ISABELLA RODRÍGUEZDespués de ese momento incómodo donde Esteban se volvió a presentar, como si fuera un completo desconocido para mí, Romina me tomó de la mano y me dirigió hacia el estudio de música. Sentí la mirada de ese hombre clavada en mi espalda como un puñal. La noche era aún joven y sabía que me esperaba una plática difícil con él en algún momento.—Sé lo que ocurrió dentro de ese hospital… y me encuentro en un grave dilema —dijo Romina mientras acariciaba el piano con su delgada mano—. Lo que hizo Gabriel ayudado por el doctor Ávila fue ruin. Quiero creer que tú no estabas enterada de esto.—No… Lo supe después —contesté
ISABELLA RODRÍGUEZ Paseé mis dedos por los números, sin saber cuál presionar, no quería que el cajón se fuera a bloquear o algo por el estilo. De pronto una chispa de lucidez saltó. Presioné la fecha justa en la que nos conocimos y la luz se prendió en verde antes de que el seguro se abriera. No pude evitar sonreír, Gabriel había puesto nuestra fecha, tal vez en un momento de melancolía como el que estaba viviendo yo. En cuanto lo abrí, me di cuenta de que había más cosas de las que esperaba encontrar. —Sabía que no habría otra persona que pudiera abrir ese cajón, más que tú —dijo Guillermina, asomándose por la puerta con una taza de té caliente. —¿Qué es todo esto? —pregunté curiosa y tomé el collar de perlas, alzándolo ante mis ojos.
GABRIEL SILVA Sentado ante mi escritorio, vi la caja de metal que había sido el recipiente del chip, le di un par de vueltas entre mis dedos y al abrirla… estaba ahí. —Por eso te pregunto, ¿de dónde sacaste el chip que le diste a Celeste? —Volteé la caja hacia Isabella, que abrió sus ojos hasta mostrar por completo sus hermosos iris azules. —Ah… ¿Ese es el chip? —preguntó tragando saliva, parecía tener la garganta seca—. Entonces… ¿qué le di a Celeste? ¿Crees que sea buen momento para huir de la ciudad? —Isabella… —Me levanté de mi asiento y me senté en la orilla del escritorio, frente a ella—. Me dijiste que le diste el chip, ¿de dónde lo sacaste? —Del cajón… Ahora que lo pienso, no suena lógico que estuviera ahí desde un principio —reflexionó escurriéndose en la silla mientr
GABRIEL SILVA —¿Por qué una mujer exitosa como tú se está prestando a esto? —pregunté a Patricia. En cuanto se sentó dentro de mi despacho, no paró de hablar, explicando que su acercamiento había sido, desde un principio, plan de Esteban. ¿Desde hacía cuánto tiempo este hombre estaba detrás de mis pasos? —Necesitaba dinero y, acercarme a un hombre rico y atractivo para conquistar su corazón, sonaba como el trabajo de ensueño —contestó apenada, intentando dedicarme una mirada cálida y arrepentida, pero dudando por la presencia de Isabella, que no podía fingir que no le molestaba su confesión. —No creo que conquistar el corazón fuera lo único que querías… Saboteaste ese chip —agregó mi mujer, interponiéndose entre los dos, celosa de que hubiera el mínimo de contacto, aunque fuera visu
ISABELLA RODRÍGUEZ No iba a negar que últimamente me había vuelto muy miedosa, motivos tenía muchos: El bienestar de María, incluso el de Daniel; que Patricia volviera a plantarse frente a la puerta; que Celeste hiciera alguna estupidez que frustrara mi vida, como bien le gustaba hacer, y afectara a mi madre; pero lo que más me aterraba era Esteban. Los días pasaban y tenía esa falsa sensación de paz. Sabía que estaba dando tiempo para que bajáramos la guardia y poder tomarnos por sorpresa, pero no había manera de sacarle ventaja. Ramírez, incluso Yolanda, habían intentado dar con él, buscando por todos los medios su nombre. Era conocido por la gran fortuna que amasaba, pero cada empresa que le daba sus ganancias no parecía estar vinculada a él más allá de acciones o ciertos acuerdos de inversión. No dependía de ninguna y
ISABELLA RODRÍGUEZ Sus ojos parecían estar en llamas y aunque no quise verme dominada por ellos, no podía negar que tenía miedo. De cierta forma comprendía que Esteban tenía la sartén por el mango. —¿Sabes? Tu madre es una mujer muy inteligente. No piensa heredarles nada, pero si usar toda su fortuna para apoyarlas, dispuesta a financiar proyectos ambiciosos, haciendo mujercitas de bien, trabajadoras y visionarias… Eso es admirable —dijo con una gran sonrisa antes de comerse a mi caballo en el tablero—, «dale un pez a un hombre y comerá hoy, enséñale a pescar y comerá el resto de su vida». —¿Qué es lo que quieres? —Vine con toda la intención de hacer negocios con Romina, pero se negó. Dice que su riqueza es para sus hijas y sus propios negocios. —Torció la boca con desilusión
GABRIEL SILVA—Fue pérdida total… —dijo Ramírez mientras veíamos a lo lejos el edificio calcinado por las llamas—. El seguro ya está trabajando en el asunto, parece que el incendio comenzó en su departamento, señor. Los guardaespaldas están en el hospital y…—¿Qué pasó con Patricia? —Internamente, ya lo sabía.—Se encontró un cuerpo femenino calcinado. Se harán pruebas de ADN para confirmarlo, pero lo más seguro es que sea ella.—¿Cómo pueden decir que el incendio comenzó en el departamento? Siempre estuvo en buenas condiciones y…—Al parecer hubo una fuga de gas, o eso sospechan los bomberos.—Quiero que localices a la madre de Patricia, manda flores, dale una compensación y una sepultura digna para su hija… no dejes de investigar. ¿Entendido? —Sí, señor —contestó Ramírez con esa frialdad que lo caracterizaba. No había nada que pudiera dar u ofrecer que en verdad consolara el corazón de una madre. ¿Cómo podía encarar a la familia de Patricia y explicarles que lo único que quería er
ISABELLA RODRÍGUEZ—¿Qué harás? —preguntó Esteban con una sonrisa—. Regresarás a los brazos de Gabriel y ¿qué? Después de eso lo meteré a la cárcel por todos los cargos que puedas imaginar. De todas maneras, lo perderás.—Encontraremos la forma… —dije entre dientes.—Te voy a pláticar lo que va a pasar… —agregó con paciencia y una enorme sonrisa—. Él se va a la cárcel, tú al manicomio y los niños al orfanato. ¿Qué te parece? Si no estás dispuesta a hacer un pequeño sacrificio por tu familia y darme lo que quiero, entonces veré que todos perezcan al mismo tiempo. —¿Manicomio?—¡Por favor! Es más fácil meter a una persona sana al manicomio que a un inocente a la cárcel —dijo entre carcajadas—. Eso es lo que iban a hacer con Celeste una vez que le quitarán el pulmón. ¿No lo sabías?Puso su atención en Celeste que permanecía detrás de mí, con la mirada perdida y el rostro pálido. —El hombre al que amas iba a usar y desechar a Celeste como si fuera basura, haciéndola pasar como una loca