—Kisa… —pronunció Royal—. Yo jamás te haría algo así a propósito —articuló, mientras que ella permaneció callada. Royal la miró de nuevo, con una súplica muda en los ojos—. Por favor… dime que puedes creerme.Pero Kisa no respondió. No aún.El auto siguió avanzando en la oscuridad de la noche, y entre ellos, el silencio se convirtió en un abismo difícil de cruzar.El trayecto de regreso a la mansión se hizo eterno. Royal, con las manos sobre el volante, contenía las palabras que pugnaban por salir. Sabía que Kisa estaba dolida, que la imagen de Katherine en su cama la había devastado, y que insistir en el tema mientras conducía solo haría que se cerrara aún más. Hablarían en casa, cara a cara, sin interrupciones.Kisa, por su parte, mantenía la vista en la ventana. Las luces de la ciudad destellaban fugazmente en la oscuridad de la noche, reflejándose en sus ojos sombríos. No decía nada. No preguntaba, no discutía, no se quejaba. Solo miraba hacia el exterior como si esperara encontra
—Te entiendo, Kisa —reveló Royal, dando otro paso hacia ella—. Estás celosa porque me amas.Kisa cerró los ojos por un momento, como si quisiera reunir el valor para decir lo que sentía con total honestidad. —Sí, te amo, Royal. Pero por favor, compréndeme. Sé que lo superaré, pero… necesito borrar esa imagen de mi mente.Royal la miró con ternura. La comprendía mejor de lo que ella imaginaba. Sabía lo que era sentir celos, esa punzada en el pecho que te hace perder la razón, el miedo irracional de que alguien más pueda arrebatarte lo que más amas.—Te entiendo más de lo que crees —admitió en voz baja—. Porque si estuviera en tu lugar, si fuera yo quien te viera besando a otro hombre… me volvería loco.En ese instante, un recuerdo cruzó su mente. Marshall. Recordó la vez en que su amigo le confesó que había estado interesado en Kisa, que había sentido algo por ella antes de descubrir que su matrimonio con Royal se convirtió en algo real, más allá del contrato.Royal sacudió la cabeza
Finalmente, Kisa se giró en sus brazos, buscando su rostro. Miró a Royal a los ojos, esos ojos intensos que siempre parecían contemplarla con adoración. Y, sin decir nada, lo abrazó con fuerza, con la necesidad de aferrarse a él, de disipar cualquier duda que pudiera quedar en el aire.Royal no dudó ni un segundo en corresponderle. La estrechó contra su pecho con firmeza, deslizando una de sus manos por su espalda, como si quisiera grabar con su tacto la certeza de que nunca la dejaría ir.—No quiero estar mal contigo, Royal —susurró Kisa contra su cuello, con la voz colmada de sentimiento—. De verdad que no quiero.Se separó apenas lo suficiente para mirarlo a la cara, para que él pudiera ver la sinceridad en sus pupilas.—Por supuesto que dormiremos juntos. Lo que pasó… no fue tu culpa —agregó ella.Royal quiso hablar, pero ella negó suavemente con la cabeza, deteniéndolo.—Sí… esa imagen aún está en mi mente, y me molesta. Pero eso no significa que esté enojada contigo —tomó su ros
El celular de Katherine permaneció en silencio. Royal no respondía, ni siquiera dejaba en visto los mensajes.«No. No puede hacerme esto.» pensó ella, con la ansiedad revolviéndole el estómago.Cerró los ojos con frustración y volvió a intentarlo, mordiéndose las uñas. Marcó de nuevo. Una vez. Dos veces. Tres veces. Finalmente, después de tantos intentos, la llamada se conectó.—¿Qué quieres, Katherine? —la voz de Royal sonó fría e impaciente. Al final, decidió responder porque pensó que quizás la mujer quería hablar de su hija—. Te advierto que solo te escucharé si se trata de Coral, no estoy dispuesto a perder mi tiempo escuchando estupideces.—Solo quiero que me respondas una cosa, Royal —su voz sonó serena, pero en su interior temblaba—. ¿Estás completamente seguro de que entre nosotros ya no hay ninguna posibilidad?Silencio.Katherine tragó saliva antes de continuar.—Dime la verdad. ¿Realmente renuncias a mí? ¿De verdad vas a dejar atrás todo lo que fuimos, todo el amor que nos
