Francesco irrumpió en la mansión Lombardo como un meteoro, con su imponente presencia, llenando la sala. Ignoró por completo a Abigail y a Becky, quienes lo miraron con sorpresa y desconcierto. Su único objetivo era encontrar a Norah. Al encontrarla, la llevó a un rincón apartado en el que se respiraba nerviosismo.—Norah, he metido a Max en la mafia a la fuerza. Y así como lo metí, lo sacaré. Te lo juro, no dejaré que mi hijo pise una cárcel común.Comenzó con su voz grave y autoritaria. Norah lo miró con los ojos llenos de lágrimas y el corazón latiendo con desesperación.—¿Cómo puedes hacer eso? —preguntó con la voz temblorosa. — ¿Y qué hay de Elliot y Samuel? ¿Realmente puedes hacer algo por ellos?Francesco se cruzó de brazos, mostrando su arrogancia.—Ellos me han demostrado lealtad, y haré lo que sea necesario para sacarlos de prisión. Tengo más poder en este país que el propio presidente. Si tengo que utilizar todo lo que tengo a mi alcance para sacar a Max de apuros, lo haré.
Samuel y Elliot se encontraban en la fría celda, un ambiente impregnado de desesperanza, pero al menos tenían la compañía del otro. Elliot, con el rostro surcado por la rabia, miró a su amigo, que tenía el aspecto cansado y golpeado.—No puedo creer que estés aquí, Samuel —dijo Elliot, apretando los puños. —Esto es una locura. ¡Voy a matar a Castell y a Boris! Se están pasando de la raya con su absurda venganza contra los Lombardos.Samuel suspiró, sintiendo el peso de la injusticia.—Lo sé, Elliot. Pero no podemos dejarnos llevar por la ira. Ellos quieren que reaccionemos así.—¿Y qué hay de Max? —preguntó Elliot, con la voz temblorosa de preocupación. — ¿Qué ha pasado con él?—También está preso —respondió Samuel, oscureciendo su mirada. —Lo tienen aislado. Cuando termine el juicio, parece que quieren enviarlo a la cárcel común, da igual cómo. Creo que están fabricando pruebas falsas contra él.Elliot frunció el ceño, la frustración brotando en su pecho.—Max siempre fue cuidadoso.
Abigail, sintiendo la tensión en el aire, miró a Becky con una mezcla de determinación y preocupación.—Espera aquí un momento, Becky —le pidió, antes de dirigirse hacia Castell. —Necesito hablar contigo.Castell, con una mirada que revelaba su interés, asintió y la condujo a un rincón más apartado de la oficina. Una vez a solas, comenzó a hablar con una voz suave, casi persuasiva.—Abigail, quiero que sepas que me importas. Podría cuidar de ti y de tus hijos. Deberías dejar a Lombardo. No va a salir de la cárcel —dijo, intentando hacerla dudar.Abigail frunció el ceño, notando cómo la conversación se tornaba fría y distante.—No voy a dejar a Max. Lo amo, Damon. No puedes simplemente esperar que me aleje de él porque tú lo digas —respondió, firme en su postura.Castell, sintiendo que su estrategia no estaba funcionando, endureció el tono.—Lombardo es un criminal, Abigail. Tengo pruebas que podrían mandarlo definitivamente a la cárcel. ¿De verdad quieres arriesgarte a eso? —le amenazó
Al llegar al aeropuerto, Abigail, Timothy, Norah y los gemelos esperaban ansiosos a Max. El ambiente estaba cargado de emoción y algo de nerviosismo. Max, al bajar de la camioneta, se quedó asombrado al ver a todos reunidos. Su padre, Francesco, había planeado todo con cautela, alejándolo de la mafia y dándole una segunda oportunidad en la vida que siempre había anhelado, incluso antes de conocer a Abigail.Francesco, con el corazón latiendo con fuerza, se acercó a Max, tomó su brazo con firmeza y le dijo con la voz entrecortada:—Perdóname, hijo.En ese momento, dejó de lado la soberbia y la imagen del hombre cruel que había construido a su alrededor. Con un gesto lleno de amor y ternura, lo abrazó, sintiendo que, a pesar de todos sus errores, Max era lo único que realmente importaba.Max, sorprendido pero aliviado, correspondió al abrazo, sintiendo que el rencor y el dolor que habían marcado su relación comenzaban a desvanecerse.—Siempre quise que estuvieras a mi lado, papá —respon
