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Un Mes DespuésAlma y Salvador estaban recostados en la cama, al fin tenían un remanso de paz después de días de preparativos.Salvador acariciaba el vientre de Alma, maravillado con los movimientos del bebé que respondían a su toque.Su voz era un susurro lleno de ternura.—Creo que nuestro bebé ya extraña a papá… Muy pronto nos veremos, cariño.Alma sonrió, aunque un suspiro escapó de sus labios, mezcla de cansancio y dicha.—Déjalo dormir un poco, amor. A este ritmo, creo que será igual de inquieto que tú.—¿Eso es malo? —preguntó él, con una risa que iluminó el ambiente.—No, es maravilloso —respondió Alma antes de reír también.Salvador se inclinó para besar sus labios, sus dedos, recorriendo con suavidad las facciones de su esposa.—¿Todo está listo para el gran día, futura madrina?—Todo está perfecto —aseguró Alma, sonriendo—. Será un día mágico, mi amor.Salvador la abrazó, sosteniéndola como si en ese momento el mundo se detuviera solo para ellos.—Gracias por aparecer en mi
Darrel acunaba a Dalia con cuidado, tarareando una suave melodía que parecía calmar no solo a la pequeña, sino también a su propio corazón.A unos pasos de él, Mora amamantaba a Dana, quien bebía con voracidad.Sus ojos cansados, pero llenos de ternura, se alzaron hacia Darrel, y durante un instante compartieron una mirada que decía más de lo que cualquier palabra podría expresar.Sus vidas habían cambiado radicalmente. No era sencillo acostumbrarse al caos de pañales, llantos y noches sin dormir, pero en medio de todo eso había momentos como este: instantes de serenidad que les recordaban lo afortunados que eran.—¿Crees que fue lo correcto? —preguntó Darrel de repente, rompiendo el silencio con un susurro cargado de duda—. ¿Que mi padre fuese con Máximo?Mora se tomó un segundo para procesar la pregunta.Sus pensamientos viajaron al rostro de su padrino, a la sombra de los errores que los habían llevado hasta aquí.Finalmente, asintió.—Es lo mejor, Darrel —respondió, su voz firme pe
La camioneta se detuvo en un camino que parecía perdido en el tiempo.Dylan bajó primero, sus zapatos hundiéndose ligeramente en la tierra húmeda.Frente a él, la cabaña junto al río parecía intacta, como si estuviera esperando su regreso.A madera, aunque desgastada, mantenía ese aire acogedor que siempre recordaba de su niñez.Máximo descendió del vehículo con paso lento, mirando a su alrededor con una mezcla de nostalgia y culpa.—¿Alguna vez volviste? —preguntó Dylan mientras recogía las cañas de pescar.Máximo negó, hundiendo las manos en los bolsillos como un niño regañado.—No sin ti.El silencio se coló entre ellos mientras tomaban las herramientas y caminaban hacia el bote.Las aguas del río reflejaban el cielo despejado, y el sonido de los remos rompía la calma casi sagrada del lugar.Dylan remaba con fuerza, sus movimientos firmes y constantes, mientras su padre miraba el horizonte perdido en sus pensamientos.Una vez anclados en un punto tranquilo, comenzaron a pescar.Al p
—Dime, Marella, si un accidente ocurre ahora, ¿A quién piensas que salvaría tu prometido, a ti o a mí?Glinda conducía ese auto, Marella iba en el asiento de copiloto.La mujer tenía una sonrisa maliciosa en sus labios rojos.Marella sintió miedo, un escalofrío la recorrió hasta la columna vertebral.—¿Por qué dices cosas así, Glinda? Basta, conduce con cuidado.Glinda sonrió. Miró al frente.—¿Quieres apostar? Él dijo que te quiere, que se casará contigo, pero solo fue por mi pequeño error, porque en realidad, Eduardo lo dejaría todo por mí, incluso a ti.Marella quería gritar, ¡cuánto quería maldecirla! Odiaba a Glinda como nunca odió a nadie, pero no podía hacer nada, Glinda era la viuda del mejor amigo de su prometido Eduardo y, además, su primer amor imposible, le tenía mucho cariño.Glinda siempre fue la fuente de problemas, un problema con ella sería uno con su prometido, estaban a días de casarse, iban camino a su fiesta de compromiso, no quería arruinarlo.Marella se quedó ca
