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* * * * * * * * * Lorey * * * * * * * * *
Me paro frente a mi espejo y termino de colocarme el par de pendientes que había elegido para esta ocasión especial.
—Tres años —susurro frente a mi espejo mientras me sonrío.
Hoy cumplía tres años de matrimonio con Jake. Tres años que, si bien no han sido de ensueño, los hemos sabido sobrellevar.
—¡Dios! —exclamo en un susurro al llevar ambas manos a mi cuello— La cadena; me falta la cadena —digo al darme cuenta de que aún no me la había puesto; así que me dirijo a mi armario y saco la caja que tenía el regalo que Jake me había dado durante nuestra luna de miel.
—Aquí estás —le hablo a la joya al sacarla de su empaque y, de manera inmediata, regreso al espejo para ponérmela como debería—. Veamos… —susurro al tiempo en que me la voy colocando—. ¿Cómo era esto? —me pregunto al tener dificultades para ponerle su seguro— Creo que…. —alargo— ¡ou! ¡sí! —exclamo sonriente—. Así era —menciono cuando he acabado.
—Bueno —suspiro—, ahora sí, Lorey —le hablo a mi reflejo—, ya estás lista —sentencio al repasar mi imagen en el espejo.
Me veía sumamente sexi con el vestido que había decidido comprar con la ayuda de mi amiga. Me gustaba cómo me quedaba la prenda; me gustaba el peinado, el maquillaje suave y, sobre todo, amaba los preciosos stilettos que había logrado encontrar, ya que parecían ser hechos, exclusivamente, para ser usados con el vestido que llevaba puesto.
—Fantástico —susurro para mí, verdaderamente asombrada por el resultado.
Sigo concentrada observándome hasta que el sonido de mi alarma me recuerda que ya eran las 7 de la noche y eso solo significaba una cosa: Jake ya estaba por llegar en cualquier momento. Así que, con el tiempo preciso, salgo de mi habitación y camino rumbo a la sala.
Al llegar a esta, voy de inmediato hacia la mesa, la cual había decorado con esmero para esta noche tan especial. Cuando llego a ella, lo primero que hago es tomar el encendedor que había sobre esta para encender las velas de centro; así como el resto de velas que decoraban toda nuestra sala.
Cuando termino con aquella tarea, tomo la cesta de pétalos de rosas rojas y rocío un poco más de ellas en el camino que conduce a las escaleras rumbo a nuestro segundo piso (lugar en el que se encontraba nuestro dormitorio.
Luego de ello, regreso el cesto a su lugar y tomo el control de nuestro equipo de sonido para encenderlo y empezar a reproducir nuestra canción de bodas:
Ya con todo listo, solo me dedico a esperar a que Jake llegue a casa pronto para empezar con nuestra celebración.
—Siete y veinte —murmuro al ver mi reloj de pulsera al tiempo en que sigo de pie frente a la puerta—. Ya debe estar por llegar —susurro al comenzar a caminar tranquilamente de un lado a otro.
Luego de unos minutos, vuelvo a ver mi reloj.
—Siete y cuarenta —siseo al ver que no había llegado; así que, instintivamente, camino hacia la ventana y muevo un poco la cortina para observar hacia afuera.
«Tal vez, hoy también se retrasó en el trabajo», pienso al exhalar pesadamente
«Pero… ¿Y si le ha pasado algo?», me pregunto en silencio un tanto preocupada.
—No, no, no —me respondo rápidamente—. No seas tonta, Lorey —me reprendo—. Tal vez, solo se ha quedado varado en el tráfico y su celular ha de estar sin batería —formulo—. Por eso no llega aún —señalo—; además, no es la primera vez que le pasa —determino algo desanimada al tiempo en que dejo de mirar por la ventana y, sin intención, dirijo mi mirada al teléfono de la sala.
—Pero…, tal vez, lo mejor sea llamar a Charles —sentencio; y, de inmediato, voy hacia aquel y marco al número de celular de su mejor amigo, pero no me contesta; así que decido intentar con el de su casa.
—Diga —me responde alguien y puedo reconocer su voz en un dos por tres.
—Valerie, buena noche —la saludo—. Soy yo; Lorey.
—¡Ah! ¡Hola, Lorey! —saluda animada—. Dime, ¿qué pasó? ¿estás bien?
—Sí, sí; yo estoy bien —le contesto tranquila.
