Richard la observó en silencio, dejando que su mirada vagara sin prisa por cada detalle de su rostro, como si hasta ahora estuviera descubriéndola por primera vez. Era extraño, porque había visto a Marfil muchas veces antes, había compartido momentos con ella, hablado con ella, incluso discutido con ella. Y sin embargo, nunca la había mirado así. Nunca se había detenido a apreciar cada línea, cada curva sutil que conformaba su belleza con la misma intensidad con la que un artista contempla su obra maestra después de plasmarla en un lienzo.Su cabello, de un castaño claro que bajo la luz del sol parecía rozar los tonos dorados, caía con suavidad enmarcando su rostro con la elegancia de una seda fina. Richard notó cómo algunos mechones más claros se mezclaban con otros más oscuros, creando un juego de sombras y luces que acentuaba aún más la delicadeza de su piel. Era una piel tan blanca, tan impecable, que le recordaba la pureza de la porcelana más fina, esa que solo los artesanos más
De repente, hubo un instante en que niguno articuló palabra alguna. Marfil aprovechó el silencio entre ellos y se asomó ligeramente hacia él, apoyándose sobre la mesa que los separaba, lo justo para que su perfume llegara a Richard y para que sintiera la calidez de su presencia sin que fuera demasiado evidente.—No sabía que tenías ese lado encantador —dijo en un tono juguetón—. Siempre eres tan serio… es refrescante verte de esta forma.Él soltó una risa baja, desviando la mirada por un segundo.—No suelo ser así.—Lo sé —alegó ella, con una sonrisa que parecía inocente, pero que en realidad escondía una intención clara—. ¿Entonces eso significa que solo yo puedo verte de esta manera?Richard volvió a mirarla, y de nuevo, sus ojos recorrieron su rostro de manera más prolongada de lo que debería.Marfil lo sintió. Sintió el momento exacto en que él bajó la guardia, cuando su atención dejó de ser simplemente una cortesía y se convirtió en algo más.Ella mordió levemente su labio inferi
Richard y Marfil fueron esa tarde a jugar básquetbol. Pasaron un par de horas hasta que el cielo comenzó a nublarse rápidamente, oscureciéndose de manera inquietante. Los truenos retumbaron en la distancia y los relámpagos iluminaron fugazmente las nubes densas. Richard, al notar el inminente aguacero, sugirió que se fueran cuanto antes para evitar quedar atrapados en la tormenta. Marfil estuvo de acuerdo, y ambos subieron al vehículo.La cancha no quedaba tan lejos, pero sí a una distancia considerable. Richard debía llevar primero a Marfil a su casa antes de regresar a la suya. Sin embargo, cuando estaban a mitad del camino, la lluvia comenzó a caer con una intensidad feroz. En cuestión de segundos, el agua golpeaba con fuerza el parabrisas, y aunque los limpiaparabrisas trabajaban al máximo, apenas lograban despejar la vista. Conducir en esas condiciones se volvió complicado.Marfil, observando la situación, expresó su preocupación.—Richard, no deberíamos seguir avanzando así. Pod
Richard sintió un vuelco en el pecho y su respiración se hizo más pesada. Había algo en la forma en que Marfil lo miraba, en la manera en que sus palabras se deslizaron de sus labios, que hizo que su mente se nublara momentáneamente.—Eso es cierto —logró decir, sintiendo cómo su propia voz sonaba más ronca de lo habitual—. Yo te protegeré. No permitiría que nada malo te pasara, Marfil.Ella sonrió de nuevo, brindándole una sonrisa dulce, casi melancólica. Levantó una de sus manos y la posó suavemente sobre la mejilla de Richard.—Eres un buen hombre, Richard —manifestó—. Abigail es muy afortunada de tener a alguien como tú.El sonido del nombre de Abigail cayó como un recordatorio amargo. Richard parpadeó, como si algo en su mente intentara traerlo de vuelta a la realidad. Pero Marfil no le dio tiempo. Sus dedos rozaron con suavidad la línea de su mandíbula, como si lo estuviera admirando.—A decir verdad… —añadió ella—. Me gustaría algún día conocer a un hombre como tú. Alguien que m
