—¿Crees que esto ha terminado, Katherine? —cuestionó Regina—. ¿De verdad piensas que tu condena aquí significa que estás a salvo? Estás equivocada. Me estás desafiando… y te lo voy a demostrar.Katherine alzó una ceja, fingiendo desinterés.—¿Ah, sí? —soltó con un tono irónico—. ¿Qué harás, Regina? ¿Pedirle a los guardias que me castiguen? ¿Hacer que me den la comida más rancia? ¿O es que piensas venir todos los días a llorar frente a mi celda por lo que hice?Regina ignoró su provocación y continuó con la misma intensidad en su mirada.—Te haré ver de lo que soy capaz. No vivirás en paz en esta prisión. Me encargaré de que cada día que pases aquí sea un infierno. No hay escapatoria, Katherine. El infierno lo vivirás en esta tierra, en este mundo, en esta cárcel.La sonrisa de Katherine se ensanchó, como si disfrutara del odio que Regina le lanzaba como dagas.—Eres dramática —se burló—. ¿Acaso esto es una telenovela?Pero Regina no se inmutó. Se asomó levemente hacia ella e hizo énfa
El hospital tenía una atmósfera peculiar, donde el tiempo parecía moverse a un ritmo diferente. Los días pasaban uno tras otro, pero dentro de la habitación donde Royal yacía inconsciente, todo permanecía inalterado. El sol se alzaba y se ocultaba tras las ventanas, la vida en la ciudad seguía su curso, la empresa se mantenía en pie gracias a Marshall, quien se encargaba de todo con precisión y dedicación. Sin embargo, dentro de esas cuatro paredes, el mundo parecía haberse detenido, atrapado en un compás de espera interminable.Kisa iba a verlo todos los días. Sin importar cuánto tiempo pasara, sin importar que su cuerpo no respondiera, sin importar que sus ojos siguieran cerrados, ella iba. No podía dejarlo solo, no cuando él estaba atrapado en un sueño del que no podía despertar. Se sentaba a su lado, tomaba su mano y le hablaba con una dulzura llena de dolor, con la esperanza de que, de alguna forma, su voz llegara hasta él.—Royal, quiero que despiertes… —susurraba, acariciando s
Kisa sintió una oleada de emociones apoderarse de su cuerpo. Quería abrazar a Royal, besarlo, llorar contra su pecho, hablarle y que él le hablara, además de gritar de felicidad. Sin embargo, se contuvo. Sabía que lo primero que debía hacer era llamar al médico.Sus latidos retumbana en su tórax mientras buscaba su celular con sus manos que no dejaban de vibrar. Luego, llamó a Gabriel, el médico personal de Royal, quien se había quedado en el hospital monitoreándolo junto con un equipo de especialistas.Pocos minutos después, Gabriel llegó a la habitación. Se acercó a Royal con expresión seria, pero sus ojos reflejaban un atisbo de alivio.—Royal, ¿puedes verme? —preguntó mientras iluminaba sus pupilas con una pequeña linterna.Royal parpadeó varias veces y movió ligeramente los ojos. Su mirada estaba nublada, como si estuviera tratando de procesar lo que veía.—Sus pupilas responden bien —expuso Gabriel, revisándolo con atención. Luego se giró hacia Kisa—. Él está consciente.Kisa si
La recuperación de Royal fue un proceso largo, arduo y lleno de altibajos. Aunque ya le habían dado de alta en el hospital, su cuerpo aún no estaba listo para retomar su vida como antes. Sus músculos, rígidos y debilitados por la secuela que le había dejado su último ataque de catalepsia, necesitaban ser reactivados poco a poco, con paciencia y esfuerzo. Cada día era un nuevo desafío, pero también un paso más hacia la meta: recuperar por completo su fuerza, su independencia y, sobre todo, la vida que quería construir junto a Kisa y el hijo que venía en camino.Los primeros días después de regresar a la mansión fueron difíciles. Royal apenas podía mover las piernas sin que un dolor punzante recorriera sus músculos entumecidos. Pasaba la mayor parte del tiempo en la cama o en una silla, sintiéndose atrapado en su propio cuerpo. La fisioterapeuta que iba a visitarlo cada mañana le explicaba con paciencia la importancia de estimular los músculos.—Tienes que empezar con movimientos mínimo
