El sol entro por esas ventanas haciéndome recordar aquel momento en que tuve a ese hombre en mi cama y nada paso entre nosotros.—Otro asqueroso recuerdo —dije para mis adentros.Sin darle más tiempo, caminé hacia el baño para arreglarme, una ducha relajante seguramente reduciría todo el cansancio que tenía encima y me haría olvidar algunas cosas.Cuando vi suficiente tiempo invertido en mi relajación del agua de la ducha, salí a buscar mi ropa. Era hora de volver a trabajar aunque lo que realmente quería era desaparecer de la faz de la tierra.Me vestí lo más rápido que pude y caminé lentamente hacia la cocina buscando algo para comer que no fuera lo suficientemente ostentoso como para abrumar mi estómago, realmente tenía unas náuseas increíbles que quería olvidar.Me fijé en todo lo que había en la nevera y empecé a tirar: huevos, no; pan, no; vegetales, no; ir sin comer, definitivamente no; fruta… en realidad fruta, sí.Cogí una manzana, la corté y la serví en un plato para empezar
Asumí las palabras de Alexander como una advertencia que no debía de pasar en vano, asentí y me dispuse a trabajar sin notar que estaba mucho más molesto de lo que suponía.Cada día me retiraba a casa con algún pretexto y volvía con algún malestar, así dure alrededor de dos semanas alternando excusas entre las empresas hasta que al fin llego el día en que cortaría todo lazo con Alexander Miller y Manuel Smith.—Me retiro a casa, nos vemos después, ¡Adiós, chicos! —me despido mientras veo la cara de incertidumbre y pocos amigos de Manuel.—¡Lindura, espera un minuto! —Solicita Manuel deteniendo mi apresurado paso—. Quiero hablar contigo sobre algo…—Lo siento, Manuel, quizás en otro momento —respondí interrumpiendo su solicitud—. Lo hablamos en otro momento, ya acabe mi horario y tengo cosas importantes que hacer.Su mirada entonces se tornó sombría, oscura, retorcida. Desde aquel día en que hablamos en mi casa, la relación entre nosotros se volvió pesada, ya no era el mismo Manuel ni
A la mañana siguiente, mis maletas estaban listas en la puerta para el momento en que me fuera. Ya había comprado el boleto y llamé al amigo de mis abuelos, al parecer un señor me recibiría al llegar y me mostraría el lugar, así como la nueva casa donde viviría.Agarré las maletas como pude, y en lugar de mi auto tomé un taxi al aeropuerto, 1h 20m después ya había llegado a Boston donde me esperaba un hombre muy guapo de cabello castaño y ojos de agua color miel de 1.90 cm con un cartel que decía: Lucia Jones.No podía ser que este fuera el hombre que estuviera a cargo de mí durante mi estadía aquí, era un hombre realmente muy guapo, un hombre que cualquier mujer estaría en completo placer de tener como guía y aunque mi corazón pertenecía a Alexander, estaba segura de que este hombre tenía algún papel en mi vida.—¿Eres…?—Mike, sí, ese soy yo —respondió el hombre que ya estaba frente a mí con una sonrisa de modelo profesional—. Es un placer conocerte, tus padres le dijeron a mi padre
Mike me miró y todavía podía sentir la tensión en él. No quería ni pretendía empezar mal, sólo quería bromear y ni siquiera hablaba alegremente de parejas enamoradas. Por el contrario, odiaba el amor y sus tonterías, aunque el final para ambos fuera el mismo.—Lo siento, Mike... Realmente no era mi intención hacerte enojar —me disculpé con la cabeza baja, lo último que quería era quedar mal con él, apenas lo conocía y ya la estaba jodiendo.Lo escuché resoplar molesto hasta que volvió a ser el mismo chico lindo con su brillante sonrisa. Tal vez lo había hecho porque estaba deprimida de un momento a otro o simplemente porque le daba pena —al igual que a Alexander— ver lo tonta que estaba siendo nerviosa.—No te preocupes Lucia, no es que haya sido muy dócil contigo, discúlpame también por mi comportamiento.—No hay problema… Solo creo que ambos hemos tenido muy malas experiencias.—El amor apesta.—El amor apesta —dijimos al mismo tiempo, luego nos volteamos a ver con la diferencia de
