Otro nuevo capítulo, me muero por leerlos, siempre. Así que no se detengan al momento de hacerlo. Gracias por leer. Besos...
A la mañana siguiente, todo parecía haber vuelto a la normalidad. Daniel como de costumbre hizo su rutina de ejercicios cardiovasculares, antes de comenzar las faenas de la hacienda, en el gimnasio anexo a la casa. Katherine se levantó mucho más temprano de lo normal, acarició la bola de pelos que terminó instalándose a dormir en su habitación y se duchó. Con su rostro altivo bajó y tomó el desayuno, que sirvió con cierto desgano, ya vuelto costumbre, la sobrina de Marina. Había aprendido a ignorarla, aunque en ciertos momentos le resultaba incómodo que la joven la atendiera. También intentó en diversas ocasiones, fraternizar con la susodicha en cuestión. No obstante, por una u otra cosa, no se sentía segura en su intento y le resultaba un tanto hipócrita el pretender que todo pudiera mejorar. Su rutina de salir hasta el porche de la casa era una de las cosas que en el mes que tenía viviendo con Daniel, tomó como costumbre. Pasar un rato allí y otra ayudando en lo que Marina sólo le
La joven llegó al porche con un mejor ánimo que con el que salió. El sol volvía a salir e iluminar un poco más sus días. Por un momento se permitía ser feliz y no dejarse arrollar por el recuerdo de un beso que nunca debió suceder. Ese abatimiento que quedó tras ser sometida a la indiferencia por parte de Daniel, podía haber llegado a su fin ese día. Ya no le daría importancia. Sintió unos pasos en su dirección, ni volteó para saber de quién se trataba, algo ya se lo decía; era su piel, esa forma en que le hormigueaba cuando estaba cerca de él. Una electricidad que fluía rauda por sus venas y aceleraba su corazón. No lo había visto tan cerca desde la noche en que todo se descontroló. Lo notó algo perturbado; en sus ojos el azul era intenso incluso duro y frío como el mármol. Se fijó en su vestimenta; llevaba una camisa desabotonada y franelilla debajo de ella, botas y un pantalón rasgado en las rodillas, típica indumentaria para el trabajo en aquel ambiente. Se veía seductor, salvaje,
Katherine se apaciguó un poco luego de un par de horas, ya para cuando el Sol se hubo ocultado por completo, comenzó a desvestirse taciturna, para ducharse y colocarse ropa más cómoda. El apetito había desaparecido a medida que el ocaso se aproximaba, y solo podía pensar en el encuentro con Daniel, luego de varios días de distanciamiento; lo triste es que solo se debió a celos sin sentido. Porque claro, que todo aquello no fue más que una escena dirigida por los celos. Se sentó pensativa en el pie de cama y de la serenidad pasó al enojo una vez más. —Es un patán, él está acostumbrado a eso, Katherine. Debes ser inteligente —se reprendió una y otra vez—. Ya deja de pensar en eso. Necesitas enfocarte en algo más. Quizá sea buena idea la de aprender a montar. ¡Rayos! ¿A quién engaño? —¿Desde cuándo hablas sola, Ángel? —Aquella voz la sobresaltó. Se levantó de un respingo para cubrirse con la toalla, ya que estaba en ropa interior. —¿Qué haces aquí? —Ella se alarmó—. Es de educados toc
Katherine se levantó esa mañana dispuesta a no fustigarse con los recuerdos de su deplorable comportamiento la noche anterior. Aquellos impulsos no la llevarían a nada bueno, y dejaba mucho qué decir de su carácter. Si bien, no acostumbraba a disminuir su talante, tampoco era tan intrépida como para hacer lo de la noche anterior. Cuando estaba con Daniel parecía que algo la poseía. Debía controlarse si no quería salir perdiendo en esa especie de batalla que ambos libraban. Algo que sobresalía debajo de la puerta de su recámara, llamó su atención. Desdobló la pequeña hoja y leyó con rapidez. No quise despertarte tan temprano… Estaré fuera por tres días. No hubiera querido dejarte sola, pero es necesario. ¡Lo siento! DG. —Genial, después de todo lo que ha pasado, él se va dejándome encerrada en esta hacienda y deja una nota como para que no te quejes —bufó mientras dejaba la hoja sobre el buró al lado de su cama y salía hacia el balcón a ver el amanecer como de costumbre. Aquel
