Iliana
Dos semanas antes.
Llego a mi turno como todas las mañanas y me voy directa a mi consultorio, mi enfermera, Trudy me recibe con una cálida sonrisa que yo le correspondo.
—Ya llegó su cita de las ocho, doctora —me avisa— Samanta estaba asustada porque usted no viniera hoy. Aunque le aseguré que usted jamás dejaría a sus pacientes.
—Gracias, Trudy ya la atiendo —y entré a mi espacio Zen.
Me gustaba estar en el hospital, era bastante tranquilo, por ser un pueblo. Pero a veces solo los turistas tienen sus accidentes.
Me puse mi bata médica e hice pasar a la primera paciente del día con una sonrisa. A eso del mediodía cuando estaba a punto de irme a descansar un poco a la cafetería y comer un sándwich o comer cualquier otra cosa. Alguien tocó mi puerta.
—Pase —contesté al llamado en mi puerta, pensando que podía ser una emergencia de alguna de mis pacientes.
Se asomó una cabellera rojiza, era el doctor Alexander Grantham, tenía una sonrisa juguetona bastante contagiosa cuando me vio desocupada.
—Es hora del almuerzo y pensé en invitarte a comer —me dice con las mejillas algo rosadas.
—Yo… mmm —no supe que decir— doctor Grantham, no sé si sea buena idea —comencé diciendo.
Alexander Grantham era muy caballeroso y amigable las pocas veces que habíamos hablado, de cabello rojo corto y ojos como la miel, no me gusta intimar con mis compañeros del trabajo, pero es cierto que necesito comer como todo el mundo. Comer como compañeros de trabajo no tendrá ninguna repercusión.
—Juro que no muerdo —me dijo con una risilla contagiosa alzando las manos como si fuera inofensivo.
—Tienes razón, necesito comer algo de todos modos —le respondí.
Sonrió más ampliamente al ver que acepté su invitación, me levanté y dejé la bata en un perchero en la esquina de mi oficina algo dudosa de irme con el doctor. No quería que malinterpretar nada, tomé mi cartera, pasé un mensaje de texto rápido y me fui con el doctor Grantham
—Gracias por aceptar mi invitación —me dijo el doctor Alexander, mientras bajábamos por el ascensor.
—Todos necesitan comer ¿no? —dije en broma y el río conmigo.
—Tengo reservación en un buen restaurante que me imaginó que te gustará —me explica mientras vamos llegando al estacionamiento y voy hacía mi carro.
—Puedo llevarte en mi auto, es el último modelo de Mercedes Benz —me dijo orgulloso de su auto.
Vi el bonito auto comparado con el mío que ni siquiera es del año pasado, pero nos llevaba a donde necesitábamos.
—No te preocupes, voy en el mío por si sale alguna emergencia con alguno de mis pacientes. No quiero interrumpir tu almuerzo —llegué a la rápida explicación.
—Bien, bien, vamos. Sígueme —me dice subiendo a su auto.
—Claro —respondí entre dientes.
Ya me estaba arrepintiendo de esta salida a comer, pero ya había aceptado.
Fuimos al pueblo que estaba al lado y fuimos directo al bar de Alina y Fred y di gracias a Dios por eso. Ya Alina sabía que me gustaba comer y que no y comíamos allí una vez por semana para vernos en nuestras noches de chicas.
En cuanto llegué me fui a estacionar donde siempre y salí del auto viendo a los lados, estaba algo nerviosa.
No suelo salir sola con hombres desde hace mucho tiempo, me dediqué por completo a mi carrera y no quise ver a ningún otro hombre.
—Te ves algo pálida —me dice Alexander.
—Estoy bien, tal vez es la azúcar baja —me excusé.
—Bien pidamos algo dulce —sonríe y no le sigo.
De hecho me puse muy seria.
—Soy diabética, no puedo comer azúcar —le dije despacio.
Su rostro congeló la sonrisa por unos segundos y luego también se puso serio y se veía incómodo.
—Cuanto lo siento, no lo sabia —se excusó rápidamente— mejor busquemos una mesa.