Richard se quedó en silencio, sumido en una maraña de pensamientos y emociones que lo abrumaban. Su respiración era pesada, y sentía una molestia en el pecho que no sabía cómo aliviar. Frente a él, Marfil se levantó del sofá con calma, pero no se acercó más. En cambio, se quedó de pie, mirándolo detenidamente. —Richard... lo siento mucho —dijo ella con suavidad y con una voz envolvente, como si cada palabra estuviera destinada a serenar la tormenta interna que él estaba viviendo—. Fue solo... algo del momento. La lluvia, el aroma del chocolate, la forma en que estábamos conversando... se creó un ambiente tan especial entre nosotros. Supongo que fue fácil dejarnos llevar por la atmósfera.Richard no respondió de inmediato. Sus labios aún ardían con el recuerdo del beso y su mente repitía una y otra vez la sensación de los labios de Marfil sobre los suyos. Fue un beso impulsivo, sí, pero no vacío. Fue un beso que le había gustado, que había despertado algo en él que no debería haber de
Marfil y Richard permanecieron en silencio, con sus miradas atrapadas en una tensión invisible que parecía envolverlos por completo. Ninguno de los dos se atrevía a romper el momento, aunque en sus mentes bullían pensamientos caóticos. Richard, con el peso de la culpa oprimiéndole el pecho, no sabía qué decir ni cómo actuar. Marfil, por su parte, comprendía que insistir demasiado podría ser contraproducente. No quería asustarlo ni hacer que se alejara aún más. La clave estaba en la paciencia, en sembrar la semilla y dejar que él, poco a poco, se acercara a ella por su propia cuenta.El ambiente en la habitación seguía llena de emociones cuando, de repente, la lluvia comenzó a calmarse. Los truenos que antes rugían con intensidad se volvieron más tenues. Fue entonces cuando la señora que les había brindado refugio salió de la cocina y se encontró con ambos de pie, sin moverse ni decir palabra. Su instinto le indicó que algo ocurría entre ellos, por lo que preguntó con amabilidad.— ¿Es
Marfil pasó varios días meditando sobre la mejor estrategia para acercar a Richard a ella sin que él sospechara de sus intenciones. Sabía que no podía insistir demasiado, porque eso solo lo alejaría más. En cambio, debía hacer que él mismo sintiera la necesidad de buscarla, que la extrañara, que deseara volver a verla sin que ella tuviera que dar el primer paso.Por eso, en los primeros días no hizo absolutamente nada. Se limitó a seguir con su vida como si la conversación en el auto nunca hubiera ocurrido. No le escribió, no intentó coincidir con él en ningún lugar, ni siquiera buscó llamar su atención de manera indirecta. Simplemente desapareció de su entorno, confiando en que la ausencia haría su trabajo. Porque si algo tenía claro era que Richard lo disfrutaba, que pasaba un buen rato cuando estaba con ella, que se sentía importante cuando ella lo elogiaba, y que, aunque intentara negarlo, le gustaba su compañía.Sin embargo, conforme pasaron los días y Richard no daba señales de
Lucas soltó una leve risa y asintió.—Tienes razón. No te preocupes, voy en unos minutos —respondió con naturalidad.La chica le dio una palmadita en el hombro antes de despedirse.—Está bien. Nos vemos pronto —articuló, y con una última sonrisa, se alejó.Marfil siguió cada uno de sus movimientos con la mirada, sintiendo una creciente irritación en su interior. El simple hecho de que la chica se sintiera con la confianza suficiente para tocar a Lucas de esa manera la molestó profundamente.—"Está bien, nos vemos pronto" —la remedó, haciendo gestos como queriendo burlarse de ella.De pronto, Marfil giró el rostro hacia Lucas y notó que él sonreía con diversión.—¿Qué te sucede? ¿Por qué sonríes como un idiota? —soltó con tono mordaz.Lucas la miró con una expresión cómica y arqueó una ceja.—¿A qué se debe tanta agresividad? ¿Qué fue lo que te hice?Marfil dejó escapar una risa irónica y lo miró con incredulidad.—¿Te parece poco lo que acaba de pasar?Lucas ladeó la cabeza, fingiendo