Royal subió las escaleras con la intención de dirigirse a la habitación de su madre. Cada paso que daba reflejaba su enojo y la única manera de apaciguarlo era hablando directamente con ella. Mientras no lo hiciera, sus llamas no se calmarían.Al llegar, golpeó la puerta un par de veces, y al cabo de unos segundos, Regina abrió, mostrando una ligera expresión de sorpresa, pues no acostumbraba recibir la visita de su hijo en su cuarto.—¿Royal? —pronunció—. ¿Qué haces aquí a estas horas? ¿No deberías estar en la empresa?—Necesito hablar contigo, madre —declaró, ignorando la pregunta de Regina.La señora alzó una ceja, un tanto desconcertada por la actitud de Royal.—Está bien. Pasa —invitó, haciendo un espacio para que el hombre pudiera ingresar al cuarto. Sin embargo, Royal se negó.—No. Hablaré desde aquí, trataré de ser breve —indicó.Regina entrecerró los ojos. Royal se veía muy serio, así que probablemente la conversación no sería muy agradable.—Dime —articuló.—Solo voy a adver
Al escuchar las palabras de Royal, Kisa sintió cómo sus mejillas se encendieron ligeramente debido a que el rubor se asomó en su rostro.—¿Por qué de repente me dices esas cosas? —preguntó.—No es de repente —respondió—. Tú has hecho muy bien todo y lo bueno merece ser reconocido. Eres increíblemente capaz, Kisa. Me has demostrado que eres una mujer que se esfuerza, que trabaja duro, que es inteligente. Me siento afortunado de tener a alguien como tú a mi lado. Hubiese sido un grave error casarme con Magalí, ella nunca se llevó bien con Coral, y además le hacía daño a mis espaldas. Pero gracias a ti, todo eso quedó en el pasado, y siempre estaré profundamente agradecido por todo lo que has hecho por mi familia.—Ya me has dicho eso muchas veces —respondió con humildad—. Yo te agradezco por recibirme en tu casa y por haberme dado la oportunidad de ofrecerle a mi hermana una vida mejor. A veces pienso que todo lo que me ha pasado hasta ahora es un milagro.—¿Un milagro? —repitió—. ¿Eso
Kisa sintió un nudo en el estómago mientras trataba de tragar saliva. Las palabras de Royal eran demasiado para ella. Su pecho parecía estar a punto de explotar debido a las emociones contradictorias que habían surgido en su interior y no sabía bien cómo manejarlas. Nunca se había sentido así.—Pero... —inhaló aire para recobrar fuerzas para hablar—. Tú y yo no nos queremos, Royal —asumió, a lo que el hombre ladeó levemente la cabeza.—¿Eso crees? —puso en duda—. ¿Acaso yo no te gusto ni siquiera un poco?Kisa sabía la verdad en su corazón. ¿Cómo podría no gustarle? Royal era un hombre atractivo, educado, un padre amoroso. Era el tipo de hombre que cualquier mujer desearía. Respetuoso, amable, generoso. Aunque lo había conocido en las peores circunstancias, con el tiempo había llegado a descubrir un hombre excelente detrás de su fachada. Pero aun así, se aferró a su razonamiento.—El matrimonio es mucho más que simplemente gustarse, Royal. No basta con que yo piense que eres lindo.Ro
La noche de Navidad llegó y el ambiente en la casa era alegre. Después de la cena, todos se reunieron alrededor del árbol para abrir los regalos. La mansión estaba llena de risas, los empleados se unieron a la celebración, y aunque Regina permanecía con su habitual expresión seria, la mayoría de los presentes disfrutaba del momento.Sin embargo, la paz de la noche fue interrumpida por el sonido del timbre y todos se miraron extrañados. Sea quien fuera, era una visita inesperada.Royal pensó que quizás podría tratarse de Marshall, aunque no era común que se apareciera en Navidad. Aun así, no le dio mucha importancia.Una empleada de la mansión se dirigió a la puerta para abrirla. Al hacerlo, se encontró con una figura conocida, pues como era alguien que trabajaba para la familia desde hacía años, pudo reconocer a quien estaba detrás del umbral.Lo que sucedería a continuación estaba lejos de lo que cualquiera de ellos podría haber anticipado. La noche, que había comenzado con alegría y
