En cuanto puso un pie en aquel escenario, Eve no sabía qué esperar, pero pronto, el miedo que había sentido lo dejó a un lado para hacer feliz a su esposo. Nadie iba a golpearla en cuanto la escuchara cantar, ni iban a amenazarla con matarla si se le ocurría hacerlo, no habría pistolas apuntando a su frente, ni dolor. Eve sabía que ya no debía tener miedo por más que todo estuviera oscuro y las únicas luces procedieran del escenario.En alguna parte de esa oscuridad estaba Rob. Agradeció en su mente a Harrison por lo bien que lo planeó para que ella no tuviera miedo y lo estropeara todo.Estaba tan nerviosa que dudó que la voz escapara de su garganta, pero estaba decidida a hacerlo.Vio aparecer una silueta que se acercaba y se encontró con la mirada de su esposo y la de su hijo.Ambos la veían con tanto orgullo, con tanto amor, que Eve se colocó en el centro del escenario y no dudó en concentrarse en su actuación.La música comenzó a sonar como en aquella vida pasada que de vez en cu
—Qué bonito cantas, mami —fueron las palabras que su hijo pronunció antes de cerrar los ojos para quedarse dormido con una sonrisa.El momento en que más habló y fue una noche que podía describir como las peores de su vida. Eve había vivido muchas noches, días, meses, incluso años que podían catalogarse de mucho peores, pero de Gael, en cuanto el velo del enamoramiento cayó, supo qué podía esperar de él.Esa noche, se sintió traicionada como nunca antes por alguien a quien amaba y en el que había puesto su confianza a ciegas y, lo peor, es que ya no sabía qué esperar de Rob.—Cariño, vamos a hablar, ¿sí? —Rob la interceptó en cuanto salió de la habitación de su hijo.Por más que todo le pidiera agarrar sus pocas pertenencias y marcharse de allí, no estaba sola como para lanzarse en mitad de la noche con un niño de cinco años a la aventura. Puede que Rob la hubiera traicionado, pero sabía que al menos físicamente no corrían peligro en sus manos.—Estoy de acuerdo con que hablemos —dijo
Gael miró al hombre que yacía en el suelo arrodillado frente a él.Tenía las manos y las piernas atadas y suplicaba por su vida en un gasto de energía innecesario porque no habría piedad para él.—¿Pensabas que podías robarme a mí? —preguntó en un tono burlón y aprovechó para patearle de nuevo las costillas.El hombre se arqueó hacia el frente por el dolor y un fino hilo de sangre decoró la comisura de los labios.—No, je-jefe, le ju-juro que no. Ha sido un error, yo nunca podría robarle y menos traicionarlo —tartamudeó el hombre y comenzó a llorar como una niña asustada.Si algo le molestaba a Gael, además de los traidores, era esa gente que se atrevía a intentar socavar su autoridad y no reconocía lo que había hecho.—Qué pocos huevos tienes, pendejo. Además de traidor, puto —gruñó y volvió a golpearlo—. De nada te servirán tus súplicas y menos que me mientas. Si me hubieras dicho la verdad desde el comienzo te daría una muerte rápida, pero ahora…Gael sujetó con fuerza la pistola d
Gael siendo como era un hombre despiadado y siniestro, no podía conformarse con mandar a sus hombres para atrapar a su exesposa. Él quería ser el primero en ver su rostro horrorizado cuando cayera en sus manos, porque iba a caer.Evelyn debía sentirse muy segura ahora, tanto que hasta había tenido el descaro de volver a cantar. Lo estaba provocando y él le iba a dar lo que tanto quería.Iba a castigarla a ella y al estúpido niño que intentó hacer pasar como suyo. Ahora ya sabía de quién era, había estado investigando y ese hombre con el que se había casado era el verdadero padre del chamaco.Le hervía la sangre por no haberlo matado apenas nació. La muy furcia tuvo el descaro de serle infiel y creerse que se iría de rositas, pues estaba equivocada. Le iba a dejar claro que siempre sería suya y que si quería liberarse solo lo conseguiría con la muerte. Evelyn y ese chamaco del demonio debían pagarle por haberlo dejado en ridículo escapando de esa manera.Nunca pudo averiguar quién la