Marella escuchó el ruido de las sirenas, miró alrededor y vio a los paramédicos, la sacaron del auto, su cuerpo estaba adolorido, tenía una herida en la frente, la subieron a la camilla y notaron que tenía sangrado vaginal.—¡Estoy embarazada…! ¡Ayúdame por fa! —susurró débil—¡Está embarazada! Apúrense, está sufriendo un aborto, debemos llegar rápido para que la auxilien —dijo el paramédico.Le suministraron oxígeno y pronto estuvo en la ambulancia.Iba consciente, a veces perdía el conocimiento y luego volvía en sí.***En el hospital.Eduardo Aragón caminaba de un lado a otro con una gran desesperación.Su corazón latía al recordar las palabras de Glinda.Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando vio a Glinda en una camilla, era trasladada a una habitación, él se acercò y tomó la mano de la mujer, besando su dorso con ternura.—Todo va a estar bien, cariño, nuestro bebé va a sobrevivir.Marella despertó de su aturdimiento, iba en la camilla, pero, pudo ver a lo lejos a Eduardo y
Marella despertó, miró alrededor, nadie estaba en su habitación, se sentía tan cansada.Tocó su vientre, sintió un gran miedo, lo recordó, todo lo que vino a su mente era que Eduardo la había abandonado en un accidente, y eligió salvar a su primer amor, a la mujer que tanto le causaba inseguridad en su relación.Comenzó a gritar desesperada.Hasta que una enfermera apareció.—¡Señorita, cálmese, por favor!—¡Mi bebé! Por favor, dígame, ¿Cómo está mi hijo?La enfermera titubeó, hundió la mirada, no supo qué decir.El doctor apareció y la enfermera se hizo a un lado.—Señorita Ruiz… cuando llegó al hospital su estado era muy crítico, por desgracia, el sangrado era muy intenso, no pudimos hacer nada…—¡¿Qué?! ¿Qué dice? —exclamó, las lágrimas se aferraban a sus ojos ensanchados que miraban al doctor sin entender—. ¿Mi bebé…?El doctor negó.—Lo siento, no pudimos salvarlo, cuando llegó aquí, ya lo había perdido, no pudimos hacer nada, tuvimos que hacer un legrado.Marella parecìa tan des
—¡Ella está embarazada, abuelo!Los ojos del anciano se abrieron enormes al escuchar las palabras de su nieto, le miró con rabia.De pronto, el abuelo lanzó una bofetada a Eduardo.El hombre tocó su mejilla, mientras su madre le abrazaba.—¡Por favor, suegro, no le pegues a mi hijo! —suplicó Yolanda, la madre de Eduardo.—¡Cállate! Esto es tu culpa, Yolanda, siempre defendiendo a este cobarde, bueno para nada. ¡No puedo creerlo! Si te quedas con esa mujerzuela, ¡no serás el CEO de ninguna empresa! Solo un empleado más.Eduardo le miró sorprendido.—¿De verdad? ¿Prefieres que mi hijo quede sin padre?El abuelo sintió que eso le dolía.—¿Prefieres que Glinda sea solo una madre soltera y mi hijo pague por mis pecados? —exclamó EduardoEl abuelo sintió que no tenía fuerzas, hundió la mirada.—Bien, cásate con esa mujer, pero nunca la aceptaré, ya veremos si tú o tu hijo heredan algo, porque en este momento prefería dejar todo a la beneficencia pública que a ti, o al estúpido de tu padre,
Un silencio cimbró el lugar, los ojos de Eduardo se ensancharon, sorprendidos al ver a la mujer ahí.Glinda sintió una rabia intensa.—¡Haz que se vaya, ha venido a maldecirme! —dijo Glinda casi llorando.—¡Quiero felicitar a los novios! Se merecen el uno al otro, hacen una pareja perfecta, ¿no lo creen? Después de todo, son igual de traidores, ¿Acaso no engañaste a tu difunto marido con Eduardo, quien me traicionó a mí, Glinda? Diles, diles a todos que esperas un hijo de Eduardo, ¿O no es de Eduardo? Ya que es una mujer infiel, dinos, Glinda, ¿Ese hijo que esperas es realmente de Eduardo Aragón? —exclamó Marella en voz alta, sintiendo una adrenalina que le daba fuerzas.La gente estaba tan sorprendida, Eduardo estaba al borde de un ataque de ira.Glinda estaba llorando sin control, corrió alejándose, abrumada por la humillación, Yolanda fue tras ella.Justo al fondo, con una sonrisa burlona, estaba Dylan Aragón, el primogénito de Máximo y medio hermano de Eduardo.«Venir aquí y ver e