Lo tenía allí encima de mí con esa cara seria que solo ese hombre tenía, seductora, se notaba tranquilo como un atardecer y eso me atraía aún más hacia él.—Lucia…Trague saliva al ver como pronuncio mi nombre con esa voz ronca.Sus manos comenzaron a desnudar mi cuerpo, paseaban por el como si estuvieran de paseo y aquellos toques me dejaban una sensación deliciosa a la que mi cuerpo no podía negarse. El calor de su cuerpo era palpable, cubría por completo el mío sin dejar ni un solo espacio y sus dedos se aseguraban de que fuera de ese modo.Su boca jugo con la mía durante un largo rato hasta que nuestras respiraciones no pudieron seguir adelante y fue cuando Alexander comenzó a desnudar mi cuerpo quitando pieza a pieza hasta que quede por completo desnuda frente a él.Con una mano Alexander me dio la vuelta quedando de espaldas a el sobre aquella cama, pegue mi nariz a las sabanas y aspire todo el olor que desprendía de ellas… el olor de Alexander impregnaba mi nariz.—¿Qué- que ha
En esa cama me sentí amada por él, amada como ninguna otra persona me había amado antes, sus ojos azules me devoraban en silencio. Escuchaba atentamente mis gemidos y se preocupaba por mimarme cada vez que veía un ápice de dolor en mis gestos.Sus movimientos eran más rápidos y precisos, llenos de deseo como si en algún momento mi cuerpo se fuera a acabar.Esos movimientos rústicos que si bien no fueron muchos, fueron suficientes para sentir que por unos instantes se estaba conteniendo.Lo prefería así hasta que mi cuerpo se acostumbrara al suyo en el momento adecuado.Los ronroneos que Alexander soltó junto con los ligeros apretones en mis muslos me hicieron entender que lo estaba disfrutando tanto como yo. En algún momento sus movimientos comenzaron a ser más profundos, su respiración se volvió agitada y ya no estaba pegado a mi cuerpo, dejándome con esa calidez que tanto me gustaba.Estaba apoyado en su antebrazo y me miraba sin parar. Mis ojos llorosos le advirtieron sobre ser un
Tan pronto como puso un pie en el centro comercial Alexander, llamó la atención de todas las mujeres en él.Sentí mis celos subir como un corcho de limonada, coincidí en que era atractivo y que atraía la atención de todas las mujeres. Sabía que él no tenía la culpa de dejarlos babeando, era un hombre atractivo, de metro noventa, rubio, con una hermosa piel blanca, una barba que le sentaba de maravilla y sin mencionar sus ojos azules como un océano profundo.Apreté mis manos inquietamente, jugué con los dobladillos de mi blusa, respiré pesadamente y vi cuántas tiendas tenían cosas bonitas sin tener una mujer como vendedora.—Todavía no te has decidido por ningún vestido, ¿te gusta alguno? —Alexander pregunta, exasperado por mi comportamiento.—Es solo que… no me gusta mucha de la ropa que venden —mentí—. Me encantaron, había ropa preciosa que quería llevarme a casa sin poner excusas, pero las mujeres me lo impidieron.—A ver, Lucia. —Mi paso se detuvo debido a su agarre—. ¿Qué pasa? De
La mujer le dio una sonrisa molesta, entregándole las llaves de nuestra habitación.—Habitación 203. —Dejó caer las llaves en su mano y me miró con disgusto—. La pared de atrás del hotel tiene una casa muy linda, es una habitación sola y apartada de las demás, tal como lo solicito.—¡Gracias! Me aseguraré de darle al hotel 5 estrellas —bromeó Alexander, entregándole la tarjeta para que pudiera cancelar la estadía por adelantado—. Una semana es suficiente para lo que planeamos hacer —añadió sonriendo.La chica apretó los dientes pasando la tarjeta que inmediatamente hizo un sonido de aprobación.—Aquí está, señor, disfrute su estadía.—Lo haremos, gracias por su atención.Tomamos las bolsas y caminamos tranquilamente hacia esa casa que dijo la mujer con tal enojo que hizo reír a Alexander como si estuviera contando el mejor chiste.—Te gusta la chica de la recepción, ¿no? —Pregunté al ver su sonrisa mientras la ponía en su lugar.—¡Sí! —Respondió con mucha alegría—, me molestan esas pe
