Margaret tenía su típica sonrisa de niña buena. Una sonrisa que nadie podía podría borrar porque solo ella sabía lo que el mundo y las personas ocultaban.Alexander le dio la bienvenida y ella le entrego aquellas bolsas con el montón de vestidos, prendas, zapatos y ropas casuales. El las tomo con sumo cuidado y me las entrego en mi mano procurando que no me moviera demasiado.—No fuiste sutil, ¿Me equivoco? —pregunto ella con una sonrisa traviesa viéndolo como si fuera un pequeño.—No tenía por qué serlo, ella está hecha a mi medida y es perfecta para mí.—En eso tienes toda la razón compañero.¿Compañero? ¿Ya no era Alexander? Desde cuando ese cambio tan repentino apareció entre ellos dos.—Lucia, ¿Recuerdas la mujer de la que te hablé en el auto?Yo lo vi asustada y asentí, solo pedía una cosa y suponía a que el sabía lo que era.—Esa mujer se fue con un hombre rico, y quedo embarazada de un hijo que él no reconoció porque tenía ya su esposa.—¡No puede ser!—Si puede ser señorita —
—¡Buenas tardes! —Saludo la señorita con el tic nervioso en el ojo derecho—. ¿Pedirán la misma habitación?Alexander la vio con una enorme sonrisa en su rostro, malévola, rencorosa y que claramente reflejaba que había hecho algo malo.—De hecho venimos a saludarla, las llaves nos las llevamos porque recuerde pedí una semana para estar aquí —guiño un ojo y la mujer se mordió la lengua, lo había olvidado por completo y lo peor era que su jefe estaba allí.—Disculpe señor —dijo la joven respirando profundo, pidiendo disculpas a ambos hombres que estaban cerca de ella.Nos retiramos pronto de allí y escuchamos como aquel hombre estaba pegándole cuatro gritos a la mujer que no respondía ni una palabra ante lo que decía su jefe. Me recordó a mi cuando Alexander llegaba de mal humor a pegarme gritos como si fuera una niña.Y mientras Alexander se reía a carcajadas de ella, yo solo poda sentirme mal y arrugar la cara. —¿Qué te sucede? —pregunto el, callando sus risas—. ¿Estás bien? te noto a
Manuel me miró con una espléndida sonrisa en su rostro. Sus aires seguían siendo los de siempre: guapo, amable, llamativo como un buen plato de cinco estrellas acompañado de su delicioso vino.Este era Manuel Smith, un hombre lleno de sorpresas y pronto estaría a punto de darme una muestra de algunas de ellas.—¡Monería! —Dijo, saludándome con una gran sonrisa—. ¿Cómo estuvo el viaje? Tráeme buenas noticias, y no preguntes cómo lo sé.—¡Manuel! ¿Cómo estás? —Grité como loca, colgándome de su cuello—. Seguro que Catering te ha dicho algo al respecto, ¿o me equivoco?—Me dijo que le habías dado una muy buena lección y que volvió con su marido, ¿lo había dejado? —Pregunto con una ceja levantada—. No tenía idea de que estaba montando tal espectáculo; Ya entiendo la llamada de Alexander.—Ella le dio una muy buena lección. —Comentó Alexander al anunciar su entrada en la conversación—, ella era una Lucia completamente diferente.—¡Vaya, te luciste, linda! Es algo que merece celebración, por
Preferí caminar de regreso a mi casa y encontrar la manera de entrar sin despertar sospechas entre mis vecinos involucrados y metiches.Una pinza para el cabello fue suficiente para meterme y dejar todo en la sala antes de subir a mi habitación.El recuerdo de Alexander estaba en todas partes: el sofá, la cocina, el baño y sobre todo mi habitación.Por un momento quise borrar todos esos recuerdos con él, en casa, en el trabajo y en los viajes.Subí escalones por escalones con total desaliento, abrí la puerta de mi habitación y me vino a la mente la figura de Alexander recostado en mi cama. Mis lágrimas fluían sin parar una tras otra, me dolía el corazón y no podía entender cómo había llegado a ser solo una apuesta.¿Por qué? ¿Cómo habían llegado a hacerme un juego? ¿Qué lo causó? ¿Fue realmente especial para Alexander? ¿Manuel realmente estaba diciendo la verdad sobre sus sentimientos en ese momento o solo era una broma graciosa?Me despoje de la ropa y los zapatos, estaba agotada, ca