Dentro de la tristeza abundante y aquellas nubes que se posaban en su cielo en cuanto esta aparecía, los dos días tras la partida de Daniel parecían ser normales. Al menos eso se presumía hasta la tarde del segundo día. Eduardo tampoco apareció por la hacienda esos días, cosa que le extrañó a Katherine. Sobre todo, en ausencia de su esposo. Aunque esa tarde todo se volvió extraño. Varios animales comenzaron a enfermar de manera inexplicable, así que, el capataz de El Centinela consideró prudente llamar al veterinario, aunado a eso, algunos animales intentando escapar derribaron un tramo de la cerca; una res quedó atrapada en la alambrada y hubo que sacrificarla. Sergio le informó a Katherine lo sucedido, pero no era mucho lo que ella podía hacer, no tenía experiencia en ese ámbito y para más colmo se vino a dañar todo justo cuando Daniel no estaba para atenderlo. Qué iba a saber ella de qué se debía hacer, si ni siquiera hubo considerado todo el peligro al que se exponía cuando salía
Lo intentaba, sabía Dios cuánto empeño ponía ella en calmarse. Aún podía escuchar con claridad la voz de aquella fulana en el teléfono. También como se oía la voz de Daniel al tratar de apaciguar las cosas, pudo haberse detenido, pudo callarse y usar el decoro con el que fue instruida por Anna para no hacer escenas en público que la pusieran en el ojo de los críticos con vida más amoral que cualquiera. Esa sociedad doble cara que tendía a juzgar las fallas en el otro y que en ellos abundaba. Una de la que provenía. —Estúpida, estúpida, tú y tus tontos sentimientos hacia ese imbécil. Te creía más inteligente, Katherine Deveraux. Se supone que todo es de papel, no debías involucrar nada más que tus intereses personales, eres una tonta y una idiota, una pendeja, eso… pendeja —se increpó, mientras sentía arder sus mejillas y sus ojos picaban por las lágrimas. —Quiero matarlo…, quiero odiarlo, necesito odiarlo. Quiero morirme por ser tan ilusa, tan… —Sollozó. —¿Señora? —La voz de Marina
Durante el viaje a casa, Daniel no dejó de pensar en Katherine y su tan palpable molestia, se arrepintió de haber tomado aquel viaje en ese momento, pero necesitaba espacio para pensar mejor las cosas, aun cuando en el fondo sabía que no duraría ni dos días fuera. Esa tarde ansiaba volver, no tenía pensado quedarse en casa de su padre. Sin embargo, la esposa de su progenitor insistió, y en vista de que él no estaba, consideró permanecer allí un rato más luego del almuerzo, así descansar y ducharse antes de regresar, sólo que no sopesó en todos artilugios que Ivette podía emplear para envolverlo. Una vez que la tuvo frente a él, decidió de manera muy cándida, debía reconocerlo, poner fin a todo acercamiento posible entre ellos. Al final de cuenta debía cerrar ese ciclo con la única causante de su embrollo sentimental. Era lo más lógico. No obstante, cuando había definido el fin de la perturbada relación entre él e Ivette, todo terminó enredado con Katherine. En honor a la verdad, jam
Al final, Katherine se entregó al sueño, luego de haber escuchado su recopilación de música entre Cranberries, November rain de Guns and roses, Alone de Heart, caer en un estado depresivo con Look what you’ve done de Jet y Lost de Aqualung, su ánimo iba en picada y vertiginoso hacia la depresión, haciéndola de algún modo miserable. No importa cuánto quiso aparentar que todo estaba bien. Lo poco que se obligó a comer parecía plomo en su estómago. Al frente tenía un pronóstico nada alentador para un corazón roto. Las emociones que estremecían su mundo le mostraban de forma cruel, que el amor podía llegar a herir si no era correspondido. Y es que a veces, atormentan más las elucubraciones que las certezas. Se despertó de la duermevela cuando focos de luces asomaron por su ventana, que permanecía abierta, y el mullido sonido del motor del carro de Daniel se detuvo. Se levantó con sigilo y miró a hurtadillas por el balcón, él tardó en bajar y cuando al fin lo hizo, miró en dirección a su h