La habitación estaba sumida en la penumbra, apenas iluminada por la luz tenue de la luna que se filtraba a través de la cortina. Kisa dormía plácidamente al lado de Royal, con su respiración pausada y tranquila. La noche parecía serena, pero en la mente de Royal se gestaba un torbellino incontrolable.Dentro de su sueño, él estaba atrapado, rodeado por una oscuridad total que lo envolvía por completo. No sabía cómo había llegado allí, lo único que sabía con certeza es que estaba consciente de cada detalle de su entorno, y ese conocimiento solo aumentaba la sensación de claustrofobia que lo cubría. La penumbra lo rodeaba, pero no era solo la ausencia de luz lo que lo aterraba, era la sensación de estar completamente aislado, como si el espacio mismo se estrechara a su alrededor.Las paredes de madera crujían con cada respiración acelerada que intentaba tomar, y en ese sonido sordo, casi agonizante, sentía que su mente se iba desmoronando poco a poco. Intentó moverse, pero sus extremida
Las noches de Royal se convirtieron en una batalla constante. No todas las noches eran un tormento, pero al menos dos veces por semana la pesadilla volvía a envolverlo en su cruel abrazo. Era siempre la misma: la asfixiante oscuridad, el ataúd cerrado, la sensación de estar atrapado bajo metros de tierra, sin poder moverse ni gritar. Se despertaba de golpe, empapado en sudor frío, con el corazón golpeándole el pecho como si quisiera escapar. Y cada vez, Kisa estaba allí para calmarlo.—Royal, estás a salvo… —le susurraba con dulzura y sus manos acariciaban su rostro húmedo de sudor, tratando de anclarlo a la realidad.Royal solo jadeaba y asentía, intentando controlar su respiración, como si se aferrara a la última pizca de control que le quedaba. Sus ojos, vidriosos y parpadeando con rapidez, no podían ocultar el temor que lo consumía desde adentro. Cada vez que cerraba los ojos, las sombras de su mente lo atrapaban de nuevo y los ataques de ansiedad, que al principio parecía que pod
Royal y Kisa estaban juntos en su cuarto, disfrutando de un momento de tranquilidad después de un largo día. La luz cálida de la lámpara de noche iluminaba suavemente la estancia y el silencio compartido entre ellos era cómodo, casi reconfortante. Kisa, recostada sobre el pecho de Royal, deslizó sus dedos sobre su brazo, pensativa.—Aún no le hemos dicho a Coral que estoy embarazada —resaltó.Royal entrecerró los ojos, reflexionando sobre sus palabras. Luego, la miró con una pequeña sonrisa.—¿Quieres que lo hagamos juntos?Kisa alzó la vista, encontrándose con sus ojos claros.—Preferiría hablar con ella a solas, entre mujeres, si me lo permites... —hizo una breve pausa, insegura—. Y si no te enfadarás por eso.Royal soltó una pequeña risa y negó con la cabeza.—No, para nada. Sé que entre ustedes hay una confianza muy grande y me alegra mucho que así sea. Así que si quieres hablar con ella y decírselo por ti misma, hazlo. No te lo impediré y tampoco me molestaré por ello.Kisa suspi
La cocina estaba en completo silencio, solo se escuchaba el tenue sonido de la cuchara de Kisa dando vueltas en una pequeña taza, pues preparaba una chocolatada para Coral. De pronto, sintió una presencia detrás de ella. Se giró lentamente y allí estaba Regina, de pie en el umbral de la entrada, observándola con una expresión que no pudo interpretar. No dijo nada al principio, solo la miró fijamente, como si analizara cada detalle de su rostro, cada movimiento de sus manos, cada respiración.Kisa se mantuvo en su lugar, sosteniendo la cuchara, mirándola de vuelta con la misma intensidad. Había algo en el ambiente, una carga eléctrica que llenaba la cocina, un peso de palabras no dichas que colgaba entre ellas. No era la primera vez que se encontraban a solas, pero esta vez era diferente. Esta vez no había una disputa abierta, ni palabras envenenadas entre ellas. Finalmente, después de varios segundos que parecieron eternos, Regina suspiró y cruzó los brazos sobre su pecho.—Pensé que