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Cuando Carlos Ibáñez abrió los ojos en aquella fría habitación, lo primero que preguntó fue por su esposa. Al descubrir que Suzy no estaba allí, su máscara de arrogancia se desplomó, y un llanto amargo brotó de él, revelando la desesperación de un hombre que, en el fondo, sabía lo perdido que estaba.—¡Quiero verla! —sollozó, sin rastro, de la soberbia que siempre lo había caracterizado—. Cometí errores, ¡pero también me engañó! Ella dijo que tendríamos un matrimonio abierto… ¿Y ahora me deja así? ¡No es justo!Los padres de Suzy, testigos de aquella confesión rota, lo miraron con el desprecio de quienes se sentían profundamente traicionados, no solo por su yerno, sino por toda la situación.—¿Dónde está nuestra hija? —demandó su madre con voz helada.Carlos, desesperado, no tardó en darles la dirección de la mansión en la que Suzy ahora vivía, pensando, en lo más profundo, que quizás ellos la traerían de vuelta a él.***Marella observaba el vestido de novia que yacía frente a ella, s
—¿Sabes? —Marella suspiró, bajando la mirada—. Eduardo me besó hace unos días, pero no sentí nada. Solo asco, rabia… Como si el amor que sentía se hubiera evaporado por completo. Y Dylan… él es tan diferente. Cuando estoy entre sus brazos, es como si el mundo desapareciera. Me siento deseada de una manera que nunca imaginé.Suzy la miró con ternura y curiosidad a la vez.—¿Y.… no han estado juntos?Marella sintió sus mejillas arder. Bajó la cabeza, atrapada entre el deseo y la vergüenza.—¡No! —respondió rápidamente—. Pero a veces pienso que… tal vez él no quiere estar conmigo porque me ve como alguien usada. Como una mujer manchada.—¡No digas eso! —exclamó Suzy, tomando las manos de Marella con firmeza—. No eres una mujer usada, Marella. Eres alguien que merece amor, y Dylan lo sabe. He visto cómo te mira… te juro que hay algo profundo en su mirada, algo que va más allá del deseo. Quizás solo está esperando el momento adecuado, tal vez hasta la noche de bodas.Marella dejó escapar un
Más tarde, Glinda fue al laboratorio.Se encargó de que los resultados fueran enviados directamente a su correo electrónico.Cada segundo contaba, y la ansiedad la consumía. No quería levantar sospechas, pero una parte de ella sentía que se estaba adentrando en un terreno peligroso, uno del que no podría regresar tan fácilmente.Al llegar a casa, se apresuró a cerrar la puerta tras ella, intentando mantener la calma.A pesar de su fachada controlada, un torbellino de pensamientos y temores recorría su mente. Esperaba pronto comprobar la mentira de Yolanda, si ella la tenìa en sus manos, ahora ella también.***Por la noche, Marella estaba en su habitación.El vestido dorado caía suavemente sobre su figura, el brillo del satén parecía acentuar cada línea de su cuerpo.Estaba nerviosa, pero no podía permitir que eso la detuviera.Esta noche no era una noche cualquiera; la presentación como esposa de Dylan Aragón ante la alta sociedad era un paso crucial.Algo dentro de ella se revolvía a
Marella miró sus ojos oscurecidos, pero no podía distinguir, tenía miedo.Intentó detenerlo, el hombre respiraba rápido, con su toque aun sobre su pierna.—¿No te gusta? —susurró a media vozElla acarició su rostro, luego, se quedó quieta.Su cuerpo temblaba, estaba nerviosa, pero con la cabeza tan confusa como una adolescente enamorada, no sabía que era lo que Dylan quería, pero quería lo que él quisiera.Siempre soñó con sentirse amada, deseada por un hombre y ella ser la única mujer en su mente, ahora parecía tan real.De pronto Dylan bajó la manga de su vestido dejando a la vista su pecho izquierdo, ella no llevaba sujetador, intentó cubrirse, pero el hombre tomó su mano, impidiéndolo, la mano de del hombre la acarició, ella se tensó.Él acarició su pezón con los dedos, ella se curvó, agitando su respiración, la sensación era exquisita, su cuerpo le pedía más, no podía pensar.En manos de Dylan, no podía pensar en nada. Él la observaba.Ante su antifaz y la oscuridad, era imposible