—No pasa nada, en serio —lo tranquilicé con una sonrisa cálida.
—Me alegra no haber metido la pata —suspira de alivio.
—¿Iliana? —escucho que preguntan y al girarme veo a Alina.
—Lina, cariño —la abracé agradecida por verla— ¿Cómo has estado?
—Ocupada con el menú de la boda de Balthy y Cass —me dice con una mueca en sus labios.
—Hola, me llamo Alexander Grantham —el doctor extiende su mano y Alina confundida le responde.
—Lo siento, Alexander —respondí apenada— Alina, este es mi compañero de trabajo en el hospital, el doctor Alexander Grantham.
—Un placer conocerte —Alina le regaló una sonrisa— deja que le diga a Fred quien vino hoy.
—Amor, no creerás quien me visito en la cocina —llegó Fred con una enorme sonrisa.
—Hola, Fred —saludé al loco marido de mi amiga.
—¡Oh! ¡Hola, Iliana! ¿Iliana? —se veía nervioso— tenías tiempo que no venías.
—Hoy me invitaron a comer y dije ¿Por qué no? —Aluna y yo reímos juntos con el doctor Alexander, Fred no tanto— Fred, te presento al doctor Alexander Grantham.
—Claro, que sí. Bienvenida —me respondió con una sonrisa que sentí forzada.
—Cariño, dijiste que alguien te había visitado —habla Alina viendo en dirección a la cocina.
—Es… un viejo amigo —titubeó un poco antes de hablar.
—Mejor les damos una mesa o les saldrán raíces o peor una emergencia —salió Alina con una sonrisa.
En segundos ya nos tenía una mesa en un hermoso lugar, cerca de la ventana, estaba en un lugar estratégico y hermoso. Íntimo, pero no demasiado como para no hacerle creer cosas que no son a Alexander.
—Vaya —dice Alexander, tomó un trago de su copa de agua— jamás me imaginé que conocieras a los dueños del restaurante.
—Fred es el esposo de mi mejor amiga —me encogí de hombros.
—Ana —tragué grueso al oír a Jazziel.
Solo él me llamaba así, por más que le exigiera que ya no lo hiciera.
—Jazziel Dunn —lo miré con odio en mis ojos.
—Vamos, Ana nuestros amigos van a casarse dentro de unos días. No puedes odiarme para siempre —me dice con esa tonta sonrisa.
—Obsérvame, Jazziel —le dije levantando el mentón.
El resopló y se retiró de la mesa resignado, casi como si yo tuviera la culpa de su actitud. Cuando fue él.
Él es el culpable de que lo odie como lo hago. Y no pienso perdonarlo.
—¿Quién es él? —pregunta Alexander al cabo de un rato.
—Un… viejo amigo, las cosas no terminaron bien y no quiero hablar del tema —me adelante a lo que sea que fuera a preguntar.
No estaba lista para hablar de ese tema con nadie. Aún.
—Entendido. Mejor ordenemos, los haggis de aquí son deliciosos —me informa como si yo no lo supiera
—Se me antoja un pescado —dije aún mirando la carta e imaginando todas las delicias que Alina y Fred saben preparar.
—Me gustaría que probaras los haggis —insiste.
—Hoy no estoy de humor de Haggis, pero cómelos tú, seguro están deliciosos —le sonreí amable.
—Tienes razón, pediré los haggis —el ambiente se volvió algo tenso y empeoró cuando vi quien salió de la cocina.
¡Genial!
