HOLA, DÉJAME TUS COMENTARIOS O RESEÑAS GRACIAS POR LEER REGÁLAME TU LIKE EN EL CAPÍTULO ♥
—Franco… ¡No sé qué decir, yo…!Suzy no pudo responder, cuando sintió sus labios besándola con ternura.***En la mansión Aragón, Miranda estaba sentada frente a Santiago, el ambiente cargado de tensión y promesas no pronunciadas.Las luces suaves del salón caían sobre ellos, pero era como si una sombra flotara en el aire.—Entonces, hagamos la fiesta de compromiso en dos días. La boda religiosa será una semana después. No tengo límite en el presupuesto, Miranda. Quiero lo mejor para mi primer nieto —dijo Santiago, su voz grave, casi autoritaria.Miranda sonrió, pero algo en sus ojos delataba el dolor que se escondía tras esa fachada.—Gracias por devolverle a mi hijo el puesto que merece, Santiago. Lo he visto sufrir por los desaires de su padre —respondió, su voz suave, casi triste.Santiago la miró, convencido de que quería recompensar a su nieto, pero no pudo evitar ver la angustia que se reflejaba en los ojos de Miranda.Ella se levantó para irse, pero antes de dar un paso, Yoland
Eduardo lanzó un quejido de dolor al sentir el golpe, y Marella aprovechó para retroceder, temblando, pero decidida a no ceder ante él. Eduardo miró su herida con rabia, tocando la sangre que le escurría por el rostro. Sus ojos, llenos de odio, se fijaron en ella, cargados de amenazas no pronunciadas. Marella, sintiendo el peligro, dio otro paso hacia atrás, preparándose para defenderse si él intentaba algo más, pero justo en ese momento, el sacerdote de la iglesia apareció entre ellos, interponiéndose.—¿Qué está pasando aquí? —exclamó el sacerdote, observando la tensión entre ambos—. Este lugar es sagrado, no es para que alguien lastime a una mujer. —Su tono era firme, sus ojos claros y severos se posaron en Eduardo—. Márchese ahora, o llamaré a la policía.Eduardo soltó una carcajada amarga, pero el desprecio en su mirada era evidente. Sabía que no podía continuar sin enfrentar consecuencias. Así que, sin decir una palabra más, salió rápidamente de la iglesia, lanzando una última mi
Dylan y Marella llegaron juntos a la mansión Aragón, sus pasos resonando en el pavimento mientras el aire se cargaba de tensión.Al bajar del auto, Dylan percibió el ligero temblor en la mano de Marella y la sostuvo con firmeza, transmitiéndole seguridad.—Estaré aquí, no tengas miedo —le susurró, mirándola a los ojos con una promesa silenciosa de apoyo.Cuando entraron al salón, apenas tuvieron tiempo de orientarse antes de que un grito desgarrador los alcanzara. Yolanda avanzó hacia Marella como una tormenta furiosa, con los ojos encendidos de rabia.—¡Eres una mujerzuela! —bramó Yolanda, intentando abofetearla—. ¡Seduciendo a Eduardo mientras estás casada con su hermano!Pero Marella no era la misma mujer sumisa de antes. En un movimiento rápido, tomó la mano de Yolanda y la empujó, lanzándola un par de pasos hacia atrás. La sorpresa en los ojos de Yolanda fue palpable, al igual que su furia.—¡Yo no soy como tú, Yolanda! —replicó Marella con voz temblorosa, pero decidida—. Aquí la
Al llegar al hospital, Eduardo corrió hacia Glinda, cuya piel estaba pálida y cubierta de sudor. Su expresión de angustia hizo que todos los presentes contuvieran el aliento. Él se arrodilló junto a ella, tomando su mano temblorosa con una desesperación que nunca antes había mostrado.—¡Glinda! —exclamó, sus palabras llenas de pánico—. ¿Estás bien? Por favor, dime que estás bien.Glinda entreabrió los ojos y lanzó una mirada de dolor y reproche hacia Eduardo. Sus labios temblaban, y sus ojos, llenos de lágrimas, parecían pedir consuelo.—Eduardo… —su voz era apenas un susurro—, ¿por qué me haces esto? ¡¿Por qué la besaste?! ¿Es que acaso sientes algo por Marella?Eduardo sintió como si cada palabra fuera una daga que se hundía en su pecho. No supo qué responder. Bajó la mirada, incapaz de enfrentar la pregunta. Glinda soltó un sollozo ahogado.—¿Te arrepientes de estar conmigo? —insistió ella, la angustia volviendo su voz frágil—. ¿Te duele verla con tu hermano? ¿Te das cuenta ahora de