Max la miró con los ojos llorosos, asombrado y aturdido por la revelación. Norah, consciente de la situación, decidió hablar.—Está bien, hijo. Me voy. Espero que seas feliz con la nueva vida que te espera. No sé qué más decir en mi defensa, solo que fallé brutalmente —confesó Norah.Antes de que Norah pudiera dar un paso, Max la detuvo y se le veía la mano temblar ligeramente.—¿Te irás de mi lado, Norah? Siempre has estado conmigo, mamá —balbuceó, con la voz entrecortada por el dolor y la confusión.Norah sintió que su corazón se detenía al escuchar esas palabras. Las lágrimas comenzaron a correr por su cara y, en ese instante, ambos se miraron fijamente, con el silencio entre ellos cargado de emociones no expresadas.—No quería que esto fuera así —murmuró Norah con la voz quebrada. —Siempre he querido lo mejor para ti.Max, conmovido por la fragilidad de ese momento, fue consciente de que, a pesar de la traición y el dolor, el amor que había compartido con Norah no podía borrarse t
Tiempo después, la atmósfera en la bodega abandonada era densa y estaba cargada de un miedo palpable. Francesco Lombardo, con su porte imponente y su mirada afilada, se acercó a Boris Andrade y Damon Castell, quienes estaban maniatados y aterrorizados. La tenue luz apenas iluminaba sus rostros, revelando la palidez de su piel y el sudor que les corría por la frente.—¿Creían que podían jugar al héroe sin consecuencias? —dijo Francesco, su voz resonando con una mezcla de desprecio y autoridad. —No hay nada oculto entre cielo y tierra. Ustedes han cruzado una línea que no se puede borrar. Mi organización, mi legado, no se destruyen tan fácilmente.Boris, temblando, intentó hablar. —Francesco, no era nuestra intención… solo seguimos órdenes…—¡Silencio! —interrumpió Francesco, acercándose aún más y mirándolos con ira. —¿Creen que eso los salvará? ¿Que sus excusas son suficientes para redimirlos? Mi hijo, Max, fue arrestado por tu culpa. La prensa lo retrató como un criminal, y todo por t
San José, Costa Rica.Becky se sentó en la pequeña sala de su nuevo hogar con el retrato de Damon en las manos. La luz del atardecer se colaba por las ventanas e iluminaba su rostro con un brillo suave, pero su corazón estaba pesado por la tristeza.—No puedo creer que ya no estés aquí, Damon —murmuró, mientras las lágrimas resbalaban por sus mejillas. —Siempre fuiste mi protector, mi guía. ¿Cómo voy a seguir adelante sin ti?Elliot, que había estado organizando algunas cosas en la cocina, se detuvo al escuchar la voz quebrada de Becky.Se acercó y, con un gesto comprensivo, le puso una mano en el hombro.—Becky, estoy aquí para ti. Tómate tu tiempo. No tienes que enfrentar esto sola —dijo suavemente, intentando ofrecerle un poco de consuelo.Ella lo miró, agradecida por su apoyo, pero el dolor seguía siendo abrumador.—Elliot, no pude despedirme de él. Me siento tan impotente. Damon siempre fue el que nos mantenía unidos y ahora... ahora solo somos tú, el bebé y yo. ¿Cómo voy a segui
Gramados (Brasil).Un año después…Abigail se quedó paralizada durante un instante y sus ojos se iluminaron al reconocer a su amiga Becky, que entraba con Elliot y su pequeño Damon en brazos en el restaurante. La risa y el bullicio del lugar se desvanecieron en un segundo y solo pudo sentir una oleada de alegría. Se levantó de su silla y corrió hacia ellos con una sonrisa radiante.—¡Becky! —exclamó Abigail, abrazando a su amiga con fuerza. — ¡No puedo creer que estés aquí! ¡Te he extrañado tanto!Becky sonrió y le devolvió el abrazo mientras le brillaban los ojos de emoción.—¡Yo también te he extrañado, Abigail! —respondió Becky, separándose un poco para mirar a Abigail. — ¡Mira a Damon!Abigail se inclinó para ver al bebé, que miraba curioso a su alrededor.—¡Es precioso! —dijo Abigail, acariciando suavemente la mejilla del pequeño. — Damon, es un bebé hermoso.Maximiliano, que los había estado observando con una sonrisa, se acercó a Elliot, quien le dio una palmada en la espalda.