ISABELLA RODRÍGUEZ
No iba a negar que últimamente me había vuelto muy miedosa, motivos tenía muchos: El bienestar de María, incluso el de Daniel; que Patricia volviera a plantarse frente a la puerta; que Celeste hiciera alguna estupidez que frustrara mi vida, como bien le gustaba hacer, y afectara a mi madre; pero lo que más me aterraba era Esteban.
Los días pasaban y tenía esa falsa sensación de paz. Sabía que estaba dando tiempo para que bajáramos la guardia y poder tomarnos por sorpresa, pero no había manera de sacarle ventaja. Ramírez, incluso Yolanda, habían intentado dar con él, buscando por todos los medios su nombre. Era conocido por la gran fortuna que amasaba, pero cada empresa que le daba sus ganancias no parecía estar vinculada a él más allá de acciones o ciertos acuerdos de inversión.
No dependía de ninguna y
ISABELLA RODRÍGUEZ Sus ojos parecían estar en llamas y aunque no quise verme dominada por ellos, no podía negar que tenía miedo. De cierta forma comprendía que Esteban tenía la sartén por el mango. —¿Sabes? Tu madre es una mujer muy inteligente. No piensa heredarles nada, pero si usar toda su fortuna para apoyarlas, dispuesta a financiar proyectos ambiciosos, haciendo mujercitas de bien, trabajadoras y visionarias… Eso es admirable —dijo con una gran sonrisa antes de comerse a mi caballo en el tablero—, «dale un pez a un hombre y comerá hoy, enséñale a pescar y comerá el resto de su vida». —¿Qué es lo que quieres? —Vine con toda la intención de hacer negocios con Romina, pero se negó. Dice que su riqueza es para sus hijas y sus propios negocios. —Torció la boca con desilusión
GABRIEL SILVA—Fue pérdida total… —dijo Ramírez mientras veíamos a lo lejos el edificio calcinado por las llamas—. El seguro ya está trabajando en el asunto, parece que el incendio comenzó en su departamento, señor. Los guardaespaldas están en el hospital y…—¿Qué pasó con Patricia? —Internamente, ya lo sabía.—Se encontró un cuerpo femenino calcinado. Se harán pruebas de ADN para confirmarlo, pero lo más seguro es que sea ella.—¿Cómo pueden decir que el incendio comenzó en el departamento? Siempre estuvo en buenas condiciones y…—Al parecer hubo una fuga de gas, o eso sospechan los bomberos.—Quiero que localices a la madre de Patricia, manda flores, dale una compensación y una sepultura digna para su hija… no dejes de investigar. ¿Entendido? —Sí, señor —contestó Ramírez con esa frialdad que lo caracterizaba. No había nada que pudiera dar u ofrecer que en verdad consolara el corazón de una madre. ¿Cómo podía encarar a la familia de Patricia y explicarles que lo único que quería er
ISABELLA RODRÍGUEZ—¿Qué harás? —preguntó Esteban con una sonrisa—. Regresarás a los brazos de Gabriel y ¿qué? Después de eso lo meteré a la cárcel por todos los cargos que puedas imaginar. De todas maneras, lo perderás.—Encontraremos la forma… —dije entre dientes.—Te voy a pláticar lo que va a pasar… —agregó con paciencia y una enorme sonrisa—. Él se va a la cárcel, tú al manicomio y los niños al orfanato. ¿Qué te parece? Si no estás dispuesta a hacer un pequeño sacrificio por tu familia y darme lo que quiero, entonces veré que todos perezcan al mismo tiempo. —¿Manicomio?—¡Por favor! Es más fácil meter a una persona sana al manicomio que a un inocente a la cárcel —dijo entre carcajadas—. Eso es lo que iban a hacer con Celeste una vez que le quitarán el pulmón. ¿No lo sabías?Puso su atención en Celeste que permanecía detrás de mí, con la mirada perdida y el rostro pálido. —El hombre al que amas iba a usar y desechar a Celeste como si fuera basura, haciéndola pasar como una loca
