— Papá, ¿qué haces aquí sin avisar? – fue la bienvenida de Maell parado en la puerta de entrada de la mansión, con el brazo puesto en el marco, en una clara señal de nadie va a pasar por aquí. — Así que vengo corriendo, temiendo que tuviesen una rebelión aquí, para ayudarlos, y ya veo que la única
La naturaleza de los hombres lobos era posesiva y esos dos sementales no dudaban en dejar sus huellas por dondequiera que pasaban. Estaba sensible por todos lados, sobre todo sus pechos y ese lugar íntimo entre las piernas. Se cambió con un cómodo pijama, bien encubridor, nada de andar tentando a
Terminaron la comida y los platos se quedaron apilados en una bandeja. Estos dos Alfas, sí que se alimentaban, su comida era casi una loma de pura carne. Rose se sentía somnolienta y algo cansada del día intenso y lleno de emociones. Y después de volverse a tomar la “medicina” que le dieron, sin
— En realidad te admiro, me parece increíble que te puedas manejar así tan cómoda, en medio de hombres tan intimidantes e incluso ordenarles, eres increíble – Rose no pudo evitar elogiar a Olivia una vez que llevaban rato charlando de cosas triviales y tomando sus jugos. — Bueno, al inicio tampoco
Pateaba y gritaba, lloraba, pero seguía prisionera. En su pánico, todas las sombras de los objetos en el cuarto comenzaron a alargarse y a rodearla. Eran como monstruos en forma de humanos que la acechaban, queriéndola ahogar. Rose luchó con todas sus jóvenes fuerzas, pero solo se enredaba más y
Rose miraba en sus manos las cosas que pidió en línea y le habían llegado ayer. Tenía una tarjeta de dinero que le dieron los gemelos, según ellos sin fondo, podía gastar en lo que quisiera, pero esta fue la primera compra personal que hizo y dijo que era ropa nueva. Rezaba porque no saliera el no
Maell lo sintió gemir y al mirar a su lado, el otro pelinegro se estaba tocando la erección bien evidente por encima del pantalón sin dejar de mirar hacia Rose. No le pareció suficiente y se abrió los botones, sacando el enorme miembr0 lleno de pre semen e hinchado de deseos reprimidos. Con movimi
— Nunca más en tu vida vuelvas a decirnos eso – gruñó justo a centímetro de sus labios, con rabia contenida, enredando su caliente aliento con el de Rose — Si algún otro hombre se atreve siquiera a mirarte, lo matamos, ¿entiendes? Así de crudo. — Somos unos maldit0s hombres lobos y tus parejas, a