Capítulo 34. Huida

El hombre la mira de manera maliciosa y sonríe igual. Lea da unos pasos atrás con la respiración desaforada, no hay que ser muy inteligente para deducir lo que quiere a hacer ese hombre cuando apaga el motor del auto. Obliga a sus pies a obedecerle y comienza una carrera entre el gentío sin mirar atrás, tropieza y casi cae entre la turba con la suerte de ser atrapada por un joven de cabello oscuro ensortijado y ojos marrón oscuro, muy expresivos que le sonríe y ella lo hace de vuelta con nerviosismo. Se zafa de los brazos del desconocido y pronuncia un “gracias” sin voz y él asiente. Corre de nuevo.

Cansada, se detiene mirando hacia todos lados buscando no solo al hombre que la asustó sino un lugar donde esconderse. Hay muchas partes donde ir, pero ella no conoce mucho esta parte de la isla entonces… se siente perdida.

— ¡Calma, calma, calma! – se dice a sí misma tratando de aplacar el miedo —. Debo buscar un sitio público donde entrar – observa la hilera de aparadores y se golpea la
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