—Están en el calabozo —anunció Aleksi.Gianna casi dejó caer la taza de café que sostenía, ¿cómo que tenían un calabozo?Darragh ajustó mejor el nudo de la bata que cubría su desnudez; acababan de regresar del bosque y se encontraban en la recepción de la mansión. Él en su forma de lobo llevó a Gianna sobre el lomo, ella no tuvo energías para transformarse nuevamente. Kilian, adivinando que su hermano era un macho celoso, había pedido que colocaran un morral sobre su torso cuando se convirtiera en lobo, así pudo llevar consigo una bata para Gianna sólo por si las dudas. Por eso la mujer regresó cubierta y sin morir de pena frente a los hermanos de su mate.—Eran cinco, incluido Mark —dijo Darragh—. ¿Los encontraron a todos?—Sí, intentaban huir de los terrenos, pero los atraparon antes —contestó Kilian—. Cornelia ayudó.Gianna frunció el entrecejo, ¿cómo era posible eso? Quizá la loba no sabía que aquellos tipos estuvieron a punto de hacerle la vida más fácil, consideró la pelirroja.
Gianna no supo si era mejor o peor que sus suposiciones fueran erróneas. Ella siempre imaginó que los vampiros vivían en sitios preciosos y cubiertos de lujos; es decir, algunos habían vivido siglos y de seguro poseían muchísimo dinero. Sin embargo, en ese momento se encontraban frente a una vieja fábrica abandonada en medio del bosque que para nada lucía lujosa, sino tétrica y a punto de derrumbarse.—¿Es aquí? —inquirió Cornelia y se abrazó a sí misma—. Es horrible.Darragh suspiró hondo y demoró un momento en responder, pues estaba observando la camioneta de carga que continuaba sacudiéndose de un lado a otro aunque estuviera estacionada. Era evidente que los vampiros ya habían escuchado de su llegada, sus sentidos estaban mucho más desarrollados que los de los hombres lobo.—Es la guarida de un vampiro —explicó Darragh—. Fue quien entregó la sangre eterna a mi abuelo.—¿Y sabe que vendremos? No parece que le gusten las visitas sorpresa —dijo Gianna.—No, no avisé, es decir, no us
—El vampiro que viste se llama William —reveló la misteriosa mujer vampiro con un acento inglés notorio.Gianna estaba tan asustada que sus defensas flaqueaban. Los recuerdos continuaban mezclándose con su presente y le costaba mantener cerrada la puerta de su subconsciente.Darragh la miró, todos lo hicieron.—No sé —murmuró Gia—. Eso creo, era muy pequeña.La vampira sonrió, así parecía inofensiva, pero estaban seguros de que era letal.—Tus años son un pestañeo para nosotros, debe seguir cerca —suspiró la mujer.Gianna rogó que no fuera así. La mujer rió y todos los lobos sintieron un escalofrío descender por su columna.»Viste su rostro real, loba, no muchos pueden contar eso.—Escapé… —No —contradijo el vampiro—. Te dejó escapar, tal vez sólo se estaba divirtiendo.—La eternidad a veces es aburrida —sonrió la mujer—. Si lo vuelves a ver, envíale saludos.Gianna rogó a la Diosa Luna que eso jamás volviera a suceder. El vampiro también sonrió y dijo:—Aceptamos tu regalo, Ashbour
El camino fue silencioso. Demoraron lo mismo en regresar, pero Gianna sintió que tardaron muy poco porque no quería bajar con la botella de sangre eterna.—Me odiarán más —pensó ella para Darragh, a través de su vínculo, mientras contemplaba la sangre en la botella y sentía el calor que desprendía a través del cristal.Darragh suspiró hondo. Sabía que ella tenía razón, pero que también otros lobos podrían intentar atacarla y que era necesaria esa advertencia.Gianna esperó en vano una respuesta por parte de su mate. Supuso que era otra esas decisiones difíciles que debería empezar a tomar si en serio estaba considerando luchar por su unión con Darragh.Él sería el alfa de la manada y estaba capacitado para serlo; ella debía estar a la altura.La camioneta se detuvo frente a la mansión. En la lejanía se podían escuchar algunos aullidos de lobos que continuaban disfrutando de la magia de la luna llena. El lobo ayudó a su Luna a bajar del vehículo y, frente a la mirada rencorosa de Corn
