CAPÍTULO 83

Es sólo cuando llegamos a su habitación que finalmente me deja en el suelo, casi arrojándome sobre la cama con una fuerza que me roba el aliento de los pulmones. Me esfuerzo por sentarme, con el corazón en la garganta mientras lo veo caminar a lo largo de la habitación, con las manos apretadas en puños de nudillos blancos a los costados.

—Lo siento—, espeto, incapaz de soportar más el tenso silencio. —Sé que fue imprudente de mi parte abandonar el castillo, pero tenía que ver a Lily. Era importante—.

Nicolás se vuelve hacia mí y sus ojos brillan con una furia que me provoca un escalofrío. —Para que puedas preguntarle sobre tu familia—, gruñe, con el labio curvado en una mueca de desprecio. —No te molest

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