—¿Alicia? ¡No puede ser lindo, ella no estaba cerca de nosotros! —Manuel negó con esa gota que aún brillaba cerca de su cien.—¿Me estás llamando mentiroso, Manuel? —Arqueé una ceja y coloqué un brazo a cada lado de mi cadera como un jarrón—. Nunca subí a la empresa, por si lo olvidas, tú subiste solo junto con Alexander y yo me fui a casa.—Pero…—¿Cómo podría escuchar algo en un lugar donde no estoy? —Pregunté, interrumpiéndolo—. No es… muy conveniente decir que escuchaste algo sin estar ahí, no es lindo de tu parte insinuar cosas, Manuel.—¡No, no, tu no insinuaste nada! ¿Cómo puedes pensar de mí así? —Respondió con una sonrisa falsa—. Solo digo que es imposible que Alicia lo hubiera hecho, ella no es alguien que haga esas cosas.—¿Te olvidaste de Catering? Ella fue la que me dijo, no sé, Manuel, no me fio de alguien a quien no conozco muy bien o quizás... ¡a quien conozco demasiado!Manuel tragó saliva y dejó su trasero en el sofá de antes, se llevó las manos a la cara y dejó esca
El sol entro por esas ventanas haciéndome recordar aquel momento en que tuve a ese hombre en mi cama y nada paso entre nosotros.—Otro asqueroso recuerdo —dije para mis adentros.Sin darle más tiempo, caminé hacia el baño para arreglarme, una ducha relajante seguramente reduciría todo el cansancio que tenía encima y me haría olvidar algunas cosas.Cuando vi suficiente tiempo invertido en mi relajación del agua de la ducha, salí a buscar mi ropa. Era hora de volver a trabajar aunque lo que realmente quería era desaparecer de la faz de la tierra.Me vestí lo más rápido que pude y caminé lentamente hacia la cocina buscando algo para comer que no fuera lo suficientemente ostentoso como para abrumar mi estómago, realmente tenía unas náuseas increíbles que quería olvidar.Me fijé en todo lo que había en la nevera y empecé a tirar: huevos, no; pan, no; vegetales, no; ir sin comer, definitivamente no; fruta… en realidad fruta, sí.Cogí una manzana, la corté y la serví en un plato para empezar
Asumí las palabras de Alexander como una advertencia que no debía de pasar en vano, asentí y me dispuse a trabajar sin notar que estaba mucho más molesto de lo que suponía.Cada día me retiraba a casa con algún pretexto y volvía con algún malestar, así dure alrededor de dos semanas alternando excusas entre las empresas hasta que al fin llego el día en que cortaría todo lazo con Alexander Miller y Manuel Smith.—Me retiro a casa, nos vemos después, ¡Adiós, chicos! —me despido mientras veo la cara de incertidumbre y pocos amigos de Manuel.—¡Lindura, espera un minuto! —Solicita Manuel deteniendo mi apresurado paso—. Quiero hablar contigo sobre algo…—Lo siento, Manuel, quizás en otro momento —respondí interrumpiendo su solicitud—. Lo hablamos en otro momento, ya acabe mi horario y tengo cosas importantes que hacer.Su mirada entonces se tornó sombría, oscura, retorcida. Desde aquel día en que hablamos en mi casa, la relación entre nosotros se volvió pesada, ya no era el mismo Manuel ni
A la mañana siguiente, mis maletas estaban listas en la puerta para el momento en que me fuera. Ya había comprado el boleto y llamé al amigo de mis abuelos, al parecer un señor me recibiría al llegar y me mostraría el lugar, así como la nueva casa donde viviría.Agarré las maletas como pude, y en lugar de mi auto tomé un taxi al aeropuerto, 1h 20m después ya había llegado a Boston donde me esperaba un hombre muy guapo de cabello castaño y ojos de agua color miel de 1.90 cm con un cartel que decía: Lucia Jones.No podía ser que este fuera el hombre que estuviera a cargo de mí durante mi estadía aquí, era un hombre realmente muy guapo, un hombre que cualquier mujer estaría en completo placer de tener como guía y aunque mi corazón pertenecía a Alexander, estaba segura de que este hombre tenía algún papel en mi vida.—¿Eres…?—Mike, sí, ese soy yo —respondió el hombre que ya estaba frente a mí con una sonrisa de modelo profesional—. Es un placer conocerte, tus padres le dijeron a mi padre