Cobarde
Katherine se levantó esa mañana dispuesta a no fustigarse con los recuerdos de su deplorable comportamiento la noche anterior. Aquellos impulsos no la llevarían a nada bueno, y dejaba mucho qué decir de su carácter. Si bien, no acostumbraba a disminuir su talante, tampoco era tan intrépida como para hacer lo de la noche anterior. Cuando estaba con Daniel parecía que algo la poseía. Debía controlarse si no quería salir perdiendo en esa especie de batalla que ambos libraban.

Algo que sobresalía debajo de la puerta de su recámara, llamó su atención.

Desdobló la pequeña hoja y leyó con rapidez.

No quise despertarte tan temprano…

Estaré fuera por tres días. No hubiera querido dejarte sola, pero es necesario.

¡Lo siento!

DG.

—Genial, después de todo lo que ha pasado, él se va dejándome encerrada en esta hacienda y deja una nota como para que no te quejes —bufó mientras dejaba la hoja sobre el buró al lado de su cama y salía hacia el balcón a ver el amanecer como de costumbre.

Aquel
Emma Richardson

Katherine comienza a reconocer sus sentimientos hacia Daniel, pero él... ¿A qué se debió ese viaje? ¿Esto los unirá o terminará alejándolos mucho más? Sospecho que los animales salvajes son el menor de los peligros en esas tierras. Besos...

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