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4: ¿Miller o su secretario?

Adrián me miró un poco extrañado, supongo que pensó que estaría loca por pedirlo pero, ¿no tiene unos hermosos labios? Lamí los míos un poco ansiosa y sujete a Adrián de la mejilla, su piel es muy suave. En ese momento quería chocar sus labios contra los míos, en verdad, y eso fue lo que hice.

—Lo siento— me disculpé antes y en un solo empujón uni mis húmedos labios con los suyos, moví mis labios sobre esos suaves y deseados labios, pero no correspondido, entonces me ví apenada y me separé—. Yo...

—¿Que tratas de hacer?— me interrumpió con una vos fría, casi me asusta su tono—. Mierda— restrego su cara desesperado, me echó una ojeada y salió disparado pero se detuvo. De bajo del marco de la puerta estaba Miller de pie con una postura ligeramente tranquila, sus ojos estaban puestos en mi y luego pasaron a Adrián quien se encontraba de frente a él—. Señor...

—Vete— dijo de una forma tangente, y Adrián hizo caso omiso sin mirarme. Miller se acercó a mi y me sentí pequeña ante su presencia, como hacía poco dónde temía por mi vida—. ¿Te gusta?

—¿Ah?— me quedo muda procesando la información, ¿que acaba de decir?

—¿Te gusta mi secretario?— y de la nada soltó una carcajada, Miller traía una camisa de manga corta negra, dejando a la vista su brazo tatuado que por cierto no había visto.

Mmm, ¿que me está pasando?

Mi mirada recorrió sus jeans que marcaba un bulto, imagino que sigue caliente ya que le interrumpí su polvo. Subo mi mirada de nuevo a sus brazos, se les marca la vena y siento como palpita algo entre mi entrepierna. Lamo mis labios que parecen pedir a gritos unos besos intensos.

—¿Terminaste?— vuelvo a la realidad y veo que Miller me ve con una sonrisa.

—¿Que?

—Me acabas de comer con tu mirada pequeña traviesa.

Mi pulso se dispara y siento como mis mejillas están caliente.

—No es verdad— niego descaradamente.

—¿Ah no?— sonríe y bajo su mano a mi vestido, lo sube un poco hasta sentir su palma de su mano fría en mi pierna. Mmm, cierro un poco mis ojos—. ¿Que estás imaginando, conejito?

Su mano sigue subiendo, al igual que el calor en mi sistema. Mi respiración parece desesperarse, quiero que suba su mano...pero no podría decirlo.

—¡Detente!— exclamo, Miller lo hace al instante—. Por favor, vete.

—¿Por qué?— Indaga intentando acercarse pero me alejo de él.

—Por favor...— suplico en un tono agudo.

Pero Miller insiste en acercarse y yo en alejarme, no me doy cuenta cuando caigo y mi cabeza golpea contra la madera de la mesita de noche.

Escucho al fondo mi nombre pero de la nada la oscuridad se apoderada de mi sistema.

Despierto y trato de moverme pero mi cuerpo duele, una irritante luz blanca resplandece y se apodera de mi campo de visión.

—Mmm— me quejo por el dolor punzante en mi cabeza.

—Quieta— escuchó que alguien más se une pero lo ignoro, trato de levantarme pero una mano en mi brazo me detuve, enfoco y veo a Adrián de pie frente a mi, trae un gaban negro y de bajo un traje del mismo color—. Puede lastimarse.

—Creo que estar en el hospital explica lo mal que estoy— mi voz sale fría, pero Adrián ni se inmita por mi.

—El señor vendrá pronto...

—¿Que es esa formalidad, hermano?— Miller entra como si nada, trae una chaqueta de cuero y unos jeans ajustados—. Sophie pensará que eres mi esclavo.

Adrián se quedó en silencio.

—¿Que pasó?— indague y me senté en la camilla.

—Te caíste mientras nos besamos— pronunció lento Miller y casi me ahogo con mi saliva.

—¿Que dices?

—Solo caíste de tu cama— aclaró Adrián quien me miraba ¿diferente?

Miller quien ahora miraba a su secretario, parecía quererlo fulminar con la mirada, ¿por qué se comportaba así? solo me confundía.

El día pasó muy lento, me dieron de alta en la tarde y Adrián me llevó a casa, o bueno a esa prisión. Miller no había aparecido en el resto de la tarde así que supuse que si interés terminó.

—¿Estás bien?— Adrián abrió la puerta del auto y se apoyó un segundo ahí —. Pareces apagada.

Asentí, y lo ignore. Caminé escaleras arriba y me deje caer en la cama, recuerdos de la noche anterior llegaron a mi. ¿Le había pedido a Adrián quedarse a dormir? Los sonidos de la puerta me sacaron de mis pensamientos. Me levanté a abrir y me llevé la sorpresa de que era Miller, o el señor Miller.

—¿Estás despierta?— me quedé muda, mi mirada viajó a su pecho desnudo, Miller estaba de pie frente a mi y solo traía una toalla que le cubría sus partes. Díos mío—. ¿Te gusta?

Salgo se mi trance...

—¿Que dices?

—Parece que te gusta verme desnudo— sonríe—. No te juzgo, ¿A quien no le gusta mi cuerpo?

—¿Que haces?

—¿Te gusta Adrián?

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