Royal ya no había visto los mensajes de Katherine. Su paciencia con ella se había agotado por completo y la única razón por la que no la había bloqueado antes era por el asunto de las visitas a Coral. Pero esa mañana, cuando su teléfono vibró incesantemente con llamadas y mensajes, los había ignorado todos y la bloqueó. Katherine ya no significaba nada en su vida y no pensaba darle más espacio del que ya había tomado.Fue solo hasta el mediodía, cuando Kisa lo llamó, que tuvo un mal presentimiento.—Royal, necesito hablar contigo —expuso ella con un tono de angustia.—Dime, ¿qué pasa?—Katherine estuvo en la mansión —reveló y Royal frunció el ceño de inmediato.—¿Cómo que estuvo en la mansión? ¿Quién la dejó pasar? ¿Y qué hizo esta vez?—Ella... se llevó a Coral.Royal sintió un vacío en el estómago.—¿Qué?—Me lo dijo tu madre —continuó Kisa, sonando inquieta—. Ella le dio permiso para llevarse a Coral.—¿Cómo que mi madre le dio permiso? ¿Por qué?—No lo sé con certeza, pero... Roya
—¿De verdad crees que tienes derecho de llevarte a Coral así como así? —la mirada de Royal se clavó en los ojos de Katherine, sin ocultar su enojo—. Tenías que hablarlo conmigo primero. Yo soy su padre, y soy yo quien debe autorizar algo como esto. No puedes simplemente sacarla de su casa y traerla donde se te antoje, ¿me oíste?Katherine se apoyó en el marco de la puerta con una expresión de fastidio evidente y sus labios se curvaron en una sonrisa irónica antes de responder con un tono de desdén.—Ay, Royal… deja de hacer tanto drama, ¿quieres? —se cruzó de brazos y ladeó la cabeza, como si la escena le pareciera una exageración innecesaria—. En ningún momento dije que no ibas a poder llevártela. Tampoco estoy tratando de secuestrarla.Royal apretó los dientes. Su paciencia se agotaba rápidamente, pero Katherine, con su actitud displicente, parecía disfrutar de provocarlo.—Lo único que quiero —continuó ella, como si no notara la furia en su mirada— es que lleguemos a un acuerdo con
Katherine volvió con el vaso de agua entre las manos, caminando con la calma de alguien que tiene todo bajo control. Royal lo tomó sin dudar, sin imaginarse que en ese instante, sin saberlo, estaba sellando su destino. Bebió el contenido de un solo trago, sintiendo cómo el líquido fresco descendía por su garganta.Mientras él dejaba el vaso vacío sobre la pequeña mesa que se hallaba frente a él, Katherine se sentó a su lado, manteniendo una mirada serena, casi dulce.—La verdad es que me gustaría verla más seguido —manifestó en voz baja, con un deje de nostalgia en sus palabras, a lo que Royal le dirigió una mirada analítica.—¿A Coral?—Sí —asintió Katherine con una leve sonrisa—. Yo la extraño. Me siento plena cuando estoy con ella y ya no quiero alejarme. No quiero irme. No quiero tener que dejarla. Además, odio que siempre esté alguien entre nosotras. Ansío pasar el tiempo a solas con mi hija.Royal suspiró, cruzándose de brazos. Sabía que tarde o temprano esta conversación llegar
El aire en el departamento estaba colmado de un silencio sepulcral, solo interrumpido por el tenue sonido de la respiración irregular de Royal, quien yacía en el sofá, inconsciente. Katherine lo observaba desde arriba, con una combinación de fascinación y ansiedad. Su plan estaba en marcha y no podía permitir que nada saliera mal.Había pasado tiempo planeándolo todo, asegurándose de que cada pieza encajara a la perfección. Desde los paramédicos falsos hasta el acta de defunción, cada detalle había sido meticulosamente calculado. Y ahora, todo dependía de la rapidez con la que ejecutaran cada paso.Katherine respiró hondo y sacó su teléfono, para marcar el número que había memorizado.—Ya pueden venir. Está listo —estableció.Del otro lado, una voz masculina respondió con un tono seco.—Vamos en camino. Cinco minutos.Katherine colgó y se inclinó sobre Royal, acariciándole el rostro con una ternura escalofriante.—No te preocupes, mi amor. Todo estará bien. Pronto estaremos juntos de n