Las piernas me temblaban y el corazón palpitaba cada vez con más frecuencia, sobre todo cuando escucha la voz de Alexander atraerme hacia él una vez estuvo tirado boca arriba sobre la cama.—Ven aquí… —dijo, besando mi coronilla y acariciando mi piel con la yema de sus dedos—. ¿Te encuentras bien? ¿Te dolió demasiado?—Es un dolor aceptable, no te preocupes.—Lo siento, por momentos olvido contenerme, sé que no estas acostumbrada a esos movimientos brutos.—No hay problema… —sonroje mis mejillas de solo pensar en lo que había acabado de suceder—. Me gusto como se sintió… fue diferente y no dolió demasiado.Alexander soltó un suspiro de alivio, sus labios estaban ahora frente a los míos y una sonrisa hermosa estaba dibujada en ellos.—¿Me amas? —inquirió directo sin despegar la mirada de mí.El corazón me dio un salto de alegría al recordar que en aquel instante él había dicho que me amaba.—Yo- yo te amo, desde siempre te eh amado —tartamudee tapando mi cara con ambas manos. Mis senti
La mujer me miro con aires de superioridad, bajo aquellos escalones con aires de elegancia.Era una mujer hermosa, sus cabellos rubios y ondulados como los de Alexander les llegaban hasta las caderas, aquellas curvas estaban bien definidas de modo que no parecía tener la edad que tanto presumía a la prensa.Aquellos ojos que brillaban con ferocidad eran del mismo color que los de Alexander, y era ahora donde notaba de quién había obtenido aquellos dotes.La mujer se paró frente a mi poniendo sus enormes senos en alto al momento de inflar su pecho, dejo una mano descansar en su cintura y me clavo la mirada como si fueran dos cuchillos.—¿Así que ella es tu prometida? —pregunto la mujer con altanería.Yo asentí y Alexander llevo su mano a mi hombro acercándome a él con un leve empujón.—Ella es Lucia, mi prometida. —su mano me señalo y luego a su madre—. Lucia, ella es mi mamá.—Mucho gusto —dijo ella extendiendo la mano—. Mi nombre es Andrea, bienvenida a la casa Miller.—El gustó es
Andre engancho su brazo con el mío y me invito a entrar a su casa, el frio era palpable y ella no parecía soportarlo mucho a juzgar por el comportamiento del padre de Alexander que dejaba de abrigar su cuerpo por acoger el de su esposa con su abrigo.—Te invito a una cena con la familia, Lucia —dijo Julián, el padre de Alexander—. Hacía tiempo que no teníamos una cena en familia, Alexander no viene mucho a vernos.—Porque será… siempre es igual… —murmullo Alexander sin percatarse de que todos oímos sus palabras.—Deberías alegrarte de que tienes una familia —le dije clavando mi mirada en el—, no todos tenemos personas así de especiales que estén al pendiente de ti.—¿Tu familia está bien? —pregunto Andrea con una expresión de preocupación en el rostro.—Si —asentí—, pero somos muy separados. Mi familia no es del tipo unido, todos son separados y vamos cada quien por nuestro lado, solo nos apoyamos sin vemos que es una emergencia.—Es una iniciativa que se apoyen en los momentos difíci
—¿Eras su secretaria? —Andrea pregunta con el ceño fruncido—. Aquí las secretarias… no están muy bien vistas… ya sabes.Asentí con una sonrisa nerviosa, mis manos sudaban haciéndome sentir incómoda. La tensión en el aire se había vuelto más intensa y solo me quedaba una cosa por decir que aún no había dicho.—No soy solo una secretaria. Me gradué en diseño gráfico hace 3 años y actualmente trabajo en la empresa de Manuel como jefa del departamento donde estoy según mi carrera.—¿Quieres decir que no eres como Alicia, o alguna secretaria con la que Alexander salió? —Andrea pregunta sin retirar el gesto que había hecho antes, al contrario, le había agregado a su gesto ese tono hostil que me hacía sentir en peligro.Volví a asentir y con una mirada seria comenté mi punto de vista respecto a la posición que había tomado en su empresa. Quería contar mi historia y cómo llegué a él, algo que pensé que Alexander no les había contado.—Llegué como secretaria de Alexander porque nadie me había