— ¡Marina! ¿Cómo es posible que estés aquí? —Exclamó Ana entre gritos de alegría. —Ana, no tenía idea de cómo contactarte, pensé que estabas en París, perdí tu número y tu madre no sabe nada de ti. Marina la abrazó fuerte, era un alivio sentirse acompañada, sabía que podía confiar en Ana. —Pensé que José Manuel te había matado, en cuanto llegué a Brasil pensaba en como hacer para lograr que las autoridades actuaran en contra de los Duncan, y me encontré con que eres una celebridad. Vine de inmediato para buscarte, no sé si vives aquí o con José Manuel —musitó Ana con tacto. —Ana, tenemos mucho de qué hablar, entremos a la casa, no vaya a ser que José Manuel regrese. — ¿Debes esconderme de ese hombre? Entonces nos volverá a separar. No es justo Marina. —Si José Manuel regresa diré que Marina salió con sus hermanos —les aseguró el padre de Marina para que estuvieran tranquilas. Ana muy molesta hablaba a mil por hora sobre el giro en la narrativa de la situación de M
Días después muy temprano en la casa de Marina, Ana terminaba de pulir la lustrosa melena oscura de Marina en ondas que casi le llegan a la cintura. Ana rio. —Es increíble ¿cómo logras que el imbécil te deje quedarte aquí sola? Marina sonrió. —Los apetitos carnales de José Manuel son tan bizarros que no es problema decirle que no estoy preparada y prefiere irse con su amante. —Esa odiosa gata sin cola, cuando me dijiste que querían hacerte creer que ella era tu mejor amiga… —Yo también quiero estrellar su rostro contra una pared, pero bueno, al caer José Manuel ella quedará sin nada, dudo que quiera quedarse con él luego. — ¿Marina, estás segura de esto? —Inquirió Ana. —Segurísima… —Es decir, sé que estás segura, me refiero a si estás segura de que todo te saldrá bien. Marina miró por el espejo a su amiga. — ¿Dónde quedó mi irreverente amiga que actúa sin medir consecuencias? Ana sonrió. —Estoy preocupada, has preparado esto por meses, pero José
En la sala de reuniones donde se llevaba a cabo cada año la memoria y cuenta de la junta directiva del banco Estrella del Sur estaban los integrantes habituales. José Duncan, ya retirado venía como dueño del banco, su hijo José Manuel CEO de la entidad y heredero único del banco. El resto eran los directivos principales de las sedes emblemáticas incluyendo a Marina como directora de finanzas. El Banco Estrella del Sur no era una empresa de socios. El difunto Marcelo Duncan era el único creador y dueño, razón por la cual solo sus dos hijos heredaron la entidad. Sin embargo, el banco tiene políticas muy determinantes de las que no estaban exentos los propietarios. Para comenzar, ningún empleado de las sucursales, desde los obreros hasta el CEO, podían tener comportamientos o acciones que se consideraran deshonestas. La visión de Marcelo quizás era dura, pero ellos eran custodios de dinero, debían ser absolutamente intachables. —José, ¿hoy vendrá tu hermano? —Preguntó un
—Pero qué ridiculez —expresó José Manuel y empujó al agente que quería ponerle las esposas, pero lo sometieron y pegaron la mejilla a la mesa mientras igual le ponían las esposas. —Yo me encargaré de todo —le aseguró su padre impresionado, pero un hombre bien vestido sacó una credencial de su saco y se paró frente a José Duncan. —Usted no podrá encargarse de nada, también está detenido por su nexo al grupo extremista “Las Panteras”. —No tiene pruebas, ¿quién es usted? ¡Gavin, esta vez fuiste demasiado lejos! —Soy agente de la CPI, y me alegra decirle que morirá en prisión. Entre gritos e improperios se llevaron a padre e hijo dejando a todos enmudecidos e impresionados. Gavin salió en procesión de la sala de reuniones, pero ya no veía a Marina por ninguna parte. Todos lo veían con temor justificado, estaban seguros que había sido él quien explotó esta bomba mediática. — ¿Gavin de qué se trata todo esto? —Le preguntó Graham en el lobby. —No tengo idea de qué