—¿Cómo porque me estas evitando florecita? —pregunto él, acercando su rostro a mi oído susurrando aquellas palabras.—N-no te evito, es solo que… me pone de los nervios estar a solas con un hombre…—¿Te violaron o algo? —volvió a preguntar sin ningún cuidado, esta vez retrocediendo el paso.Negué tímida y cerré la puerta para entrar a abrigarme, el frio que hacia al oscurecer era increíble.—Solo es enseñanza de mi familia… —puse los ojos en blanco y bufe—. Ellos decían que una mujer no se puede quedar a solas con un hombre, ni comprometido ni sin comprometerse.Camine hasta la sala para sentarme en el sofá en donde estaba antes sentado Mike, con el caminando detrás de mí hacia el mismo lugar.—¿Y porque tus padres te enviaron aquí sabiendo que vivía solo? —Me pregunto con ironía—. Si son de tal modo no es normal que lo hagan, ¿o en este caso si lo es?Mike había dado en el blanco. Mis padres querían, aparentemente, involucrarme de algún modo con la familia Fiore y yo me reusaba por c
Lo último que vi fue a Mike cerrando la puerta del auto en mi cara y corriendo hacia el asiento del conductor para alejarse de inmediato sin dejarme salir.Sin embargo, tenía otros planes y corrí al asiento del piloto, cerré la puerta y atravesé las cerraduras. Saqué las llaves y me acurruqué llevando mis rodillas a mi mandíbula y mis muslos a mi pecho. Escuché mientras Mike maldecía afuera tratando de abrir esa puerta, golpeando las ventanas del Ferrari con fuerza hasta que lo vi tomar una piedra al costado del camino para tirarla hacia el auto.—¿Qué diablos crees que vas a hacer? —Le grité desde el interior del coche—. ¡Suelta esa piedra, maldita sea!—¿Qué no es obvio? ¡Romperé la maldita ventana y tomaré las llaves! ¡Eres una maldición cuando pensé que eras una bendición!Los ojos se me abrieron en una clara señal de sorpresa, ¿acaso dijo la palabra “bendición” y había acabado de cambiarla por “maldición” refiriéndose a mí?—¡Deja de ser estúpido! —le grite encrespada.—¡La estúp
No me atreví a sacar el tema de ir a otro lado o cocinar algo para los dos, solo esperé a que ordenara la pizza y luego nos sentamos un rato en la sala a ver un poco de televisión, mientras mi corazón estaba en un hilo cada vez que sentí que mi teléfono vibraba en mi bolso después de una llamada entrante o un mensaje de texto de Alexander.Al rato llegó el repartidor con su pedido, me dispuse a compartir con él todo lo que quedaba de la noche. Parecía un hombre tranquilo y razonable siempre y cuando lo mantuvieras encaminado. Creía que mi estadía allí seria agradable después de todo, lo único que necesitaba era volver a empezar y olvidarme de todo lo que había sucedido en Queens.—¿Te gusto la pizza? —una voz familiar me saco de mis pensamientos—. ¿Es la que querías o me equivoque?Mike me hablaba tan normal como si nada hubiera pasado, su boca estaba llena y esos ojos color miel brillaban con intensidad.—¡Sí, me encantó! —respondí emocionada dándole un mordisco a mi trozo, realmente
Mientras tanto, en Queens, Alexander golpeó impasible la puerta de mi apartamento, gritando mi nombre a todo pulmón.—¡Lucia! ¿Estás ahí, cielo? ¡Abre Lucia, necesito hablar contigo! ¡Dame una oportunidad! ¡Te juro que puedo explicarlo!Sin embargo, a pesar de los fuertes golpes en la puerta, no obtuvo respuesta alguna, todo en la casa estaba apagado, un silencio sepulcral agonizaba en el ambiente y las lágrimas de Alexander caían sin parar.De repente se empezaron a encender las luces de las demás casas de los alrededores y se empezaron a escuchar miles de quejas de los vecinos.—¡Ve a dormir ahora!—¡Vete! ¿No puedes ver qué hora es?—¡Sí! ¡Ve a la mansión de tus papis ricos!Y a pesar de los miles de insultos que le decían, Alexander solo podía hacer una cosa, pensar… pensar en una persona, una razón por la cual esa mujer que era especial para él se fue.Una amable señora mayor se le acercó llamando su atención, algo que Alexander le entregó de inmediato.—Señor... eh... ¿cuál es s