LAURA JENNER—¿Es este mi castigo? —le pregunté mientras me ponía la camiseta blanca que me había dicho que me pusiera y que suele llevar cuando va a trabajar. Él está de pie delante de mí solo en su pantalón de chándal, dándome una vista completa de su pecho caliente desnudo y abdominales. Juntó las manos cerca del pecho, mirándome de arriba abajo. ¡Está tan bueno!—No. Esto es solo el principio—, dijo sonriendo arrogantemente. Apreté la mandíbula.—Nate. Vamos. ¿Es necesario este castigo? —le pregunté alzando las cejas. Me sonrió.—Oh, nena, sí que lo es. Es divertido. Me gusta cuando te enfadas. Te pones fogosa y te comportas como una gata salvaje, llamándome 'Nate' una y otra vez por la rabia—, dijo mientras se acercaba a mí. Puse los ojos en blanco. Si cree que esto es divertido, ¡voy a enseñarle lo que es la diversión!—Sí, muy divertido—, dije sarcásticamente.—Por cierto, estás muy sexy con mi camiseta—, me dijo mientras me cogía de la mano y me sacaba del dormitorio con él.—
LAURA JENNERMe levanté rápidamente de su regazo y corrí hacia el salón antes de que pudiera atraparme.Me reí mientras corría y me escondía detrás del gran sofá.—¡Laura, será mejor que salgas ya! — gritó mientras se llevaba las manos a la cintura.Le miré desde el sofá mientras él se daba la vuelta por detrás, mientras yo seguía escondida detrás del sofá. Entonces se dio la vuelta y antes de que pudiera esconderme me vio. Saltó por encima del sofá y yo grité antes de volver a correr.—¡Espera! — gritó. Solté una risita y corrí hacia el comedor.—¡No podrás atraparme! — bromeé mientras corría, todavía riendo en mi estado de ánimo despreocupado.—Espera hasta entonces. Cuando te coja, ya verás — gritó y yo le mordí la lengua como una niña pequeña.Estaba corriendo de vuelta al salón cuando me cogió y tiró de mí hacia su pecho por detrás. Pateé las piernas en el aire, pero él me levantó del suelo y me llevó hasta el sofá del salón. Me puso en el sofá y me inmovilizó contra él antes de
LAURA JENNERSiento que alguien juega con mi pelo y siento unos labios en la frente.—Nena, despierta. Ya son las siete de la mañana—, oí que me decía una voz masculina y sexy. Sabiendo quién es, abro lentamente los ojos y le miro. Mi cara está a escasos centímetros de la suya. Sus ojos se clavan en los míos y yo le devuelvo la mirada. Su mano me acaricia la mejilla.—Buenos días—, le dije y me senté en la cama.—Muy buenos días—, sonrió sentándose a mi lado.—Nate, ¿puedo preguntarte algo?—, le pregunté volviéndome hacia él.—Sí, cualquier cosa—. Él también se volvió hacia mí.—Um... ¿Por qué me ob
LAURA JENNERSalimos del ascensor de su despacho y nos dirigimos hacia su camarote. Mantengo la mayor distancia posible con él. Él sigue intentando acercarse. Siento su mano en mi cintura y le miro. Pero se dirige a su habitación. Llegamos a su habitación, empujo la puerta antes de entrar y de repente me inmoviliza contra la pared de cristal junto a la puerta.—No puedes mantener la distancia entre nosotros. No te lo permitiré—, dijo y me besó los labios antes de caminar hacia su asiento.—Nate, deja de hacerlo todo el tiempo—, le dije caminando detrás de él.—¿Dejar de hacer qué?—, preguntó mientras se sentaba en su gran sillón de cuero negro.—Inmovilizarme, tirar de mí, eso que haces de repente—, le dije poniéndome a su lado. Me miró sonriendo.—Oh, pero no puedo contenerme—, sonrió seductoramente. Puse los ojos en blanco y negué con la cabeza antes de alejarme. Nunca cambiará. La misma arrogancia, el mismo él.—Nena—, oí que me llamaba y me di la vuelta. Caminé hacia donde él esta