—Que bueno escuchar eso —responde sincera—. Entonces dime en qué puedo ayudarte.
—Ah… Valerie, yo quería saber si Charles ya había llegado a casa.
—Sí, sí; él ya está aquí —contesta amablemente—. ¿Quieres hablar con él? ¿Te lo paso? —pregunta.
—No, no es necesario —respondo—. Lo que quería preguntarle es si él sabía algo de Jake —le preciso apenada—. Aún no ha llegado a casa y hoy teníamos algo importante que hacer—le comento.
—Haber, dame un momento, Lorey —me pide; y la línea se queda en silencio por unos largos segundos hasta que…
—¿Lorey? ¿Sigues así? —escucho repentinamente; y me doy cuenta de que ahora es Charles quien tomaba mi llamada.
—Sí, sí, aquí estoy —me apresuro en responder.
—Soy Charles…
—Sí, lo sé —lo interrumpo
—Sí, claro —lo escucho bufar—. Bueno, ¿qué pasó? —indaga agreste; y escucharlo usar aquel tono de voz me recordaba, una vez más, de que yo era una de las personas menos favoritas de aquel y hasta seguía sin entender por qué—. ¿Lorey?
—Sí, sí, aquí estoy…
—Lorey, estoy a punto de cenar con mi familia —informa un tanto molesto—. Dime qué quieres saber —añade impaciente.
—Sí, yo… lo lamento, Charles…
—Solo dime, Lorey —interrumpe con cansancio.
—Sí, sí, perdón —respondo rápidamente—. Yo quería preguntarte si sabías algo de Jake —articulo—. No sé…, si tal vez iba a demorar un poco hoy…
—¿Un poco? —repite aquel con cierto grado de diversión—. Pues te voy adelantando que hoy llegará muy tarde —precisa.
—¿Por qué? ¿Pasó algo malo en el trabajo? —interrogo preocupada.
—No, no, nada de eso —afirma.
—¿Entonces? —siseo sin ser consciente.
—Entonces…, sucede que Jake trabaja mucho, Lorey —menciona—. Deberías dejar de estarlo controlando —añade, de pronto, con cierta molestia.
—¿Qué? —siseo— No… no es por controlarlo, Charles —le explico.
—Es lo que estás haciendo, Lorey —replica—. Deja de hostigar a mi amigo —me pide—. Él solo…
—No, Charles —lo interrumpo—. Estás confundiendo las cosas. Yo solo quería saber si hoy llegaría tarde porque…
—El motivo es lo de menos, Lorey —rebate—. Deja de hostigar a Jake —manifiesta con voz firme otra vez— o se va a cansar…
—Charles, no —objeto rápidamente y un tanto preocupada—. Esa no fue mi intención…
—Yo ya te lo advertí —añade al interrumpirme nuevamente.
—No, Charles —me apresuro en responder—. No es así, yo…
—Adiós, Lorey —se despide; y después, solo oigo cómo (sin esperar respuesta alguna de mi parte) da por terminada la llamada, ya que puedo empezar a escuchar el pitido del teléfono. Al oír ello, solo me limito a cerrar mis ojos para después soltar una pesada respiración.
Discutir con Charles era lo mismo que discutir con Jake, ya que este siempre le decía todo lo que veía o decían de mí a mi esposo; además de pasarle sus propias quejas y, por alguna razón, Jake siempre terminaba por creerle a su amigo. Así que, si ahora Charles le decía algo sobre esta llamada, lo más probable era que Jake y yo tuviésemos otra discusión más que nos llevaría a dejar de hablarnos, por lo menos, una semana.
—Dios —murmuro de pronto al abrir mis ojos y alejar el teléfono de mi oído para colocarlo en su lugar correspondiente—. Solo espero que esta vez no se lo diga —deseo en voz alta.
—Bueno… —inhalo y exhalo lentamente—, creo que solo es cuestión de esperar —preciso; y decido ir a sentarme en el cómodo sofá de la sala para esperar al hombre del cual seguía enamorada.
Teníamos tropiezos; muchos tropiezos (demasiados en sí), pero, a pesar de ello, tenía que intentarlo. No podía tirar por la borda más de 15 años de relación.
—Solo una vez más —articulo al tiempo en que me voy acostando sobre el sofá para esperar a mi marido—. Solo una vez más —repito; y después, solo me dedico a escuchar la hermosa canción de Faith Hill que sonaba en mi estéreo: Like we never loved at all.
* * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * Lorey * * * * * * * * * * No sé cuánto tiempo había pasado desde que me senté a esperarlo en el sofá, pero, en este momento, lo único que sabía era que me había quedado dormida en una mala posición sobre este y aquello se reflejaba en el moderado dolor de cuello que sentía en este preciso instante. —Ah… —me quejo al llevar una mano hasta mi nuca— Dios —siseo—, pero qué hora será —agrego adormilada mientras procedo a tallarme los ojos con mis manos para después observar mi reloj de pulsera. Cuando hago ello, me quedo totalmente absorta ante la hora que este marcaba. —¿Qué? —articulo sorprendida al levantarme rápidamente del sofá—. Esto no puede ser cierto —pronuncio al caminar hacia mis ventanas—. Esto no… ¡Ah! —me quejo al abrir mis cortinas y, por instinto, con uno de mis brazos, me cubro los ojos para evitar que la luz me siga dañando las vistas. —¡Carajo! —exclamo no muy fuerte al alejarme de la luz por compl
* * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * ** * * * * * * * * * * Leo * * * * * * * * * * *—Tu sei un ometto molto intelligente —le digo a mi pequeño hijo de 7 años (el último de los tres que tenía) al terminar de colocarle su pequeña corbata de moño.—Io voglio essere come te, papà —responde de inmediato y, aquello, me hace dirigir mi mirada hacia él al tiempo en que coloco mis manos sobre sus pequeños hombros.—Tú serás mejor que yo, Fabrizio —le digo con firmeza al mirarlo fijamente—. Mucho mejor —enfatizo sin titubear—. Y quien diga lo contrario —hablo mientras sigo centrado en sus pupilas negras—, no sabe de lo que está hablando —completo—. È un scemo —especifico divertido; y mi hijo sonríe (lo cual me parece curioso).—Ti amo, papà —expresa de repente.—Io ti amo di più, Fabrizio —le contesto; y él se queda observándome unos segundos hasta que, de manera sorpresiva, se acerca a abrazarme.Ante el gesto de mi hijo, solo me limito a recibirlo en mis brazos y estrecharlo fue
* * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * ** * * * * * * * * * * Leo * * * * * * * * * * *—Suban al auto, bambinos —le indico a mis hijos.—Papá, por favor, ya deja de tratarme como a un niño —me reclama Luciano, pero yo solo me limito a sonreírle.—Para mí siempre serás mi bambino, Luciano —le digo al acercarme a la puerta del copiloto para poder abrirla para mi esposa—. Por favor, amor...—Grazie —responde ella con poco humor para después abrir su cartera, sacar un espejo y, así, poder revisar su maquillaje.Ante ello, yo cierro la puerta y solo atino a caminar hasta el asiento del conductor para tomar mi lugar.—¿Listos? —interrogo al ver a mis hijos por el espejo retrovisor—. ¿Luciano?—Sí, papá —responde como aburrido; y eso me hace sonreír—; solo avanza —me pide.—¿Franco? —indago al mirar a mi hijo de 15 años (quien estaba concentrado en su consola portátil de videojuegos)— ¿Franco? —repito una vez más; y levanta su mirada hacia mí.—¿Qué? ¿Qué pasa? —Lo voy a tomar co
* * * * * * * * * * * Leo * * * * * * * * * * *—Por favor, Norka, no empecemos ahora —le pido al beber un poco más de mi copa de champaña.—Me dejaste en ridículo frente a los periodistas, Leonardo —señala furiosa nuevamente; sin embargo, tenía la habilidad para no demostrarlo. Aunque, para mí, que ya llevábamos dieciocho años de casados, era demasiado evidente.—Discutamos esto en casa —le solicito al mirarla fijamente.—Claro que lo vamos a discutir en casa como es debido —señala ella de manera obvia—. ¿Acaso crees que te daré el gusto de formar un escándalo para que después estén hablando de lo mala esposa que soy? —interroga indignada.—Norka… —exhalo pesadamente antes de continuar hablando—, por favor…, no sigamos discutiendo ahora —le pido muy sincero—. No me gusta discutir contigo —le preciso al tiempo en que llevo una de mis manos hasta una de sus mejillas; y la acaricio—. Te amo, Norka —le recuerdo como cada día— y quiero que, al menos por esta noche, dejemos nuestras diferen
