidió el niño con su rostro desencajado.El pequeño Piero estaba ansioso por ver a su padre, porque tenía días que no lo veía y porque temía que no pudiera salvarse.—No es posible hijo —le dijo el hombre con tristeza.El niño quería verlo, abrazarlo y decirle todo lo que guardaba en su corazón, mientras estuvo con los Ferrari supo quién era su madre, una mujer mala, hija del mismo mafioso que había matado a sus abuelos, los padres de Enzo y él la había tenido que matar cuando le iba a disparar a su tío Sebastián, con todo y sabiendo eso, él lo buscó, lo llevó a su casa y lo trató con amor, como a su propio hijo, eso jamás podría olvidarlo y nunca nadie le iba a quitar de la cabeza que ese hombre era su héroe.—¿Por qué no quieres dejar que lo vea? —interrogó en tono bajo.—Él tuvo quemaduras en su cuerpo… y deben ser tratadas, los médicos están haciendo lo posible, envíe a pedir equipos médicos necesarios, no puedo llevarlo a una clí
Ante la pregunta de la joven, el doctor le sonrió a Nicol comprensivamente, notando en su voz el desesperado anhelo de ella de sanar su alma, estaba claro que su pregunta no significaba que ella creyera que él podía curar su alma, sino que más bien era un llamado de auxilio para desahogarse de cómo se sentía en ese momento.—Lamentablemente, no puedo curar tus heridas del alma, Nicol —le dijo el doctor con gentileza—, pero he escuchado que hablar es la mejor terapia porque ayuda a desahogar todo lo que sientes, aquí en esta consulta médica puedes llorar, gritar, vociferar, eso ayuda a sacar el dolor, la tristeza, es como drenar un envase que está lleno y liberarlo para poder ocuparlo con cosas mejores.—Entiendo ¿Será posible curar alguna vez las heridas del alma? —preguntó con voz quebrada.—Bueno, hasta ahora el dolor interior no se puede curar con medicamentos o tratamientos quirúrgicos —expresó sonriendo—. Pero hay formas de aliviar el dolor y el sufrimiento. La clave para ayudar
Nicol se quedó viendo al médico con los ojos abiertos de par en par, no podía creer lo que estaba escuchando, no pudo evitar sentirse nerviosa mientras el pequeño de diez años la miraba con sorpresa, aunque con una pizca de emoción.—¿Estoy embarazada? ¿Cómo así? Enzo… —comenzó a decir, sin embargo, vio al niño y se quedó callada.—Nicol, esto es una noticia maravillosa —pronunció el médico sin contener su emoción—. La familia se está agrandando. Y respecto a lo otro, déjeme decirle que el único método de anticoncepción seguro, es la abstinencia y por los resultados me imagino que no la practicaste.Piero se quedó viéndolos y comenzó a analizar en voz alta.—Anti es un prefijo que significa contra, y concepción es de concebir, significa método contra concebir… ¿Por qué no querrías concebir a mi hermanito? —interrogó frunciendo el ceño con molestia—. ¿Tú no quieres tener a mi hermanito? —inquirió con los ojos anegados en lágrimas—. Es lo único lindo que voy a tener en estos momentos ¿Y
Enzo se sentía como si estuviera a punto de desvanecerse. El dolor le consumía por dentro, le desgarraba el alma. Ya estaba dispuesto a entregarse a la oscuridad, resignarse a un destino sin esperanzas. Se fue sumergiendo poco a poco en la oscuridad, pero cuando se iba a dejar arrastrar por completo, los gritos y el llanto de un niño lo detuvieron.Lloraba con sentimientos, le decía cosas que no entendía en la nubla de su confusión, hasta que la verdad penetró en su mente, ese niño era Piero, su hijo del corazón, el pequeño que tanto amaba, le decía que se quedara con él y con… quien Nicol y un hijo, su hijo, no entendía nada de eso.Sin embargo, esas palabras hicieron que una chispa de vida se encendiera en el interior de Enzo, era como si el llanto de ese niño y sus palabras le hubiera devuelto la esperanza, había un destello de luz en su corazón.Intentó abrir los ojos, pero no podía, quiso hablar, pero cualquier esfuerzo le resultaba bastante doloroso.—Pi… ero —dijo y sintió desv