LAURA JENNERNate simplemente le ignoró y me cogió en brazos de Mike mientras yo me bajaba de los de Mike e intentaba ponerme en pie. Me llevó hasta el sofá de su gran camarote y me colocó suavemente en él. Le miré y antes de que pudiera decir nada, volvió con Mike y le miró. No pude ver la cara de Mike, sólo la espalda de Nate. Le oí decir a Mike.—Será mejor que huyas ahora de aquí y una cosa más. Estás despedido—, dijo y cerró la puerta en su cara. Me quedé con la boca abierta. ¿Acaba de despedir a Mike? No había hecho nada. Volvió a acercarse a mí.—¡Nate! Me acaba de ayudar, ¡porque no puedo estar de pie! Tengo un esguince en el tobillo, ¡así que me ha traído hasta aquí!—, intenté explicarle. Se detuvo y se sentó frente a mí.—No me importa. ¿Qué pierna?—, preguntó fríamente.—Ya. Pero aún así, Nate. No es fa...—, empecé, pero me cortó cogiéndome el tobillo con la mano y echándole un vistazo. Me quitó los tacones de las dos piernas y empezó a masajearme la derecha.—Ya no llevará
LAURA JENNEREs la hora de comer y Nate sigue trabajando. Está tecleando furiosamente en su portátil. Yo me acabo de sentar en el sofá porque me duele un poco el tobillo. Pero el dolor es menor que por la mañana. Ya puedo moverlo.—¿Ya está mejor?—, me pregunta mirándome.—Sí—, le dije asintiendo. Después de que me diera un ligero masaje, me sentí mucho mejor.—¿Te lo vuelvo a masajear?—, preguntó mientras cerraba el portátil y ponía la tapa en su sartén mientras se levantaba y se acercaba a mí.—No, no. Estoy bien y gracias por el masaje—. Se sentó a mi lado.—No hay de qué. Cuando quieras, pequeña—, me dijo cogiéndome las piernas y poniéndoselas de nuevo en el regazo.Se hizo un silencio confortable entre nosotros cuando sonó su teléfono. Lo sacó del bolsillo y yo me quedé mirándole. Vio la identificación y sonrió. Le miré confusa mientras él me miraba sonriente. Contestó a la llamada y se lo acercó a la oreja.—¡Hola princesa!—, dijo y yo también sonreí. —Soy Amelia. —Luego puso el
LAURA JENNERNate abrió la puerta del coche y yo salí, cogiendo la mano que me daba. Entramos en el ascensor y pulsamos el botón. Pronto llegamos a su piso y ambos salimos del ascensor. Nate fue directo a su habitación y se tumbó en la cama con la espalda apoyada en ella y separó los brazos, intentando relajarse.Pobrecito. Hoy ha trabajado mucho. Está estresado. Ahora tenemos que ir a la fiesta. Por eso estamos en casa a las cinco y media. Cierra los ojos y respira un poco. Tengo tantas ganas de dormir a su lado y ponerle la mano en el pecho para masajearle los hombros y liberarle del estrés. Pero no lo hago. Me quedé mirándole fijamente.—Nate, ¿estás bien?—, le pregunté de pie al borde de la cama, observándole. Abrió los ojos y me miró. Se sentó sobre el codo izquierdo para mirarme.—No—, respondió.—¿Puedo ayudarte? Pareces muy estresado—, le dije acercándome a él.—En realidad, sí. Pero no ahora. Esta noche, cuando gane—, sonrió y le fulminé con la mirada. ¡Urrgh! Su arrogancia.
LAURA JENNER—Nate.—No puedo evitar decirlo. Estás más guapa de lo normal—, dijo mirándome a los ojos. Me sonrojé ante su comentario. Es una sensación totalmente diferente cuando la persona a la que quiero me hace un cumplido. No puedo contener el rubor. Me aparté el pelo detrás de la oreja.—Gracias.—Todavía te dura la costumbre, ¿eh?—, comentó mientras cogía la mano con la que me echaba el pelo hacia atrás. Siempre que me siento tímida o nerviosa me pongo el pelo detrás de la oreja.—Sí—, respondí tímidamente mirando hacia abajo. Me cogió de la mano y tiró de mí.—Vamos—, dijo mientras me acompañaba fuera de la habitación.—Ahora yo tengo nueve años y tú once. Desde que me devolviste los tacones—, le recordé.—Aún así estás dos puntos por detrás de mí.—Puedo superarlo.—Ya veremos—, dijo mientras entrábamos en el ascensor y éste se ponía en marcha al pulsar el botón. Pronto llegamos a la planta baja y nos dirigimos a su coche. Nos sentamos en su coche. Conduce y pronto estamos en