* * * * * * * * * * * Leo * * * * * * * * * * *—¿Qué sucede ahora? —pregunta Max cuando hemos llegado al siguiente jardín de la mansión en la que nos encontrábamos. Ahora, ya podía hablar con mi amigo con total libertad y sin el temor de ser escuchado por algún paparazzi que llegara a malinterpretar las cosas.—Lo mismo de siempre… supongo —le digo al tiempo en que escondo mis manos en cada bolsillo de mi pantalón.—¿Por qué discutieron esta vez? —pregunta mientras continúa caminando para alejarse un poco más.—Es… absurdo —le digo algo decepcionado mientras lo sigo.—Nada es absurdo en un matrimonio, Leo —indica mi amigo—. ¿Qué pasó? —interroga interesado.—Acabamos de discutir por la prensa —señalo; y, cuando digo ello, aquel se gira a verme.—¿La prensa? —cuestiona un poco sorprendido—. ¿Qué pasó con la prensa ahora? —interroga al fruncir su entrecejo —. ¿Acaso han vuelto a…—No, no es eso —le contesto al interrumpirlo—. No tiene nada que ver con lo que pasó —le digo.—. Porque si
* * * * * * * * * * * Leo * * * * * * * * * * *Luego de la respuesta de Max, me quedé pensando, unos minutos, en silencio. Mi amigo estaba concentrado terminando de fumar su cigarrillo y no decía ni una sola palabra (y eso lo agradecía). La respuesta de Max había sido, en conclusión, que, tal vez, nunca he amado a Nora, pero aquello era absolutamente falso.—Te equivocas —respondo de manera rotunda; y, así, me gano la atención de mi amigo.—Bueno, es una posibilidad —contesta aquel.—Max —lo nombro—, te puedo asegurar que me casé con Norka amándola —le digo; y aquel me mira a los ojos—. Y sí —añado—, tal vez, me apresuré un poco —reconozco—, pero no me arrepiento de haber hecho eso —le digo sincero—. Norka es la mujer que trajo al mundo a las personas que más amo —agrego— y, siendo sincero, yo también he tenido culpa en que nuestro matrimonio no estuviese funcionando como debería ser —admito—. Creo que debí haber esperado, un poco más, para tener a Franco —le digo al girarme a verlo
* * * * * * * * * * * Leo * * * * * * * * * * *Luego de salir de la recepción sin haberme despedido de algunos de mis socios, mis hijos, Norka y yo subimos al auto y estábamos regresando a nuestra casa; sin embargo…—Niños, hoy se quedarán con sus abuelos —les comunico; y puedo ver cómo mi comunicado toma por sorpresa a Norka.—¿Qué estás diciendo? —interroga ella en forma de reclamo.—Tú y yo necesitamos hablar, Norka —le explico lo más tranquilo posible—. Y necesitamos nuestro espacio para hacerlo.—No tengo ganas de hablar —responde frontal—, así que olvídate de la estúpida idea de llevar a nuestros hijos con tus padres —puntualiza demandante— ¡y conduce directo hacia la casa! —ordena un poco exaltada.—Tenemos que hablar seriamente —le informo sin quitar mi mirada de la pista—, así que los niños irán a la casa de mis padres —determino firme.—Detén el auto —demanda seria, pero no le hago caso— ¡Detén el auto! —grita.—Debes tranquilizarte —le pido al seguir con mi mirada al frent
* * * * * * * * * * * Leo * * * * * * * * * * *Luego de haber dejado a mis hijos en la casa de mis padres, Norka y yo nos fuimos rumbo a la nuestra. Durante todo el camino no habíamos cruzado palabra; y eso lo agradecía, ya que, de lo contrario, si cualquiera de los dos hubiese articulado alguna, lo más probable fuera que iniciemos otra discusión mayor; sin embargo, el haberla amenazado con hacer un escándalo para que la prensa viniera, fue de gran ayuda. Aunque me avergonzaba por haber recurrido a ello para tranquilizarla, no se me ocurrió otra idea mucho más efectiva.Sigo conduciendo por la carretera hacia mi casa (la cual se encontraba muy lejos de la ciudad). Había decidido comprar aquella casa para escapar del gran escándalo que se había formado hace poco más de un año; y fue lo mejor. Al menos, Luciano se sintió más cómodo al igual que Franco y Fabrizio (a quien le gustaba recorrer los jardines de aquella.—Conduces demasiado lento —me sorprende escuchar la voz de mi mujer—. V