Cuando Raeyron salió del gran salón sintió que un peso enorme se le había quitado del pecho, no podía dejar el papel de convertirse en el lord de las tierras altas, pero él mismo decidiría como gobernar y de qué forma, y no necesitaba una esposa para que las estirpes de los Lévesque siguieran apoyando al rey, si no lo hacían él era el que los consideraría los enemigos, así que corrió por los pasillos a toda velocidad con el corazón palpitándole en los oídos, la armadura le rechinaba en los engranajes y le pesaba un montón, pero no le importó.En su camino se topó con varias personas que lo miraron horrorizados al reconocerlo, pero no le dijeron nada, y lo alcanzó en las puertas del palacio con el yelmo en la mano y la mirada caída y cuando se detuvo el guardia lo miró, tenía los ojos hundidos y una gruesa lágrima rodaba por su pálida piel.—¿Qué haces aquí? — le preguntó Maiken y se limpió la lágrima de una manotada fuerte — te estás casando — le dijo y Raeyron negó con la cabeza.— Y
Kaeira respiró el aire frio que entraba por la ventana, estaba apenas abrigada con un chal del color de la sangre y observaba los ejércitos de Zorba a los pies del castillo de Belmonte, la mayoría de los hombres estaba encerrado en sus tiendas. Allá en el desierto, el frio en las noches podía llegar a igualar el que hacía esa mañana en las tierra altas, pero en el día los zorbanos estaban más que acostumbrados al calor, es más, lo extrañaban y ella lo notaba cada vez que se cruzaba con alguno por los corredores del castillo.Esa noche una corriente de aire de las montañas había bajado una capa gruesa de nieve que se esparcía por todo el lugar como un manto brillante de nubes y Kaeira se sintió cómoda, al fin estaba en casa, en su cama y con sus sirvientes, pero no podía negar que una sensación agridulce se le formaba en la boca cuando pasaba por la habitación de Raeyron o la que había pertenecido a Rahyra. Aunque su hermana le había robado el puesto y la había traicionado, no dejaba d
Rahyra había puesto el plan en marcha, encendió tres velas en el alfeizar de la ventana y una niña de las viudas silenciosas llegó con un pergamino y ella le entregó otro para la líder de las mujeres, necesitaba todos los ojos de las viudas puestos sobre Haraldt Aling, ella sabía con certeza que el concejero del rey era el que estaba conspirando en su contra, o más bien, a escondidas, y ella lo descubriría.Apagó las velas y se sentó en la mesa dejando la corona de piedra en el pedestal, ya le dolía la cabeza y el cuello de tenerla puesta y abrió el sello.—Su embarazo no es normal, majestad — decía la carta y eso la asustó — Las sanadoras del castillo lo notarán muy tarde, pero sabemos quién lo hará entes. Su guardia, Sr Eliver, el muchacho de ojos brillantes, testarudo y de corazón puro le ayudará en esto, es un niño grandote impulsivo y apasionado — Rahyra apretó el entrecejo, era por mucho la carta más extraña que había recibido de Mirthia, la líder de las viudas, así que se puso
Kaeira apretó las sábanas contra su pecho, ese día hacía tanto frio como de costumbre, pero por primera vez en su vida no le gustó, el hielo se le metía tenía en los huesos y también en el vientre vacío que antes había ocupado su hijo.Las doncellas estaban de pie al lado de la cama como dos estatuas firmes sin saber muy bien qué hacer, solo estaban ahí observándola y a Kaeira aquello la estaba impacientando.— Lárguense — les dijo, pero las mujeres no se movieron — ¡Largo! — les gritó, se sentía vacía y desesperada y quería estar sola, pero desde el instante en que la encontraron desangrándose en las escaleras no había tenido un solo momento de soledad, ni siquiera había podido llorar a su hijo.— El rey nos ordenó no dejarla sola, majestad — le dijo una de las doncellas y Kaeira se giró en la cama para darle la espalda «majestad» pensó, era un término ridículo, Valyor aun no era el rey y ella aun no era reina, pero deseó poder serlo, deseó poder usar la corona de piedra que hora por