Marella sostenía a Suzy con fuerza, sintiendo cómo los temblores de su amiga se transmitían a través del abrazo. Escuchaba cada palabra, cada sollozo desgarrador que escapaba de Suzy, y en su propio pecho, el dolor revivía, una herida que nunca había sanado del todo, viéndose reflejada en el sufrimiento de su amiga.—Voy a divorciarme, Marella —dijo Suzy, su voz rota, quebrada, como si con esas palabras se partiera en mil pedazos.Marella asintió, sus ojos nublados de tristeza y comprensión.—Es lo mejor, amiga. No mereces seguir así, atrapada en una relación que solo te trae dolor.Suzy apretó los labios, su mirada perdida, llena de dudas.—Pero... no sé si pueda estar con Franco después de todo esto. No sé si tenga la fuerza para volver a confiar, para dejarme amar otra vez.Marella la rodeó con un abrazo más fuerte, deseando que sus brazos pudieran protegerla de todos esos temores y fantasmas.—Es normal que ahora sientas eso. Tu corazón está herido, destrozado... pero, créeme, Suzy
Yolanda intentó recuperar la compostura, pero su corazón latía con tanta fuerza que parecía querer estallar de su pecho. Sus manos temblaban apenas perceptibles, aunque suficientes para que sintiera su propia vulnerabilidad. La sombra de un error del pasado, uno que creyó haber enterrado para siempre, regresaba justo en el peor momento, como un fantasma dispuesto a destruir todo lo que había construido.Eduardo miraba de un lado a otro, sus ojos alternando entre Yolanda y el recién llegado, incapaz de comprender la tensión que se sentía en el aire. La expresión de su madre era un mar de dudas y miedo. Yolanda sabía que, si ese secreto salía a la luz, toda su vida podría desmoronarse en un instante. Tenía que mantenerlo enterrado a toda costa.—Yolanda, ¿no nos presentas? —preguntó Eduardo, mirándola expectante, su ceño fruncido con evidente sospecha.Yolanda titubeó, incapaz de articular una respuesta. En ese preciso momento, Máximo apareció, su presencia imponente, aportando más presi
Suzy observó a sus padres y a los de Carlos, y sintió una mezcla de resignación y agotamiento. Había pedido a Marella que se marchara, sabiendo que la presencia de su amiga solo añadiría tensión a la situación. Aunque Marella quería quedarse para apoyarla, Suzy no quería que su amiga se enfrentara a una discusión innecesaria con sus familiares.—¿Estás segura de que estarás bien, Suzy? —preguntó Marella, dudosa.Suzy asintió, esforzándose por mostrar firmeza.—Lo prometo. Solo será un momento. Nos vemos pronto.Con un último beso en la mejilla, Marella se fue, dejando a Suzy sola ante el torbellino de emociones que la esperaba al otro lado de la puerta.Al entrar, la madre de Carlos fue la primera en reaccionar. Con el rostro visiblemente angustiado, se acercó a Suzy y la abrazó con una desesperación que casi le hizo perder el equilibrio. Suzy respondió al abrazo de manera mecánica, sintiéndose atrapada entre los recuerdos de lo que alguna vez fue cariño por sus suegros y el resentimie
Yolanda se giró lentamente, con el corazón acelerado y una sensación fría recorriéndole la columna vertebral.La mirada de Alejandro era fija, penetrante. No había duda en sus ojos: él sabía la verdad. Toda la verdad.Un sudor frío empezó a recorrer su frente. Sus labios se sellaron involuntariamente, como si sus palabras pudieran traicionarla en cualquier momento.—Ve a comprar, Glinda, te alcanzaré.Glinda asintió, pero su mirada se volvió intrigada.Se apartó de ellos, pero no tan lejos.«¿Qué ocultas, Yolanda? Debo averiguarlo, no me vas a tener en tus manos», pensó.—¿Qué quieres, Alejandro?El hombre sonriò con una burla en su rostro.—Señora Aragón, quiero que me devuelvas mi puesto como guardia personal de Máximo.—¡¿Estás loco?! ¿Quién te crees para pedirme eso?Alejandro volvió a sonreír.—La viborita creció hasta convertirse en una gran culebra, ¿Verdad? —el hombre tomó su teléfono, y le mostró una foto.Los ojos de la mujer se volvieron temerosos, el hombre en la foto antig