Graham no podía refutar eso, Ana tenía razón en lo expuesto, tomó aire respirando el rico aroma marino. —Una chica metió en mi bolsillo esta dirección ¿Entonces fue Marina que la envió? —No lo dudo, solo ella sabía dónde estaba, prefirió que José Manuel no supiera que trabajo para la fundación, que por cierto, es de Marina. — ¿Pero por qué aparenta estar con José Manuel Duncan? —Por proteger a su padre, él debe mucho al banco y si Marina va en contra de José Manuel, él por venganza lo enviará a prisión. —Debió decirle a Gavin, él lo habría arreglado. — ¿Cómo? Según lo que ha ocurrido no ha sido de ayuda para solucionar los problemas de Marina, por lo contrario, le ha dado más preocupaciones. —Gavin no está feliz… — ¿Y cómo estarlo si está con tu hermana? —Inquirió Ana con mordacidad. —Ahora eres tú que no tienes idea de lo que dices, mi hermana no quiere casarse con Gavin tampoco, solo ha sido víctima de las consecuencias. —La única víctima ha sido Mar
Gavin estaba desayunando en el restaurante del hotel cuando vio acercarse a Graham, frunció el ceño al ver su cabello corto. — ¿Dónde estabas? —Preguntó de mal humor—. Te fui a buscar y no estabas, no conoces Brasil, me preocupé por ti y ya bastantes problemas tengo. No sé si los matones de mi hermano me persiguen y tú desapareces. Graham sonrió. —Estaba conociendo Río de Janeiro, pero no con matones, no te preocupes. —Río puede ser una ciudad peligrosa —comentó Gavin con las cejas alzadas, ya que obviamente Graham había tenido una aventura nocturna. —No seas tan snob, es una ciudad hermosa. —Lo digo porque te robaron el cabello. Graham sonrió de lado y acarició su nuca. —En realidad lo doné para una fundación, hacen pelucas para niños con cáncer. Gavin asintió con la cabeza. —Ahora entiendo, te conseguiste con amigos colegas. Graham sonrió. —Algo así —comentó sin dar detalles. —Entonces ¿Qué harás hoy? —Preguntó Graham viendo el menú. — ¿A
— ¡Mi sobrina! —Gritó Gavin, jamás había sentido tanta impotencia por tal injusticia—. A Marina no la conocí como se conoce a un pariente, ni siquiera me llevo bien con mi familia. —Eso es muy obvio señor MacLeod —espetó el indignado anciano. —Marina, acaba con esta payasada. —No es ninguna payasada. No puedes ser CEO… — ¿Por qué demonios no puedo? Yo no soy ningún delincuente. Marina puso unos papeles en la mesa. —Esto se envió al correo de todos en el banco. Gavin tomó los papeles de la mesa, era el acuerdo con José Manuel, en él se ponía como condición de Gavin el divorcio de Marina. Había pruebas del pago. —Me compraste —susurró Marina. Gavin tiró los documentos a la mesa. —Lo hice para salvarte de ellos que querían matarte… —No discutiré nada de eso aquí —sentenció Marina. —La señorita Marina ha sufrido demasiado a causa de los Duncan —le increpó el anciano como caballero andante—. Usted no vendrá ahora con su cara muy lavada a reclamarle, p
Gavin la tomó de la cintura y la acercó a él, solo de sentir el aroma de Marina lo hacía vibrar. Cerró la puerta de una patada y el espacio se llenó del aroma de Marina. «Por qué tenía que ser ella» Fue el pensamiento de Gavin y no sabía si era regocijo o lamento. — ¿Quieres burlarte de mí? —Inquirió Gavin contra los labios rojos de Marina. —Ella se saboreó con anticipación y Gavin no pudo resistir besarla. Marina gimió al abrir sus labios, más que aceptación era la invitación a más… —Maldición —murmuró Gavin incapaz de resistirse a ella e introdujo su lengua de manera posesiva, succionando sus labios, devorándola y sintiendo que es él quien se pierde. Marina tocó su pecho, acariciando su camisa blanquísima y bien planchada, la sacó de sus pantalones, soltando los botones y deleitandose en la calidez de su tacto al tocar su piel. —Creí que nunca más podría tocarte —susurró Marina al recordar que lo creía muerto. Gavin en respuesta metió las manos por su c