Aquello comenzaba a tornarse como una despedida y no podía soportarlo, si él no hablara, si discutían, tal vez Rob en lugar de decir algo que le llegara hasta el alma, le diría algo hiriente de lo que agarrarse si ocurría algo horrible.—No quiero escuchar nada, tú, estúpido hombre, dejarás que la policía haga su trabajo y no me dejarás sola. Porque si me dejas sola aquí y te vas, te juro que no te voy a perdonar nunca. —Para ese momento, ya las lágrimas corrían libremente por sus mejillas.Rob se las limpió con los pulgares y la miró con tanto amor que solo provocó que las ganas de llorar fueran mayores.—Quiero que sepas que nunca fue mi intención dañarte, lo único que quería era que pudieras dejar de vivir sin miedo y cometí el error de no preguntar si era lo que querías. Ahora no puedo cambiar el pasado, pero sí puedo hacer todo lo que esté en mi mano para que te veas libre.—Pueden disfrazar a un policía de ti.Los labios de Rob se apoderaron de los suyos con tanto impulso que pa
—¿Está preparado? —le dijo la mujer que estaba caracterizando a Eve.¿Preparado? No, para nada. Quería volver dentro y no dejar a su Eve sola con ese vaquero seductor.No podía morir ese día o ese desgraciado aprovecharía para quedarse con su esposa ahora que estaba viudo. Además, no podía con la expresión de dolor de Eve antes de marcharse. ¿Qué sería lo que quería decirle?Seguro era alguna excusa para que no se marchara, pero solo por esa curiosidad la maldición debería darle un respiro ese día y permitirle volver con ella para escuchar lo que tuviera que decir.Apenas había dado unos pasos al exterior y ya la estaba extrañando. Después de semanas por fin le había permitido que la volviera a besar, lo había estado volviendo loco con su actitud fría y distante.Llegó a creer que nunca lo perdonaría, pero al ver la desesperación con la que intentaba retenerlo, una pequeña luz de esperanza se había prendido en su corazón.—¿Se puede estar preparado para algo así? —rumió y la mujer le
Rob miraba por el retrovisor con angustia al ver aparecer varios coches detrás de ellos. Los narcotraficantes parecían no tener miedo de la seguridad que llevaban y la persecución se tornó cada vez más compleja.Los seguían a toda velocidad por las calles de la ciudad, y a pesar de los esfuerzos que hacía el policía que iba al volante por poner distancia, varios disparos comenzaron a chocar contra la carrocería. El coche estaba blindado, pero la insistencia de los disparos eran cada vez más fuerte. Podía verlo en las expresiones de preocupación de los policías que lo acompañaban.A su lado, la mujer que se hacía pasar por su esposa le gritaba que acelerara a su compañero, parecía incluso más nerviosa que él. La escolta que los seguía hacía lo posible por mantener a raya a los perseguidores, pero la situación era peligrosa. La prioridad era alejarlos del perímetro de la ciudad para evitar pérdidas de vidas inocentes, pero cada vez se les estaba haciendo más complicado.El conductor gir
Hacía unos veinte minutos que Rob se había marchado y Eve no podía dejar de temblar. Billy pidió que le preparan una tila y la empleada lo miró como si estuviera viendo la octava maravilla del mundo. La mujer se había quedado estática y para colmo con la boca abierta.Su amigo gruñó al ver la reacción de la empleada.—¿Dónde está la cocina? Ya lo hago yo —respondió frustrado al notar que la mujer estaba más pendiente del apuesto hombre que de lo que le había pedido.—No… No, por supuesto ahora mismo la traigo. Perdón, me distraje —dijo y se dio la vuelta para comenzar a caminar rápido. Billy regresó a su lado, con la expresión malhumorada, pero la cambió en cuanto ella lo miró.—Todo saldrá bien, Eve. Ese señoritingo insoportable regresará en un rato y tu pesadilla se habrá acabado. Después lo mandaré al hospital.—¡No! No quiero que le pase nada, ni se te ocurra golpearlo —lo interrumpió con la voz aflautada, estaba a punto de entrar en pánico—. En este momento solo quiero olvidarme