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Marella sostenía a Suzy con fuerza, sintiendo cómo los temblores de su amiga se transmitían a través del abrazo. Escuchaba cada palabra, cada sollozo desgarrador que escapaba de Suzy, y en su propio pecho, el dolor revivía, una herida que nunca había sanado del todo, viéndose reflejada en el sufrimiento de su amiga.—Voy a divorciarme, Marella —dijo Suzy, su voz rota, quebrada, como si con esas palabras se partiera en mil pedazos.Marella asintió, sus ojos nublados de tristeza y comprensión.—Es lo mejor, amiga. No mereces seguir así, atrapada en una relación que solo te trae dolor.Suzy apretó los labios, su mirada perdida, llena de dudas.—Pero... no sé si pueda estar con Franco después de todo esto. No sé si tenga la fuerza para volver a confiar, para dejarme amar otra vez.Marella la rodeó con un abrazo más fuerte, deseando que sus brazos pudieran protegerla de todos esos temores y fantasmas.—Es normal que ahora sientas eso. Tu corazón está herido, destrozado... pero, créeme, Suzy
Yolanda intentó recuperar la compostura, pero su corazón latía con tanta fuerza que parecía querer estallar de su pecho. Sus manos temblaban apenas perceptibles, aunque suficientes para que sintiera su propia vulnerabilidad. La sombra de un error del pasado, uno que creyó haber enterrado para siempre, regresaba justo en el peor momento, como un fantasma dispuesto a destruir todo lo que había construido.Eduardo miraba de un lado a otro, sus ojos alternando entre Yolanda y el recién llegado, incapaz de comprender la tensión que se sentía en el aire. La expresión de su madre era un mar de dudas y miedo. Yolanda sabía que, si ese secreto salía a la luz, toda su vida podría desmoronarse en un instante. Tenía que mantenerlo enterrado a toda costa.—Yolanda, ¿no nos presentas? —preguntó Eduardo, mirándola expectante, su ceño fruncido con evidente sospecha.Yolanda titubeó, incapaz de articular una respuesta. En ese preciso momento, Máximo apareció, su presencia imponente, aportando más presi
Suzy observó a sus padres y a los de Carlos, y sintió una mezcla de resignación y agotamiento. Había pedido a Marella que se marchara, sabiendo que la presencia de su amiga solo añadiría tensión a la situación. Aunque Marella quería quedarse para apoyarla, Suzy no quería que su amiga se enfrentara a una discusión innecesaria con sus familiares.—¿Estás segura de que estarás bien, Suzy? —preguntó Marella, dudosa.Suzy asintió, esforzándose por mostrar firmeza.—Lo prometo. Solo será un momento. Nos vemos pronto.Con un último beso en la mejilla, Marella se fue, dejando a Suzy sola ante el torbellino de emociones que la esperaba al otro lado de la puerta.Al entrar, la madre de Carlos fue la primera en reaccionar. Con el rostro visiblemente angustiado, se acercó a Suzy y la abrazó con una desesperación que casi le hizo perder el equilibrio. Suzy respondió al abrazo de manera mecánica, sintiéndose atrapada entre los recuerdos de lo que alguna vez fue cariño por sus suegros y el resentimie
Yolanda se giró lentamente, con el corazón acelerado y una sensación fría recorriéndole la columna vertebral.La mirada de Alejandro era fija, penetrante. No había duda en sus ojos: él sabía la verdad. Toda la verdad.Un sudor frío empezó a recorrer su frente. Sus labios se sellaron involuntariamente, como si sus palabras pudieran traicionarla en cualquier momento.—Ve a comprar, Glinda, te alcanzaré.Glinda asintió, pero su mirada se volvió intrigada.Se apartó de ellos, pero no tan lejos.«¿Qué ocultas, Yolanda? Debo averiguarlo, no me vas a tener en tus manos», pensó.—¿Qué quieres, Alejandro?El hombre sonriò con una burla en su rostro.—Señora Aragón, quiero que me devuelvas mi puesto como guardia personal de Máximo.—¡¿Estás loco?! ¿Quién te crees para pedirme eso?Alejandro volvió a sonreír.—La viborita creció hasta convertirse en una gran culebra, ¿Verdad? —el hombre tomó su teléfono, y le mostró una foto.Los ojos de la mujer se volvieron temerosos, el hombre en la foto antig
