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—Darrel, ¿qué estás haciendo? —La voz de Mora lo sacó de su trance, y al alzar la mirada, vio el tormento en sus ojos. La angustia lo invadió.—¿Darrel? —repitió, esta vez con una preocupación palpable.Él no respondía.En sus manos, el teléfono parecía apretar con tal fuerza que, por un momento, pensó que se iba a romper.Pero luego, de manera casi automática, lo acercó a ella, sus dedos temblando ligeramente.—Mora… ¿Qué significa esto? —La rabia contenía su voz, cada palabra parecía un puñal, pero al mismo tiempo, un miedo profundo asomaba en su mirada.Estaba buscando una explicación que, en su interior, temía que nunca llegaría.Mora, aún adormilada, miró la pantalla del teléfono, completamente desorientada. Cuando sus ojos se encontraron con las imágenes, una ola de confusión y pavor la atravesó.Sus ojos se agrandaron, su respiración se volvió pesada y su mente trataba de encontrar una lógica, un significado, pero todo parecía borroso. ¿Qué era esto? ¿Por qué estaban esas fotos
Una sonrisa radiante apareció en el rostro de Alma, pero pronto se desvaneció al darse cuenta de lo que acababa de decir en voz alta.Un leve rubor cubrió sus mejillas al ver la sonrisa del médico, como si el mundo se hubiera detenido por un instante en la consulta.—¡Sí, estoy embarazada! —, exclamó sin poder contener la emoción.Su corazón latía desbocado, pero de repente, una ola de vergüenza la invadió, y enseguida se quedó en silencio, apenada por la efusividad de su reacción.La felicidad era tan inmensa que no pudo evitar una risa nerviosa, pero, al mismo tiempo, se sintió vulnerable, como si la noticia, tan perfecta, la dejará expuesta a algo que no entendía por completo.Decidió que lo mejor sería marcharse, dejar que esa realidad se asentara en su mente antes de enfrentarse a cualquier otra cosa.Al girar hacia la puerta, sintió una mano que la detuvo con firmeza.Su cuerpo se tensó al instante y, al mirar, encontró a Bernardo frente a ella, con una expresión que denotaba so
Darrel había dejado a Mora en casa de los Aragón, con una sensación pesada en el pecho. La rabia y la incertidumbre seguían quemándole por dentro.Mientras conducía hacia el lugar donde sus guardias le indicaron que podría encontrar al hombre responsable de la confusión, la furia lo consumía, cada vez más fuerte.No entendía cómo alguien podía atreverse a poner en riesgo lo que tenía con Mora, lo que habían construido a pesar de todo.Al llegar al lugar, un edificio oscuro, de aspecto inquietante, Darrel no dudó.Llamó a la puerta con fuerza, su mano cerrada sobre el volante temblando de rabia. El hombre abrió, y antes de que pudiera reaccionar, Darrel irrumpió en su casa, con los guardias siguiéndolo de cerca.Sin mediar palabra, le dio un golpe directo al rostro, un impacto que resonó en el aire. El hombre gritó, intentando apartarse, pero Darrel no le dio oportunidad.—¡Vas a decirme cómo demonios están tus fotos en el teléfono de mi mujer o te mataré! —rugió Darrel, la voz llena d
Cuando Darrel llegó a la casa, su mirada se clavó en la figura de Tina, siendo retirada de allí, arrastrada por dos hombres.El pánico había dejado su huella en su rostro, pero Darrel no tenía tiempo para eso. Corrió sin pensarlo hasta la habitación de su esposa, donde ella yacía en la cama, como si todo su mundo se hubiera desmoronado en un solo instante.—¡Mora! —su voz tembló, y sus pasos resonaron con fuerza al acercarse a su lado.Ella levantó la mirada, sus ojos rojos de tanto llorar, pero en sus pupilas había un vacío que no podía ignorar.—¿Dónde estabas? —su voz quebró mientras observaba las manos de Darrel, los apretó los puños, el enrojecimiento que denotaba una violencia contenida.—Todo está bien, cariño —contestó él, intentando calmarla, pero la ira seguía retumbando en su pecho—. Alguien merecía perder sus dientes.Mora observó su rostro, la ansiedad y el dolor de ver a su esposo en esa condición.Pero lo que realmente la consumía era lo que había sucedido antes.Tina h
