La habitación estaba sumida en la penumbra, apenas iluminada por la luz tenue de la luna que se filtraba a través de la cortina. Kisa dormía plácidamente al lado de Royal, con su respiración pausada y tranquila. La noche parecía serena, pero en la mente de Royal se gestaba un torbellino incontrolable.Dentro de su sueño, él estaba atrapado, rodeado por una oscuridad total que lo envolvía por completo. No sabía cómo había llegado allí, lo único que sabía con certeza es que estaba consciente de cada detalle de su entorno, y ese conocimiento solo aumentaba la sensación de claustrofobia que lo cubría. La penumbra lo rodeaba, pero no era solo la ausencia de luz lo que lo aterraba, era la sensación de estar completamente aislado, como si el espacio mismo se estrechara a su alrededor.Las paredes de madera crujían con cada respiración acelerada que intentaba tomar, y en ese sonido sordo, casi agonizante, sentía que su mente se iba desmoronando poco a poco. Intentó moverse, pero sus extremida
Las noches de Royal se convirtieron en una batalla constante. No todas las noches eran un tormento, pero al menos dos veces por semana la pesadilla volvía a envolverlo en su cruel abrazo. Era siempre la misma: la asfixiante oscuridad, el ataúd cerrado, la sensación de estar atrapado bajo metros de tierra, sin poder moverse ni gritar. Se despertaba de golpe, empapado en sudor frío, con el corazón golpeándole el pecho como si quisiera escapar. Y cada vez, Kisa estaba allí para calmarlo.—Royal, estás a salvo… —le susurraba con dulzura y sus manos acariciaban su rostro húmedo de sudor, tratando de anclarlo a la realidad.Royal solo jadeaba y asentía, intentando controlar su respiración, como si se aferrara a la última pizca de control que le quedaba. Sus ojos, vidriosos y parpadeando con rapidez, no podían ocultar el temor que lo consumía desde adentro. Cada vez que cerraba los ojos, las sombras de su mente lo atrapaban de nuevo y los ataques de ansiedad, que al principio parecía que pod
Royal y Kisa estaban juntos en su cuarto, disfrutando de un momento de tranquilidad después de un largo día. La luz cálida de la lámpara de noche iluminaba suavemente la estancia y el silencio compartido entre ellos era cómodo, casi reconfortante. Kisa, recostada sobre el pecho de Royal, deslizó sus dedos sobre su brazo, pensativa.—Aún no le hemos dicho a Coral que estoy embarazada —resaltó.Royal entrecerró los ojos, reflexionando sobre sus palabras. Luego, la miró con una pequeña sonrisa.—¿Quieres que lo hagamos juntos?Kisa alzó la vista, encontrándose con sus ojos claros.—Preferiría hablar con ella a solas, entre mujeres, si me lo permites... —hizo una breve pausa, insegura—. Y si no te enfadarás por eso.Royal soltó una pequeña risa y negó con la cabeza.—No, para nada. Sé que entre ustedes hay una confianza muy grande y me alegra mucho que así sea. Así que si quieres hablar con ella y decírselo por ti misma, hazlo. No te lo impediré y tampoco me molestaré por ello.Kisa suspi
La cocina estaba en completo silencio, solo se escuchaba el tenue sonido de la cuchara de Kisa dando vueltas en una pequeña taza, pues preparaba una chocolatada para Coral. De pronto, sintió una presencia detrás de ella. Se giró lentamente y allí estaba Regina, de pie en el umbral de la entrada, observándola con una expresión que no pudo interpretar. No dijo nada al principio, solo la miró fijamente, como si analizara cada detalle de su rostro, cada movimiento de sus manos, cada respiración.Kisa se mantuvo en su lugar, sosteniendo la cuchara, mirándola de vuelta con la misma intensidad. Había algo en el ambiente, una carga eléctrica que llenaba la cocina, un peso de palabras no dichas que colgaba entre ellas. No era la primera vez que se encontraban a solas, pero esta vez era diferente. Esta vez no había una disputa abierta, ni palabras envenenadas entre ellas. Finalmente, después de varios segundos que parecieron eternos, Regina suspiró y cruzó los brazos sobre su pecho.—Pensé que
