Llegó el sábado. Intentaba evitar cualquier contacto que no fuera estrictamente necesario con Carolina, a veces tenía que ser cortante en extremo. Scarlett y yo volvimos a la normalidad, nos reconciliamos, pero había algo que no se sentía bien del todo. Había una tenue atmósfera de tensión y misterio, ella había cambiado muy ligeramente, un cambio que había percibido de manera muy intuitiva y no sabía explicar de manera racional. O quizá era yo con mi frustrante capacidad para entender mis emociones.
Mi padre me pasó a dejar al centro comercial, me dio un poco de dinero, y se despidió de mí. Sentí una vibración en uno de los bolsillos traseros de mi pantalón. Saqué mi celular y miré el mensaje de Scarlett:
"No voy a poder ir con ustedes a comer, me salió algo de última hora :( Perdón. Diviértanse."
José Luis se quedaba a clases de dibujo. Eran las cinco de la tarde y el aire de febrero estaba frío como el hielo seco. Me enfundé en la chamarra negra de invierno y acompañé a Scarlett a la parada, donde estaba Natalia esperándola, como siempre. Me despedí de ella y en lugar de sentarme a esperar el camión, volví a entrar al campus. Necesitaba hacer algo antes de irme, y este era el momento perfecto.Sentí empatía por Zacarías, pero esta no duró mucho. Una culpa me había invadido, un sentimiento de responsabilidad por haberlo juzgado. Hasta que un breve recuerdo me soltó una bofetada repentinamente. José Luis solía contar anécdotas de su vida sin ton ni son, un detalle que todos adorábamos de él, pues las relataba de una manera muy divertida.
Aquellas románticas sensaciones no duraron mucho. Las cosas volvieron a tensarse. Tres días después, había salido a comer como normalmente lo hacía, a la cafetería, con mis amigos. Cuando llegué, Natalia, Alex, y la chica que venía con él aquel día, Violeta, ya estaban ahí. Escuchaban a Alex, quien parecía estarles contando una anécdota. Me senté y me uní a la conversación. Esa historia ya me la sabía. Era la de aquella vez que su madre casi lo corre de su casa por llevar un perro que había encontrado de regreso. A mi amigo le encantaba ponerle emoción a esa historia, para expresar qué tanto le importaba la protección de los animales. Así, pasaron más de veinticinco minutos. Jorge llegó, Bruno y José Luis también. Andrea pasó a saludar. Incluso me saludó a mí también, sin forzar nada. Pero no había señal de Zacarías y Scarlett. Me extrañé mucho. En real
✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧SCARLETT✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧ Ya habían sonado cuatro toques antes de que escuchara la voz de Tony. —¿Hola?— dijo a través del teléfono. Era una bella mañana de domingo. Los rayos de sol iluminaban las casas y las calles de manera pacífica y agradable. Pasaban un poco más de las diez de la mañana, ya se oía a la gente afuera hablando, caminando o realizando otras actividades. Mi novio y yo nos habíamos organizado para salir a algún lado ese día, ya que yo no había podido ir cuando todos fueron a comer. Le llamaba para confirmar la hora. —¿Entonces quedamos a las dos de la tarde?— pregunté. Él vaciló un moment
Llegué al centro comercial e intenté sacudir aquellos pensamientos. Vi a Zacarías enseguida que llegué. Estaba recargado junto a la entrada de una tienda de ropa, observando a las personas que pasaban frente a él. Vestía de negro, con una chaqueta blanca y el cabello desordenado. Me detuve a contemplarlo antes de que me viera. Por primera vez, noté lo atractivo que se veía. Me deshice de la idea casi tan rápido como llegó. —Hola.— susurré. —Creí que no vendrías.— dijo sin mirarme. Fruncí el ceño y miré la hora en mi celular. —¿Por qué? Son las dos y siete. —Dijiste que a las dos.— me recordó, mirándome por fin. Tomé aquello como un chiste, aunque no estaba segura si lo era, por lo que me reí. Él no lo hizo.
✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧TONY✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧ —¿Listo?— dijo Bruno tomando a José Luis de los hombros. Bastaba con mirar sus manos para saber que estaba temblando de nervios. Resultaba extraño verlo así, pues él era muy seguro de sí mismo. —¡Rápido! ¡Ya están ahí!— exclamó con susurros Jorge. Violeta había traído a Andrea a un punto justo por debajo de donde nosotros estábamos. A mí ya se me cansaban los brazos de sostener el pesado bote lleno de papelitos y pétalos de rosas al borde del barandal, listo para derramar su contenido encima de Andrea. Esperaba la señal. José Luis y Bruno volaron al primer piso un momento antes de que, tal como habíamos planeado, Scarlett llegara corriendo hacia Violeta y se la llevara con cualquier excusa, dejando a Andrea sola. Esa
José Luis miró a su hermano confuso e incrédulo. —¿Qué?— pudo decir solamente.—Me gusta Scarlett.— repitió el menor.—¿Estás de coña?— dijo su hermano.Zacarías se volvió molesto hacia él. —¿Tengo cara de estar de coña?José Luis no dijo nada. Seguía tratando de descifrar qué clase de broma le estaría jugando su hermano ahora. Parecía muy serio, pero solía esforzarse por parecer así para que su víctima realmente se tragara la broma.<
Uprising de Muse sonaba a un volumen considerable en los auriculares cuando alguien tocó mi hombro. Desperté del sueño en el que la música era el único sonido y me quité la capucha de la sudadera. El chofer del camión me miraba esperando mi reacción. —¿Joven? Ya llegamos, por favor le pido que se baje del autobús.— dijo cordial pero algo forzado. Parecía que había pasado por esto muchas veces. El camión estaba vacío y las deslumbrantes luces de este a su máxima potencia me quemaron la retina por un segundo. Realmente había caído en un sueño profundo. Le pedí disculpas y bajé del autobús, sin sentir nada por sólo un minuto, pues al cruzar la entrada de la escuela, volvieron las náuseas que había sentido todo el día anterior. Había perdido un tiempo de sueño por desear que por alguna razón cancelaran c
✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲El avión estaba a punto de llegar a su destino. Ahora, humeante y destrozado, se encontraba en los límites de una de las Islas Coronado, a unos pocos kilómetros de la ciudad de San Diego.Los turistas voluntarios que merodeaban por la zona y las autoridades que no tardaron en llegar se dedicaron a buscar sobrevivientes, aún cuando era poco probable encontrarlos.Y efectivamente, casi todas las personas que venían en el avión, yacían sin vida en sus alrededores. Sólo habían encontrado a uno que otro con pulso débil, moribundo. Una de las turistas que había participado activamente en el rescate, incansable, rodeó el colosal avión. Desesperanzada, buscó entre los escombros men