Marshall dejó escapar un suspiro, cruzando los brazos mientras fijaba la mirada en Royal con seriedad. No había rabia en su expresión, ni rencor, pero sí una firmeza que dejaba claro que no pensaba retroceder en su postura.—Escucha, Royal —comenzó con la voz serena, aunque con un matiz de cansancio—. Ya te lo dije antes y lo repito ahora: no tengo ninguna intención de cruzar los límites. Kisa es tu esposa, tu mujer, eso lo tengo perfectamente claro. Jamás he pretendido desafiar eso, ni siquiera se me ha pasado por la cabeza faltarte al respeto de esa manera.Se pasó una mano por el cabello, dejando escapar una risa corta, casi irónica, pero no porque todo eso le resultara divertido, sino porque le costaba creer que pudiera estar en una situación como esa con su amigo.—Siempre hemos sido amigos, Royal. Nunca hemos tenido problemas por una mujer, jamás. Y, por mi parte, esta vez no será la excepción. Entiendo que, para ti, Kisa es territorio prohibido, y lo respeto. He aceptado que mi
Marshall sintió un golpe de decepción que le atravesó el pecho. Sus ojos se oscurecieron ligeramente, y aunque no dijo nada al inicio, su rostro dejó ver una leve mueca de dolor. El gesto fue fugaz, pero suficiente para revelar lo que sentía por dentro: un cóctel de tristeza e impotencia. Le dolía que Royal, su amigo, pensara que su lealtad y su amistad pudieran ser cuestionadas de esa manera. La idea de que no confiara en él, de que no creyera en su integridad, era algo que nunca imaginó que tendría que enfrentar.Sin embargo, en el fondo, comprendía la preocupación de Royal. Sabía que las cosas podían verse mal desde su perspectiva, pero eso no aliviaba el amargo sabor que le dejaba la conversación. En su interior, luchaba entre la decepción por la falta de confianza y el entendimiento de que, tal vez, su amigo solo trataba de proteger lo que más le importaba. —Yo... comprendo —replicó, después de un rato—. Nuestra amistad es más importante que cualquier otra cosa, así que solo nos
El día transcurrió con eficiencia. Kisa no solo se ocupó de su trabajo, sino que también estuvo al tanto de Royal, asegurándose de que no se agotara demasiado.Marfil se había quedado en la empresa recorriendo la mayor parte de las áreas. Era la primera vez que lo hacía, así que Marshall se encargó de darle un recorrido. Él pensaba que Marfil quizás querría trabajar allí después de terminar la universidad, o incluso durante que estudiara, pero Marfil no estaba tan entusiasmada por trabajar. A decir verdad, su sueño era encontrar a un hombre millonario que la sacara de la pobreza.Si bien ya no vivía en la pequeña casa en el barrio humilde del que había salido para vivir en una mansión, sabía que no era suyo y que todo lo que había dentro era prácticamente de su hermana, ya que la casada era ella. Marfil ansiaba tener su propia mansión, su propio dinero, su propio coche y su propia empresa, y pensaba que el camino más fácil y rápido de conseguirlo era a través de un hombre millonario q
Royal estaba a punto de responder con su paciencia colgando de un hilo, cuando Kisa levantó una mano y la apoyó suavemente sobre el pecho de su esposo. No con brusquedad, sino con un gesto claro de que no era necesario que él interveniera y de que le permitiera hablar.Las pupilas del CEO se dirigieron hacia Kisa, comprendiendo la señal que no precisó de palabras.—Katherine —pronunció Kisa—. Me enteré de que mi esposo sufrió un ataque de catalepsia mientras estaba en el hotel contigo anoche. Dime… ¿por qué no contestaste ninguna de mis llamadas?Katherine parpadeó repetidamente, sorprendida por el cambio de tema. Creyó que Kisa querría mostrarse como una mujer empática delante de su esposo, pero más bien lo que salió de su boca fue un reclamo.—¿No te lo explicó Royal? —cuestionó, tratando de evadir la intensidad en la mirada de Kisa.—Sí, me lo explicó —respondió ella con frialdad—. Pero esas razones no tienen sentido. Nada de lo que dijiste justifica el hecho de que tú decidieras i