JazzielVine a ver Fred para coordinar las bebidas y la música para la boda de Balthazar, queríamos que todo fuera perfecto para nuestro amigo así que en vez de entrar por la puerta delantera me fui por la de emergencia, unos chicos estaban fumando mientras hablaban y reían.—Buenas noches, entraré a darle una sorpresa a mi amigo, guárdenme el secreto.—Te guardo lo que quieras, rubio —me responde una chica con el cabello tan oscuro como la noche.Le guiñé el ojo izquierdo y entré, con una sonrisa pícara en los labios.—Eso tal vez se dañe —dije muy serio señalando el plato que mi amigo preparaba.Fred se giró y me miró asombrado.Él no lo decía, pero lo único que lo relajaba de ser quien es, era la cocina y su adorable esposa.—¡Hermano! —exclama alegre de verme, dejando la paleta de madera en la encimera de la cocina industrial.Todos dejaron de cocinar para mirar nuestra interacción.—¿Cómo ha ido estos días? —pregunté luego de abrazarlo— ¿La luna de miel?—Estuvo grandiosa, regres
6- Jazziel Actualidad Cada vez que pienso en la visita de mi hermana, siento un latente dolor detrás de mis ojos, es como una migraña en constante amenaza por crecer. —Me puedes explicar ¿qué diantres te pasa? —me pregunta Elliot entrando a mi oficina. —Nada —suspire soltando el bolígrafo que tenía en mis manos. ¿A quién engañaba? Estaba leyendo la misma hoja del contrato desde hace media hora, sentía que la cabeza me iba a explotar en cualquier momento. —No eres mujer, no te vas a librar con un simple “nada” —se queja mi mejor amigo. Suspiré y lo miré a los ojos un momento tratando de poner en orden mis ideas. —Tengo un hijo —solté, esperé a ver si reacción y solo buscó la silla frente a él para sentarse. —¿Cómo? —pregunta demasiado sorprendido. —Creo que ya sabes cómo se hacen los bebés, no tengo porqué explicarte cómo se hacen o decirte el cuento de la abejita y la flor —me burlé. —No seas pendejo —soltó con un bufido— ¿Cómo es posible que tengas un hijo, zopenco? Eres e
7 ElliotSalir de la oficina de Jazziel me dejó más confundido que cuando entré a preguntar que le sucedía, parecía que se le venía el mundo encima a mi mejor amigo.Caminé por el corto pasillo hasta llegar a mi oficina cuando me aborda la nueva secretaría con documentos en la mano.—Talia, ¿qué necesitas? —le pregunté amable, antes de que me dijera algo.El puesto que le dimos solo era temporal, queríamos ver si se adaptaba al ritmo o si era remotamente buena como decía su currículo, también tenemos que ver si no la espantamos con nuestras bromas.—Necesito su firma en este documento, doctor —me dice la mujer con un poco de vergüenza, mirando a cualquier lado menos a mí.—Gracias, déjame revisarlo rápido —le comento, mientras entro en mi oficina con ella pisándome los talones.—Sí, doctor —responde eficiente como siempre.Es una chica simpática, su síntesis curricular era impecable y por eso la contraté, también porque no se viste vulgar, esta centrada en su trabajo y no deja que nue
JazzielLlegué a Inverness pocos días después de hablar con Balth y fui a la dirección que aparecía en la tarjeta de crédito.Era muy temprano, tal vez estén durmiendo o no estén.Toqué la puerta un par de veces y esperé con poca paciencia, cuando una niña me abrió la puerta, tenía unos cascos puestos mientras balanceaba la cabeza de un lado a otro escuchando música, al verme en su puerta se veía bastante sorprendida, pero nada más.—Buenos días —fue lo único que atiné a decir.—¿Vendes biblias o algo? —pregunta de forma directa— ya tenemos una, no necesitamos nada más.Sus enormes ojos azules de bebé me tenían un tanto hipnotizado, ojos tan parecidos a…—¿Quien es, niña? —preguntan a lo lejos— debes preguntar, hija —escuché su voz a lo lejos y mi corazón se disparó alocado en mi pecho.La niña frente a mí, a duras pena llegaba a mi pecho, tenía un lindo vestido amarillo, con botas negras y una chaqueta de jean, se veía inocente y relajada. Ajena a los problemas de adultos que tienen