ISABELLA RODRÍGUEZ Me empujó con fuerza haciéndome caer al suelo mientras recogía cada fotografía y volvía a esconderlas en el espejo. —¡No vuelvas a tocarlas! ¡No vuelvas a entrar a mi cuarto! ¡¿Entendiste?! —Estaba furiosa, fuera de sí, tanto que me sentí intimidada. Me levanté con dificultad, me dolía el trasero. —¿Quién es Paula? —pregunté sin darle tanta importancia, pero ella corrió y cubrió mi boca con su mano. —No pronuncies ese nombre… Nunca lo hagas. —Su hostilidad estaba revuelta con miedo y tristeza. Me retiré sus manos de la boca y retrocedí, comprendiéndolo. —Es tu hija… —En ninguna foto aparecía Celeste con ella, pero contestó mi pregunta en cuanto la primera lágrima cayó por su mejilla—. ¿Quién es el padre?&nbs
ISABELLA RODRÍGUEZ Logré enredar mis brazos a su cuello mientras lo llenaba de besos insistentes y sedientos, era la única forma en la que ese maldito nudo en la garganta comenzaba a deshacerse. —Tranquila, todo está bien… —dijo en un susurro sin poder controlar mi efusividad—. Ya estoy aquí. —No quise alejarme de ti ni por un segundo, pero… —Shhh… —Acarició mis labios con su pulgar, silenciándome con dulzura—. Lo sé… —Tienes que irte… Si te descubre no dudará en… —Ya lo sé… —agregó dándome un beso tierno en los labios. —Pero… —Confía en mí… Solucionaré esto, lo juro. —Sus o
GABRIEL SILVA No pude más contra mis instintos y cuando sentí sus caderas entre mis manos y su cuerpo se retorció de esa manera tan dulce, le saqué el vestido, dejándola en lencería y liguero. Isabella no era como todas esas mujeres con las que alguna vez había estado, no se comportaba sensual y salvaje, no era experta en la cama y su mirada no destilaba lujuria, pero había algo en su nerviosismo y sus ojos cargados de súplica que me enloquecía y me hacía sentir hambriento por someterla. Este era el único momento en el que su rebeldía se veía reducida y se comportaba dócil y frágil. Estaba ardiendo, mi entrepierna palpitando y mi mente completamente nublada por el deseo. Desgarré sus bragas y le arranqué el brassier, deseoso de volver a saborearla. Quería ser gentil, per
GABRIEL SILVA —¿Crees que funcione? —preguntó Daniel viendo la enorme mansión delante. —Los Silva podremos despedazarnos entre nosotros, pero jamás permitir que alguien se meta con algún integrante de la familia —respondí ajustándome la corbata. —Te recuerdo que no soy un Silva muy querido. —Bufó. —Me queda claro, pero llevas de la mano a la mujer que te abrirá las puertas. Daniel volteó hacia María, quien lucía un encantador vestido azul que le daba una apariencia angelical. Ella era reconocida por su labor médica, aunque su nombre no era tan escuchado como el de Daniel, tenía una reputación intachable y era conocida por su compromiso y dulzura, dejaría una gran impresión en los abuelos, y si eso no funcionaba, tenía mi plan B. —¿Estás lista? —pregunté a Isabella quien veía el lugar con horror, de seguro rememorando viejos traumas. —Eso creo… —agregó antes de salir del auto. —¡Mami! ¡¿Podemos ir a ese bonito puente a jugar?! —exclamó Javier con emoción. ¤ —¿Qué demonios hac
MARÍA MURILLOLas palabras de Isabella causaron eco conforme las pronunció. Aunque fue un monólogo largo, yo solo me quedé con dos cosas: Celeste es una víctima como nosotros y tiene una hija que bien podría ser de Daniel. Ese hijo por el que tanto tiempo lloró y que lo convirtió en un hombre miserable y cruel al creer que lo había perdido, estaba vivo, era una niña y era el producto de amor que había tenido con Celeste. —Podría ser hija de Gabriel… —agregó Isabella, notando mi semblante deprimente y patético. —Tengo tan mala suerte con Daniel, que puedo jurar que es su hija —contesté con la mirada perdida en el lago—. Tenemos que decírselo cuanto antes, no es bueno ocultarlo por más tiempo. Le… dará gusto saberlo.—María… —Ya salieron —dije mientras veía como el par de primos atravesaban el pórtico, acompañados de su abuelo. Era curioso ver a Daniel sonriendo con arrogancia, estaba orgulloso de lo que habían logrado, no necesitaba preguntárselo, podía leerlo en sus ojos. Era un l