—¡¿Qué es esto, Darrel?! —gritó Mora con la voz entrecortada, sus manos temblaban mientras sostenía el teléfono frente a él—. ¡Mira lo que dicen todos, mira lo que dice la prensa!Darrel tomó el dispositivo, leyendo los titulares y comentarios que invadían las redes sociales.Los insultos y burlas eran despiadados:"Darrel Aragón, el títere de su esposa infiel.""¿Criará otro bastardo como su abuelo Máximo?""¿Será este niño un asesino como Eduardo Aragón?"El rostro de Darrel enrojeció de furia, sintiendo cómo la sangre le hervía con cada palabra. Su mandíbula se tensó, y sus puños se cerraron con tanta fuerza que los nudillos se tornaron blancos.Mora, devastada, no podía dejar de sollozar.—Darrel… yo no… —balbuceó ella, llevándose las manos al rostro—. ¡No puedo más con esto!Darrel la abrazó con fuerza, envolviéndola en sus brazos como si quisiera protegerla del cruel mundo exterior.—Mora, escúchame bien —dijo con voz firme, acariciando su cabello—. No tienes que demostrarle nad
Bernardo salió tras Máximo, apresurando el paso, mientras el anciano avanzaba lentamente con su bastón y escoltado por el guardia.La mirada de Bernardo era de furia contenida, pero también de desesperación.—¡Espera, Máximo! —gritó con un tono áspero que hizo eco en el pasillo vacío.Máximo se detuvo, girando la cabeza, apenas lo necesario para ver de reojo al hombre que ahora era la sombra del niño que alguna vez fue.—Si quieres que deje en paz a los Aragón, dame dinero. Mucho dinero, y me iré lejos para siempre.La sonrisa de Bernardo era una mezcla de desafío y triunfo.Máximo lo observó en silencio, con sus ojos cargados de desprecio.No sentía más que repulsión por él; su oportunismo le recordaba a Eduardo, su hijo caído en desgracia. Ese hombre pudo ser su nieto, pero ahora era solo un desgraciado.Apretó el mango de su bastón con fuerza, intentando contener la rabia que bullía en su interior.—¿Cuánto dinero quieres? —preguntó, finalmente, en un tono frío y calculador.Bernar
—Dime, Marella, si un accidente ocurre ahora, ¿A quién piensas que salvaría tu prometido, a ti o a mí?Glinda conducía ese auto, Marella iba en el asiento de copiloto.La mujer tenía una sonrisa maliciosa en sus labios rojos.Marella sintió miedo, un escalofrío la recorrió hasta la columna vertebral.—¿Por qué dices cosas así, Glinda? Basta, conduce con cuidado.Glinda sonrió. Miró al frente.—¿Quieres apostar? Él dijo que te quiere, que se casará contigo, pero solo fue por mi pequeño error, porque en realidad, Eduardo lo dejaría todo por mí, incluso a ti.Marella quería gritar, ¡cuánto quería maldecirla! Odiaba a Glinda como nunca odió a nadie, pero no podía hacer nada, Glinda era la viuda del mejor amigo de su prometido Eduardo y, además, su primer amor imposible, le tenía mucho cariño.Glinda siempre fue la fuente de problemas, un problema con ella sería uno con su prometido, estaban a días de casarse, iban camino a su fiesta de compromiso, no quería arruinarlo.Marella se quedó ca
Marella escuchó el ruido de las sirenas, miró alrededor y vio a los paramédicos, la sacaron del auto, su cuerpo estaba adolorido, tenía una herida en la frente, la subieron a la camilla y notaron que tenía sangrado vaginal.—¡Estoy embarazada…! ¡Ayúdame por fa! —susurró débil—¡Está embarazada! Apúrense, está sufriendo un aborto, debemos llegar rápido para que la auxilien —dijo el paramédico.Le suministraron oxígeno y pronto estuvo en la ambulancia.Iba consciente, a veces perdía el conocimiento y luego volvía en sí.***En el hospital.Eduardo Aragón caminaba de un lado a otro con una gran desesperación.Su corazón latía al recordar las palabras de Glinda.Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando vio a Glinda en una camilla, era trasladada a una habitación, él se acercò y tomó la mano de la mujer, besando su dorso con ternura.—Todo va a estar bien, cariño, nuestro bebé va a sobrevivir.Marella despertó de su aturdimiento, iba en la camilla, pero, pudo ver a lo lejos a Eduardo y