IlianaBoda BalthSemanas antesEstoy muy contenta por mis amigos en serio que sí, pero luego siento en mi estómago al revés al ver a Jazziel.Él era demasiado para tolerar, así que traté de pasar toda la noche lo máximo posible fuera de su alcance, era lo mejor que podía hacer y sin embargo a veces sentía que quería hablar con él, pero ya me rechazó una vez y no lo va a volver a hacer, ya no creo en esa cara de santurrón.Cuando es hora de irme, luego de ese catastrófico baile y el error que tuvimos en la cocina, eso no debería suceder de nuevo y decido buscar a Dalilah para irnos, no quería traerla, pero siempre la tengo un poco aislada del mundo y no me parece justo.Dalilah es una linda señorita de diez años, casi once y es muy perspicaz, inteligente y audaz.—Nena, Vámonos —llegué hasta donde estaba con su amiga Teresa.Teresa y Dalilah iban juntas a todos lados y a mí no me molesta, después de todo es una boda y sabía que podía aburrirse entre tanto adulto.—¿Con quien bailabas
10 IlianaNo podía creerlo, mi peor pesadilla había acabado de consumarse justo en frente de mis ojos. Me sentía en trance mientras cerraba la puerta de mi casa, mi pequeña me miraba confundida.—¿Estás bien, mamá? —me pregunta Dalilah.—Estoy… sí, bien —le afirmé no tan segura de eso como trataba de aparentar y que aparentemente fracasaba.—Madre, no te ves para nada bien —se cruzó de brazos hundiendo el ceño— ese señor… ¿te hizo algo?—¿Jazziel? No, no —entré en negación.Sentía que había hecho algo terrible, pero su rostro confundido me había dejado demasiadas preguntas que no sabía cómo contestar.—Madre, no me mientas —me acusa mi niña molesta, tenía mi temperamento— te ves pálida, ese hombre… ¿Quién es?—Es… es tu padre —confesé.Se me quedó mirando fijamente durante mucho rato.—¿Tú lo llamaste? —me pregunta.Mordí mi labio avergonzada y negué con la cabeza, me negaba a hablar con Jazziel de manera civilizada luego de lo que pasó hace tantos años.—No pude, no me atreví hacerlo
11 ElliotMe fui al hospital al día siguiente con uno de mis típicos trajes, al menos esta vez pude ir en la camioneta que Balthazar le había comprado a Cassy hace unos meses atrás y pude tener mejor movilidad, no como en la maquina de la muerte donde esa chica me montó.En cuanto llegué vi el tranquilo lugar con ojo crítico, necesitaba que alguien me guiara y me mostrara los aparatos que se supone que compraron con nuestro dinero y por supuesto las facturas y su contabilidad.Esto me llevara mínimo una semana, eso si ellos no me lo ponen difícil.—¿Doctor Elliot McNeill? —pregunta una mujer llegando a donde estoy.—Así es —extendí mi mano para presentarme.—Jinty Mondragón —me acepta la mano— nos alegra que nos visite desde Edimburgo, doctor McNeill.—Gracias, Multinacional Lennox quiere hacer un tour por todas los lugares que hacemos donaciones —mentí a la perfección, la vi tragar grueso y asentir.—Soy la secretaria del director general —me dice su puesto mientras empezamos a camin
Iliana—No voy a usarlo —le comenté a mi hija.—¿Cómo no? Es un regalo hermoso —me indica de manera soñadora.—El tuyo lo es, pero este no es mi estilo, además ya había escogido que ponerme ¿Recuerdas? —le pregunté a sabiendas que ella lo sabía perfectamente.—Entonces también me pongo lo que compramos —argumenta creyéndose muy lista.—Jazziel solo envío un vestido para mí para que no te sintieras mal —mentí.—¿Crees que me quiera? —me interroga.—No lo sé, pequeña puedes preguntárselo en la cena —razoné sin querer mentirle.No iba a salvarle el culo a ese hombre, Dalilah tiene diez años y es bastante madura, así esto la lastime yo siempre estaré para ella.—Muy bien, ponte lo que quieras —mi pequeña cambió de tema— yo me pondré lo que más me gusteSalió de la habitación sin esperar a que yo refute eso.Saqué el vestido que había elegido en la tienda y lo puse al lado del que Jazziel había enviado.«No es para nada mi estilo, pero está muy hermoso» pensé con pesar.Lo guardé y me puse