Royal estaba a punto de girarse y regresar al interior de la mansión cuando sintió las manos de Katherine agarrando firmemente su brazo. La fuerza en su agarre y la súplica en sus ojos lo detuvieron momentáneamente. —Por favor, Royal —insistió ella con un tono desesperado—. No me iré de aquí sin ver a mi hija. Es Navidad, ¿no lo entiendes? Quiero verla, abrazarla, saber cómo es. He pasado años imaginando su rostro, soñando con esta ocasión. Nunca la he visto, Royal. Pensé que la conocería a través de los medios, de los periódicos, pero tú siempre has sido tan reservado. Nunca te presentaste con ella. Siempre fuiste así, distante con los periodistas, pero entiendo que eres un padre protector. Por eso no he podido verla, no tengo idea de cómo luce. Necesito conocerla.Royal se soltó bruscamente, apartando su brazo de sus manos. La manera en que la miraba era helada, como si no hubiera forma de que su corazón se compadeciera de ella.—No seas cínica, Katherine. A ti nunca te ha importad
Kisa observó con preocupación la manera en que el rostro de Royal se tornaba pálido, casi cadavérico, y notó un ligero temblor en sus manos. Era evidente que la conversación con Katherine lo había afectado profundamente. Sus ojos, normalmente decididos y agudos, ahora parecían perdidos, como si estuviera luchando por mantenerse en pie.Con suavidad, Kisa le tocó el hombro, tratando de anclarlo a la realidad.—Royal —susurró—. ¿Qué tal si vamos al sótano? No te ves nada bien.Royal levantó la vista hacia ella, moviendo la cabeza de arriba a abajo.—Sí, tienes razón. No me siento bien, será mejor que vayamos.Sin esperar más, Kisa le pasó un brazo por la espalda para ayudarlo a caminar. Sus pasos eran pesados y Royal se apoyaba en ella más de lo que quisiera admitir. Mientras avanzaban por la mansión, ambos hicieron todo lo posible por evitar la sala principal, donde el árbol de Navidad y los demás de la familia se encontraban. Royal no quería que nadie lo viera en ese estado, vulnerabl
Poco a poco, sus palabras parecieron serenarlo. El temblor en sus manos disminuyó, aunque sus dedos seguían ligeramente rígidos, como si la parálisis interna no quisiera desaparecer completamente. Sus músculos, que se habían tensado como cuerdas, comenzaron a aflojarse despacio, como si la presión estuviera comenzando a ceder. El sudor en su frente se secaba, y su respiración, que antes era superficial y rápida, comenzaba a estabilizarse.Sus ojos, que antes brillaban con una desesperación silenciosa, comenzaron a enfocar de nuevo. El color de su rostro regresaba gradualmente a un tono más natural, aunque todavía con una ligera palidez. A medida que los síntomas disminuían, la rigidez en su cuello y hombros se desvanecía, y él podía sentir cómo, poco a poco, su cuerpo volvía a ser suyo. Era como si un peso invisible se estuviera levantando, y sus músculos, antes tan duros, comenzaban a relajarse.Su mente seguía nublada por un instante, todavía atrapada en los recuerdos y las emocione
Un par de días después de Navidad, Royal regresó a la empresa para retomar sus labores habituales, y como siempre, Kisa también volvió a su puesto como su secretaria. Ella estaba concentrada ayudándole con algunos documentos, organizando y revisando papeles cuando, de repente, su mirada se quedó incrustada en él. Kisa lo observó con detenimiento y sus iris recorrieron cada detalle de su rostro.Royal, sintiendo la intensidad de su mirada, levantó la vista de los papeles que tenía en sus manos. —¿Quieres decirme algo? —articuló.Kisa se sorprendió por su pregunta debido a que no se percató de que estaba siendo muy obvia.—Quiero saber si te sientes bien —expuso, a lo que Royal le dedicó una sonrisa tranquila.—Por supuesto. Contigo cerca de mí, me siento bastante bien.Kisa desvió la mirada y una sonrisa tímida se dibujó en sus labios. Sintió cómo sus mejillas se calentaron ligeramente, y aunque trató de ocultarlo, la dulzura de la situación la sobrecogió. —No dudes en decirme cualqu