Darragh ya no estaba cuando Gianna se despertó; sin embargo, un espléndido desayuno esperaba por ella en la mesa del comedor. Gia supo que su mate no cocinó, aunque no por eso valía menos el detalle, pues el lobo había ordenado el desayuno a un sofisticado restaurante de la ciudad. Además, una nota escrita de su puño y letra descansaba al lado del plato:«¿Te gustaría trabajar en la empresa?».La loba sonrió al leer la nota. Pudo haberle preguntado lo mismo por mensaje en el celular o incluso a través de su vínculo telepático, pero poseía cierto encanto leer aquella nota con su letra un poco enredada y complicada, así como él.No respondió, necesitaba pensarlo. Desayunó con calma e hizo lo que cualquier chica en su posición haría: llamar a su mejor amiga.Beth trabajaba en el negocio de sus padres, una florería. En realidad, poseían una prestigiosa cadena de florerías a lo largo de todo el país y ella era la encargada de la más grande que se encontraba en el corazón de Manhattan. Gi
Gianna se sintió todavía más importante cuando la misma recepcionista de la última vez —y única vez— la condujo hasta el penúltimo piso del edificio donde se encontraban las salas de juntas más grandes. La mujer no paraba de inspeccionarla; Gianna podía percibir esa mirada escudriñándola mientras subían en el ascensor. La loba ignoraba que todas las mujeres en ese lugar —y algunos hombres— envidiaban a la afortunada de Cornelia por ser la prometida de Darragh Ashbourne; sin embargo, en las últimas semanas habían corrido rumores de que aquello había terminado y luego… que siempre no, que el compromiso seguía en pie. Pero entonces llegaba Gianna, con ese hermoso traje en color beige, su melena roja trenzada y los deslumbrantes ojos azules para ser conducida directo hacia el jefe.¿Entonces? La gente no entendía nada. La recepcionista dedujo que… Gianna era la tercera en discordia, la manzana de la tentación, es decir, la amante.Gianna sonrió, en un intento de ser amable, pero la muje
—Cornelia, basta —espetó Darragh—. No volveré a decirlo.—¡Pero ni estudió! ¡Con suerte sabe leer y escribir!—No aprendí por suerte, aprendí con mi manada y adopté el hábito de leer gracias al ama de llaves de la familia de Mark que me permitía tomar libros de la biblioteca —explicó Gia que estaba harta de sentir vergüenza de su origen humilde, ya no, aunque recordar a Mark provocó una profunda culpa en su pecho.—¡¿Ves?! —chilló Cornelia—. ¡Si para pertenecer a esta empresa debes tener un excelente currículum! ¡Esto es inaudito!Gianna rió, burlona, y cruzó los brazos a la altura del pecho.—Si soy tan insignificante para trabajar aquí, ¿de qué te preocupas? —Gia bajó las manos y colocó una sobre su cintura—. ¿O qué? ¿Te sientes amenazada por mí, lobita?—¿Cómo te atreves? —siseó la morena y sus ojos se tornaron ámbar—. Te despedazaré.—Inténtalo —aceptó Gia al tiempo en que sus ojos azules también se volvieron ambarinos—. Podrías llevarte una sorpresa.Darragh apartó a Gianna; Corn
Darragh atrajo a Gianna hacia su cuerpo hasta que su erección presionó en la entrepierna de ella. La carne húmeda de su Luna invitaba a penetrarla, su erección resbalaba sobre la prenda íntima y mojada mientras con sus manos reconocía la piel blanca de su torso y subían lentamente hasta acunar los pechos resguardados por el sujetador de encaje beige. Él quería verla y eso hizo; se apartó y abrió las piernas de Gianna. La ropa interior transparentaba por la humedad, así que empezó a retirarla por las largas y torneadas piernas de ella. Darragh apretó la mandíbula cuando la prenda colgó del tacón de Gianna, era una imagen sexy, pero al levantar la mirada encontró una escena todavía mucho más sensual.La pelirroja tenía las piernas abiertas, con la falda enredada hasta la cintura y el sexo húmedo dispuesto para él sobre su escritorio. Ella se deleitó con el deseo que brotaba en los ojos de su mate; entonces se deshizo del sujetador y permitió que sus pechos desnudos completaran la esce