El agudo sonido de la ambulancia cortó el aire, devolviendo a Marella y Dylan a la realidad. Marella se apresuró a arreglar su vestido y acomodar su cabello, con el corazón aún acelerado.—¡Dylan! ¿Pasó algo? —preguntó ella, la preocupación pintada en su rostro.Dylan no respondió de inmediato. La atrajo hacia sí, besándola con firmeza antes de susurrar:—Calma, nada malo pasó.De pronto, un crujido rompió el momento. Dylan se tensó y, sin pensarlo, se apartó para investigar. Apenas alcanzó a vislumbrar una sombra que se alejaba rápidamente.—¿Eduardo? —murmuró entre dientes, sintiendo una oleada de rabia. Su intuición le decía que algo no estaba bien, pero decidió guardar silencio. No quería alarmar a Marella, al menos no todavía.Cuando regresaron al salón, se encontraron con un espectáculo desconcertante: una ambulancia estacionada frente a la mansión y dos paramédicos cargando una camilla con el cuerpo inconsciente de Franco.—¡Franco! —exclamó Dylan, sintiendo un nudo en el estóma
Claudia salió del hospital cabizbaja, el peso de su derrota reflejado en sus ojos vidriosos. Suzy respiró hondo, como si el aire fresco pudiera disipar los restos del enfrentamiento. Sin embargo, una chispa de compasión titiló en su pecho al pensar en el bebé de Claudia.—Pobre criatura... No tiene culpa de los errores de su madre —murmuró Suzy, más para sí misma que para los demás.Marella la abrazó con calidez, pero en sus pensamientos no podía evitar sentirse implacable. Había visto la crueldad de Claudia y sabía que merecía lo que estaba viviendo, aunque eso no aliviaba del todo el nudo en su pecho.La conversación se interrumpió cuando el médico salió del área de emergencias. Su rostro era serio, y la tensión en el ambiente se volvió sofocante.—¿Cómo está Franco? —preguntó Suzy con un hilo de voz, las palabras casi atoradas en su garganta.—Tuvo mucha suerte —respondió el médico, hojeando los informes en su mano—. La cantidad de veneno en su organismo no fue letal, pero estuvo ce
Dylan caminó lentamente hacia la habitación del hospital. Estaba aliviado al ver a Franco, finalmente fuera de peligro.Los médicos habían dicho que lo darían de alta pronto.Al entrar, Franco lo miró con una sonrisa de complicidad.—No te librarás de mí, Dylan, estaré en tu matrimonio religioso —dijo con una sonrisa burlona.Dylan esbozó una sonrisa, aunque estaba cansado y agotado. La tensión del día pesaba sobre sus hombros.—Pues claro, eres el padrino —respondió con tono cansado, pero con un destello de cariño en sus palabras.Franco sonrió levemente, antes de decir algo que hizo que el ambiente cambiara. Su tono era más serio, casi oscuro.—Estuve pensando. Lo único que bebí antes de sentirme mal... fue la copa de vino que te llevaron a ti. —La mirada de Franco se fijó en Dylan, como si buscara una respuesta en sus ojos.Dylan sintió que el aire se le escapaba del pecho. La idea había rondado en su mente desde que Franco se puso mal, pero nunca se atrevió a mencionarlo.Ahora, es
Dylan estaba furioso. Su corazón latía tan rápido como si fuera a explotar, el nudo en su estómago era insoportable.Cuando vio a Cecilia desnuda en esa cama, la rabia se apoderó de él.Sus palabras salieron con tanta furia que ni siquiera él podía reconocer su propia voz.—¿Esto es una trampa? ¡Cecilia, no me importas en lo más mínimo! ¡Eres solo un maldito fantasma del pasado, y los fantasmas no existen! —gritó, con el pecho empapado de desprecio.La puerta se cerró con violencia, pero la mirada de Eduardo, que apareció en el umbral, fue suficiente para encender aún más la ira de Dylan.«No puede ser», pensó Eduardo, mientras Dylan se acercaba con una calma que solo lograba irritarlo más.—¿Así que estás detrás de esto? —Dylan lo tomó del cuello de la camisa con fuerza, las manos temblándole por la rabia—. ¡Quédate con esta zorra, Eduardo! Los dos quedan perfectos, un par de traidores infieles.Empujó a Eduardo hacia la habitación, sin importarle la mirada de Cecilia, que apenas se c