Ziola se quedó mirando a Piero sin poder contener sus nervios, no creía que fuera conveniente decirle esas cosas al niño, con todo lo que había ocurrido últimamente, hasta le parecía que el pequeño había perdido ese aire de dulzura e ingenuidad que siempre lo había caracterizado, pensaba en sus hijos y no pudo evitar sentir que su corazón se encogía en su pecho. —Ziola ¿Por qué te quedas callada? ¿Acaso estás sorda que no me escuchas o los ratones te comieron la lengua? Te hice una pregunta y espero una respuesta —dijo Piero con firmeza. Ziola se puso rígida frente al niño. Ella deseaba poder darle una respuesta diferente a la pregunta que él había formulado. Estaba en el umbral de una decisión que podría significar el dolor y el sufrimiento para el pequeño. Ella se sintió congelada por los remordimientos que colisionaban en su mente. Sus ojos vagaron por la habitación mientras reflexionaba, la lámpara de cristal que adornaba la mesa de noche brillaba con un destello que reflejaba c
Cuando Nicol lo vio tan angustiado no pudo evitar sentirse angustiada también, hasta quería ponerse a llorar junto con él, pero ella era la adulta, la que tenía que ser fuerte, no quebrarse y darle aliento al pequeño, suspiró mientras acariciaba su rostro. El niño la vio con los ojos vivaces y un gesto de tristeza en su expresión.— Ya mi amor, no te vas a ir de nuestro lado… prometo hacer lo posible para que te quedes… ahora déjame ver que quiere ese señor.—Ese señor lo que quiere es llevarme con él y su familia, ellos son muy buenos… pero no me siento feliz estando lejos de aquí… no me siento identificado con ellos… esta es mi casa, yo soy un Ferrer, este es mi hogar, mi hermanito y tú son mi familia —expresó con sentimiento.—Lo sé, déjame hablar con ellos.Cuando tomó el teléfono la mano de Nicol temblaba y su voz se escuchó nerviosa.—Aló, le habla Nicol Ferrer… ¿Deseaba hablar conmigo?“Señora Ferrer, yo soy Camilo Ferrari y soy el padre de Piero… quiero hablar sobre mi hijo,
Nicol subió al auto con los ojos llenos de lágrimas. Se sentía desolada y vacía, el frío viento se le colaba hasta en los tuétanos y le llegaba hasta lo más profundo de su corazón llenándolo de tristeza. No era para menos, estaba a punto de marcharse lejos de su niño, con quien había creado un vínculo y pensó que estaría con ella para siempre, ahora había resultado que no.A lo lejos, el niño la miraba con sus grandes ojos, pidiendo en su corazón que la mujer se girara, lo viera y decidiera no marcharse… ella, lo estaba dejando, aunque sabía que era porque la habían obligado. Le dio dolor verla alejándose, el viento soplaba y parecía que en cualquier momento la arrastraría con el.Cuando llegó al auto Andreas le abrió la puerta y la ayudó a subirse, se sentó en el asiento de atrás con ella, quien iba en silencio, sin dejar de ver por la ventana mientras sus lágrimas bañaban su rostro.—No llores… eso le hace daño a tu bebé, quizás Piero pueda estar de nuevo contigo más pronto de lo qu
Los días para Nicol eran difíciles, solo quería estar sola, se sentía triste, pensando si alguna vez podría recuperar la alegría y la inocencia de su pasado, se sonrió con pesar, porque definitivamente la inocencia una vez perdida no podía recuperarse, y sobre todo, no después de todo lo vivido, para bien o para mal eso la había hecho madurar y ver la vida desde otra perspectiva. En ese momento miraba por el balcón de su habitación, trataba de mantenerse fuera del foco de los hombres de Enzo o mejor dicho de Giorgi, él estaba a cargo y su animadversión hacia ella era demasiado notoria, había cambiado tanto su tratamiento hacia ella, por eso trataba de no estar en los mismos lugares donde él estaba para no incomodar. Durante esos días sus náuseas, malestares se habían intensificado, incluso había bajado mucho de peso, le costaba mantener la comida por mucho tiempo en su estómago. En ese momento observaba el cielo era de un azul intenso, solo interrumpido por alguna nube blanca que se