LVII. Vacío

Decidí quedarme en silencio, escuchando las hipótesis de Salazar con la mirada perdida y el semblante caído. Poco después, tras las promesas frágiles del detective, subí al cuarto de mis padres, a sacar el teléfono de mi madre, guardado dentro de una de las almohadas. Lo escondí dentro de mi playera y volví al sofá donde estaba Wendy. Ella ya no estaba.

Me volví hacia afuera, y la vi de espaldas hacia la casa, con la mano pegada a la oreja. Hablaba por teléfono.

Me levanté del sofá y salí de la casa, dirigiéndome hacia ella. Cuando estuve lo suficientemente cerca, oí lo que decía, con un tono que decía que no era momento de interrumpirla. Hablaba entre pausas largas:

—Sí,

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