CAPÍTULO 28: TÍMIDA SEDUCTORA

LAURA JENNER

—Muchas gracias por ayudarme con tan poca antelación Román—, le agradezco mientras se sienta a mi lado en su avión privado.

—De nada, guapa. Cualquier cosa por los dos—, me dijo dedicándome una pequeña sonrisa. —¿Qué ha pasado esta vez?—, me preguntó girando su cuerpo hacia mí. Miré la revista que tenía delante. Cuando le cuento esto a alguien, me siento tan avergonzada de mí misma. Si me hubiera dirigido a él y le hubiera preguntado qué pasó aquel día, ya estaríamos juntos.

—Le dije la verdad.

—¿Y?

—Me dijo que debería haberle preguntado de qué iba la apuesta y haber hablado las cosas con él—, casi susurré.

—Es verdad. Pero tampoco te culpo, porque entonces sólo tenías dieciséis años, cuando todos teníamos dieciocho—, bromeó. Odio que me digan eso. Me salté dos cursos porque sacaba buenas notas. Pero ahora le sonreí porque intentaba hacerme sonreír.

—Basta—, le dije, y se echó a reír. Por alguna razón me reí con él. Después de un minuto los dos dejamos de reír.

—¿Cómo va
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