Kisa estaba completamente sorprendida por las palabras de Regina. No esperaba, ni por un instante, que ella reaccionara de esa manera. Todo lo que le estaba diciendo era tan inusual que por un momento pensó que quizás Regina se estaba forzando a decir esas cosas por simple obligación, por cumplir con algún tipo de deber moral. Pero no. No tardó en darse cuenta de que estaba siendo sincera, de que cada sílaba que salía de su boca era honesta y nacía desde lo más profundo de su corazón. Regina nunca había sido una mujer que hiciera cosas por compromiso, sino que siempre actuaba por convicción, y si estaba diciendo todo aquello, era porque realmente lo sentía.—Señora... yo le agradezco mucho sus palabras. De verdad. No sabe cuánto me alegra que finalmente me acepte en su familia. A decir verdad, me dolía mucho cuando usted me juzgaba sin siquiera conocerme. Me lastimaba que me mirara con tanto desprecio. Pero traté de comprenderla, de pensar que quizá lo único que quería era proteger a
Regina permaneció en silencio, asimilando cada sílaba. Luego, parpadeó varias veces, con la mirada perdida en un punto indeterminado. Finalmente, asintió con lentitud, como si dentro de ella acabara de tomarse una decisión irrevocable.—Sí… entiendo —replicó en voz baja.—Por eso la necesito aquí, señora. Bueno… no yo, sino Royal. Él necesita a toda su familia a su lado en este momento. Debemos estar con él, asegurarnos de que sepa que no está solo, que siempre tendrá un hogar donde sentirse seguro. Cada vez que despierte asustado, creyendo que está atrapado nuevamente en ese lugar oscuro y sofocante, quiero poder recordarle que eso ya pasó, que está a salvo, que su familia está con él y que nadie permitirá que algo así vuelva a ocurrirle.Regina la observó en silencio, y poco a poco, sus pupilas se llenaron de una emoción intensa. Había ternura en sus ojos, pero también un dejo de arrepentimiento.—Realmente lo amas… —manifestó conmovida—. Es la primera vez que veo a alguien preocupa
El psiquiatra tomó nota, sin interrumpirlo.—Royal, lo que estás experimentando son síntomas claros de un trastorno de estrés postraumático y ansiedad severa. No tiene nada que ver con ser débil. Tu cerebro está procesando un trauma intenso y necesita ayuda para sanar. Lo primero que haremos será ayudarte a manejar los síntomas más debilitantes con medicación. Voy a recetarte ansiolíticos de acción rápida para los ataques de pánico y un antidepresivo que te ayudará a estabilizar tu ansiedad a largo plazo.Royal frunció el ceño.—¿Tengo que tomar pastillas?—No es obligatorio, pero te facilitará el proceso. Los ansiolíticos no son una solución definitiva, solo un apoyo para que puedas recuperar el control cuando la ansiedad sea demasiado intensa. El antidepresivo tardará un par de semanas en hacer efecto, pero te ayudará a reducir la frecuencia e intensidad de los síntomas. Lo importante es que combines esto con terapia psicológica.—¿Terapia psicológica? —preguntó Royal con cierto esc
A medida que el tiempo avanzaba, el embarazo de Kisa se hacía más evidente, y con él, llegaban nuevas sensaciones, emociones y desafíos. Su vientre se redondeaba con el paso de los días, y aunque al principio había sentido temor por todo lo que implicaba traer una nueva vida al mundo, poco a poco comenzó a experimentar una conexión indescriptible con el bebé que crecía dentro de ella.Desde el momento en que supo que estaba embarazada, Coral, su hijastra de siete años, se mostró emocionada. La pequeña solía apoyar sus manitas en el vientre de Kisa con la esperanza de sentir al bebé moverse.—¿Crees que me escuchará si le hablo? —preguntó una noche, mientras Kisa acariciaba su cabello.—Por supuesto, Coral. Él ya reconoce tu voz —respondió con una sonrisa.A partir de ese día, Coral le hablaba todas las noches, contándole sobre su día, sus juegos y lo mucho que esperaba conocerlo.Marfil, la hermana de Kisa, también jugaba un papel fundamental en este proceso. Con su energía inagotable