Habían buscado al asesino de Valyor por todo el castillo, la noche se llenó de ruido, gritos y personas que corrían por todas partes con desespero, y Kaeira se había quedado en la habitación después de que el cuerpo del hombre ya no estaba, y estaba, ahí mirando el charco de sangre que ella misma había causado cuando Vikro, el comandante de los ejércitos de Zorba, entró por la puerta y contempló el suelo alfombrado y las cosas llenas de sangre.— ¿Cómo era? — le preguntó él, Kaeira apenas si levantó la mirada.— No lo sé, tenía el uniforme de nuestro ejército — dijo, siempre se le había dado fácil mentir — un infiltrado, pero no lo encontrarán, siempre tienen un plan de escape infalible, y todo el castillo está lleno de escondite y pasadizos secretos, ¿sabes quién conoce todos esos pasadizos? — le preguntó y el hombre no la miró — Rahyra, ella los conoce todos y cada uno, pasó meses estudiando los viejos pergaminos del castillo, ella le conto a Maxwell y así enviaron al asesino, y tam
Rahyra apretó la mandíbula con fuerza cuando una nueva contracción la acometió, se sentó en el borde de la cama y trato de respirar, su madre había llegado y estaba a su lado.— Respira — le dijo la mujer y le acarició el cabello, luego comenzó a quitarle los botones del vestido — Saiorse ya viene, sr Maiken salió con un caballo a buscarla y llegará pronto, de igual forma hay que esperar a que los dolores se hagan más frecuentes — Mayia tenía los ojos hinchado como los de Rahyra, y ella quiso preguntarle como estaba llevando la muerte del hijo de Kaeira, era su nieto, pero no se atrevió, no en ese momento.Maxwell estaba de pie en la ventana y Lucía pálido y asustado.— Estoy segura que una pelea de espadas te pondría menos nervioso — le dijo ella cuando la contracción se fue y él meneó la cabeza en el aire, parecía que ni siquiera tenía palabras. Rahyra estiró la mano y él recortó la distancia que los separaba para agarrarla y arrodillarse a su lado — ¿estrás conmigo? — le preguntó y
El frio comenzó a disminuir poco a poco mientras se acercaban a la frontera de las tierras altas con las tierras de las praderas y Kaeira notó como el ejército de Zorba comenzó a recuperar el buen genio por las temperaturas más altas.Marchar con un ejército era tortuosamente lento, el camino que a un grupo normal le tomaría un mes más una semana por lo regular, les había tomado a ellos dos meses, y tras de sí dejaban un desolado desierto de pasto pisoteado y aldeas vacías. Marchaban de noche y de día evitaban las aldeas lo que más podían, ya que las personas que observaban venir el ejercito a lo lejos preferían abandonar sus hogares que ver pasar por sus pueblos una horda de traidores como Kaeira había escuchado que los llamaban, pero aquello no le importaba, ella solo tenía una misión en la cabeza.Ya lo había perdido todo, cuando Raeyron se había convertido en el lord de las tierras altas su primera orden fue quitarle el apellido Leroy, y el maldito de Maxwell la había firmado como
Eliver salió de la oficina de Maxwell y ellos dos se quedaron ahí con la mujer que tenía la cabeza gacha y los hombros caídos, y Rahyra la miró con lástima, parecía ser una prostituta de las que el concejero del rey frecuentaba y que accedió a hacer tal cosa con la intención de mejorar su situación y Rahyra sintió lastima por eso.Caminó hacia el escritorio de Maxwell donde sabía que tenía unas cuantas monedas de oro, había más de lo que una prostituta ganaría en un año. No era suficiente para huir del primer mundo como le prometió Haraldt, pero debía agradecer no perder la cabeza, literalmente. Le tendió la bolsita de dinero a la mujer que la miró sorprendida.— Con esto será suficiente para que dejes la ciudad e inicies una nueva vida en otra parte, si te vuelvo a ver… — la mujer tomó el dinero y salió corriendo del lugar y Rahyra se quedó mirando el lugar por donde había desaparecido su cabellera rubia.— ¿Estas enojada? — le preguntó Maxwell, no se atrevió a dar un paso hacia ella