Cuando Yolanda regresó a la mansión, el aire estaba cargado de tensión.Se encontró con Máximo, quien parecía haber esperado ansiosamente su llegada. Al verlo, su corazón se aceleró, y sin mediar palabras, él comenzó a hablar.—Tengo miedo por el futuro de Eduardo, Yolanda —dijo, su voz quebrada por el temor.Yolanda, al escuchar esas palabras, sintió que la angustia la invadía como una marea imparable. No pudo evitarlo. Las lágrimas comenzaron a deslizarse por su rostro, cayendo lentamente, como si fueran las gotas de un dolor que había estado reprimiendo.—No quiero que le pase nada malo. —La voz de Yolanda se quebró—. Si Eduardo cae... ¿Qué será de él? Mi hijo está en juego, Máximo. Él es todo lo que me queda.Máximo se acercó, sin decir nada, pero sus brazos rodearon a Yolanda con fuerza, como si pudiera protegerla de la tormenta que se desataba en sus corazones.Yolanda descansó su cabeza sobre su pecho, dejándose llevar por la sensación de consuelo que él le ofrecía. Pero sabía q
Cuando Carlos Ibáñez abrió los ojos en aquella fría habitación, lo primero que preguntó fue por su esposa. Al descubrir que Suzy no estaba allí, su máscara de arrogancia se desplomó, y un llanto amargo brotó de él, revelando la desesperación de un hombre que, en el fondo, sabía lo perdido que estaba.—¡Quiero verla! —sollozó, sin rastro, de la soberbia que siempre lo había caracterizado—. Cometí errores, ¡pero también me engañó! Ella dijo que tendríamos un matrimonio abierto… ¿Y ahora me deja así? ¡No es justo!Los padres de Suzy, testigos de aquella confesión rota, lo miraron con el desprecio de quienes se sentían profundamente traicionados, no solo por su yerno, sino por toda la situación.—¿Dónde está nuestra hija? —demandó su madre con voz helada.Carlos, desesperado, no tardó en darles la dirección de la mansión en la que Suzy ahora vivía, pensando, en lo más profundo, que quizás ellos la traerían de vuelta a él.***Marella observaba el vestido de novia que yacía frente a ella, s
—¿Sabes? —Marella suspiró, bajando la mirada—. Eduardo me besó hace unos días, pero no sentí nada. Solo asco, rabia… Como si el amor que sentía se hubiera evaporado por completo. Y Dylan… él es tan diferente. Cuando estoy entre sus brazos, es como si el mundo desapareciera. Me siento deseada de una manera que nunca imaginé.Suzy la miró con ternura y curiosidad a la vez.—¿Y.… no han estado juntos?Marella sintió sus mejillas arder. Bajó la cabeza, atrapada entre el deseo y la vergüenza.—¡No! —respondió rápidamente—. Pero a veces pienso que… tal vez él no quiere estar conmigo porque me ve como alguien usada. Como una mujer manchada.—¡No digas eso! —exclamó Suzy, tomando las manos de Marella con firmeza—. No eres una mujer usada, Marella. Eres alguien que merece amor, y Dylan lo sabe. He visto cómo te mira… te juro que hay algo profundo en su mirada, algo que va más allá del deseo. Quizás solo está esperando el momento adecuado, tal vez hasta la noche de bodas.Marella dejó escapar un
Más tarde, Glinda fue al laboratorio.Se encargó de que los resultados fueran enviados directamente a su correo electrónico.Cada segundo contaba, y la ansiedad la consumía. No quería levantar sospechas, pero una parte de ella sentía que se estaba adentrando en un terreno peligroso, uno del que no podría regresar tan fácilmente.Al llegar a casa, se apresuró a cerrar la puerta tras ella, intentando mantener la calma.A pesar de su fachada controlada, un torbellino de pensamientos y temores recorría su mente. Esperaba pronto comprobar la mentira de Yolanda, si ella la tenìa en sus manos, ahora ella también.***Por la noche, Marella estaba en su habitación.El vestido dorado caía suavemente sobre su figura, el brillo del satén parecía acentuar cada línea de su cuerpo.Estaba nerviosa, pero no podía permitir que eso la detuviera.Esta noche no era una noche cualquiera; la presentación como esposa de Dylan Aragón ante la alta sociedad era un paso crucial.Algo dentro de ella se revolvía a