Regina chasqueó la lengua con evidente desaprobación.—Oh, por favor, Royal. Todos aquí somos adultos. Sabemos perfectamente lo que hacemos. Kisa es una mujer madura, ¿no? Supongo que tiene plena comprensión de la situación. Sabe por lo que está pasando Katherine. ¿O me equivoco?Royal sintió cómo Kisa contenía la respiración detrás de él. No se giró al instante para ver su expresión, pero podía imaginarla.Mientras tanto, Regina prosiguió, sin ninguna intención de echarse para atrás.—No hay necesidad de entrar en detalles innecesarios. No tengo que explicarles con manzanas que Katherine necesita protección en este momento. Se quedará en esta casa, y espero que Kisa lo entienda con la madurez que corresponde. No toleraré caprichos infantiles ni berrinches sin sentido.Royal apretó los puños pues su paciencia se estaba resquebrajando.—Lo que no voy a tolerar es que le hables así a la señora de esta casa —declaró, y Regina lo miró con un brillo desafiante en los ojos—. Kisa es mi espo
Royal sostuvo la mirada de su madre sin titubear.—Estoy dispuesto a proteger a mi esposa de cualquiera que intente lastimarla. Incluso si ese "cualquiera" eres tú.Regina tardó unos segundos en reaccionar. Apretó los puños y negó con la cabeza, como si no pudiera creer lo que acababa de escuchar.—Tienes una casa, madre —continuó Royal—. La misma que mi padre dejó para ti. No estarás en la calle, y no estarás sola. Puedes visitarme cuando quieras, puedes venir a ver a Coral siempre que desees. Te recibiré con los brazos abiertos siempre que respetes a mi esposa.—Me estás quitando toda autoridad... —susurró Regina, a lo que Royal asintió.—Sí. Así es.Las palabras cayeron como un martillo. Regina respiró hondo, tratando de recomponerse, pero su expresión reflejaba que jamás había imaginado que Royal se atrevería a desafiarla de esa manera. Peor aún, a echarla de la mansión.El silencio que siguió fue sofocante, repleto de una tensión latente que se extendía por los muros como una som
Royal sintió que un peso cayó sobre sus hombros con cada segundo que transcurrió. La sola idea de que Katherine se quedara en la mansión lo sofocaba, como si le fuese difícil respirar el mismo aire que ella. No era solo incomodidad, era algo más profundo. Un rechazo visceral, una especie de repulsión que no podía ocultar ni siquiera delante de Kisa.Se pasó una mano por el rostro, exhalando con impaciencia, y luego miró a su esposa con seriedad.—No quiero que ella se quede aquí, Kisa. No la quiero cerca de nosotros. Algo me dice que traerá muchos problemas, que pondrá una barrera entre tú y yo, y que se interpondrá como una sombra en nuestra relación.Lo de Royal no era paranoia, era certeza. Desde el momento en que Katherine había reaparecido en sus vidas, todo se había vuelto más difícil, más enredado.Kisa le sostuvo la mirada con dulzura, tratando de transmitirle tranquilidad.—Royal, te prometo que confiaré en ti. No asumiré cosas sin escucharte y no me dejaré llevar por conclus
La dureza de sus palabras golpeó a Katherine con fuerza y sintió cómo la frustración y el resentimiento se acumulaban en su pecho como un veneno lento. Apretó los labios y, a pesar del torbellino de emociones que la azotaban, logró asentir.—Lo comprendo perfectamente —manifestó, obligándose a mantener una expresión impasible.Sin embargo, por dentro hervía. Odiaba cada palabra que Royal le había dicho, odiaba que todo lo que había logrado obtener se redujera a la compasión de Kisa. Odiaba, más que nada, el hecho de que Kisa tuviera tal influencia sobre Royal, algo que ella nunca pudo alcanzar. Pero por más que aquello la revolviera por dentro, no tenía más alternativa que aceptar la realidad y, si era necesario, utilizarla a su favor.Royal se enderezó y su postura emanó una autoridad irrefutable. Luego, sin dignarse a mirarla más, giró la cabeza hacia su madre.—Madre, espero que por fin estés satisfecha.Fue lo último que le dijo antes de estirar la mano y tomar la muñeca de Kisa,