— Que hermosa eres. — Susurró acunando la mejilla de ella y luego la beso, tratando de olvidarse de todas sus dudas y concentrándose en ese torbellino de emociones que ella le provocaba. — Me encanta cuando sonríes. — Le dijo cuando se separó de sus suaves labios mientras la miraba como si ella fuese lo más maravilloso del mundo, porque para él lo era y que ella no hubiese sonreído estos días atrás lo había estado matando. — Tú me haces sonreír. — Murmuró Isabella en voz baja mientras sus mejillas se ruborizaban. — Dios mío, tú me vas a matar. — Espetó él negando con la cabeza mientras sonreía, sentía que su corazón estaba por explotar, ella evocaba sus sentimientos más profundos y solo quería besarla hasta el cansancio, pero estaban en un sitio público por lo que tenía que esperar hasta llegar a casa y de prisa encendió el motor del auto. Isabella soltó una pequeña risita mientras veía como él manejaba de prisa y cuando llegaron a casa, él la llevo directamente a la habitación, dó
Cuando las dos volvieron vieron a Meyers entretenido en el teléfono mientras los dos niños conversaban y pronto llegó la hora de la cena. Después de que todos disfrutaron de la cena, Sonia y Oscar se fueron, aunque Isabella le había dicho que los dos podían quedarse sin problemas en la casa luego de conversarlo con Meyers, Sonia se había negado, por lo que luego de despedirlos, Isabella subió a la habitación junto a él. — Lo siento. — Susurró Isabella apenas entraron y él la volteó a mirar frunciendo el celo, confundido. — ¿Por qué lo sientes? — Por mentirte con mi edad, Sonia me dijo que ya lo sabes, siento mucho no habértelo dicho antes, pero es que tenía miedo de como lo fueras a tomar y se me hizo más sencillo continuar con la mentira. — Respondió ella bajando la cabeza, sintiéndose culpable y la mano de él tomó su mentón para hacer que ella levantará la cabeza nuevamente y lo mirará a los ojos. — ¿Cuándo confiaras en mí de verdad? — Yo confío en… — No lo haces. — la Interru
No podía creerlo y tampoco quería, esperaba que esto fuera un error o tuviera otra explicación, porque Isabella no podría haber hecho algo así y aunque esto indicaba que si, él esperaba con todo su corazón que no. —François, Isabella filtró los diseños, solo pudo ser ella, debes hacer algo, todo nuestro trabajo se va a la basura por esa mujer. — Gritó Carla histérica entrando por la puerta, mientras la secretaria de él la seguía apresurada. —Lo siento mucho señor Meyers, pero no pude detener a la señorita. — Se disculpó la secretaria nerviosa. —No te preocupes, déjanos solos. — Espetó Meyers y después de verla salir miró a Carla con frialdad. — No puedes entrar de esa manera a mi oficina, ya estás colmando mi paciencia Carla.—Lo siento François, pero es que trabajamos demasiado en esto y ella lo arruinó todo, sabes que uno de los diseños que íbamos a sacar le encantaba a Marie, tú lo habías diseñado para ella y nunca lo pudo usar, por eso esto era tan importante, sería en
— Daniel no intervengas en esto. — Masculló Meyers mirándolo con frialdad. — Estoy interviniendo porque te quiero, está mujer no es buena para ti, así que date cuenta de lo que es capaz, yo la he estado investigando y tiene unos cuantos secretos, la señorita Acosta me explicó porque la odiaba, ella quiso quitarle a su novio y este es el profesor de Óscar, por lo que seguramente siguen viéndose, además ahora le hace esto a la empresa, este matrimonio definitivamente fue un error. —Explicó Daniel, mientras tanto Isabella como Meyers lo miraban. — Esto no es asunto tuyo, ya eso lo sabía, así que deja de investigar a mi mujer y déjanos solos. —Gritó Meyers. — Después no digas que no te lo advertí. —Siseó Daniel antes de alejarse. — Isabella contesta de una vez, todo apunta a ti, así que confiesa de una vez. —Exigió Meyers mucho más furioso, las palabras de Daniel solo habían logrado alterarlo mucho más. — No tengo porque confesar nada y no puedo creer que te atrevas a dudar de mí de
Meyers se quedó en la oficina trabajando hasta la madrugada y había pensado en algunas soluciones para lidiar con esto de la mejor forma y luego tomó sus cosas para volver a casa, estaba demasiado cansado y sentía que debía hablar de manera más calmada con Isabella, no tenía ganas de seguir discutiendo con ella y definitivamente no quería verla llorar, eso le dolía mucho. Cuando llegó a la casa, subió directamente a la habitación y al encender la luz de esta y darse cuenta que en su cama no estaba Isabella como esperaba, su corazón se apretó con gran fuerza, verificó que tampoco estaba en el baño y corrió al armario para ver si su ropa seguía ahí, casi se siente aliviado al darse cuenta que la ropa femenina aún estaba, pero al ver que solo estaba la que él le había comprado y no lo poco que ella había traído comenzó a sentirse desesperado. «No, ella no puede irse así como así, no puede dejarme, había dicho que no lo haría.» Pensó al mismo tiempo que su corazón dolía y cuando se dio
Isabella dejo caer las pruebas desconsolada al darse cuenta que ambas habían salido positivas, no sabía que haría ahora. — Estoy embarazada. — Susurró Isabella entre lágrimas al salir del baño y Sonia rápidamente la abrazó. — ¿Qué voy a hacer con este bebé? Ni siquiera tengo un trabajo. — Tranquila, puedes abortar o hablar con François, no importa los problemas que hayan pasado entre ustedes, este será su bebé y el debe hacerse cargo. — Dijo Sonia sin dejar abrazarla. Isabella cuando escuchó que podía abortar se sintió muy renuente, un raro instinto de protección la golpeó, porque a pesar de que no se sentía ni un poco preparada para tener a este bebé, no veía abortarlo como una posibilidad, ella haría lo necesario para que su bebé estuviera bien. Ahora que tenía la certeza de que en su vientre estaba formándose un pequeño ángel, ella no estaba dispuesta a desacerse de él, lo quería e iba a hacer lo que sea por este bebé. — No voy a abortarlo, mi bebé va a nacer, pero tampoco se
Isabella durante su embarazo intentó comunicarse en diversas ocasiones con Meyers, pero ninguna de las veces obtuvo ninguna respuesta, hasta que finalmente se rindió y de la nada ya habían pasado dos años desde la última vez que vio al hombre que tanto amó y que había destrozado su corazón. — Mi amor come igual que tu hermanito, ya se la comió toda. — Dijo Isabella mirando a su pequeña con una sonrisa y la bebé miró a su mamá sonriéndole con ternura y el corazón de Isabella de inmediato se conmovió y sintió la necesidad de abrazarla. — Me vuelves completamente loca de ternura. — Susurró Isabella sin poder dejar de sonreír le a Chloe, su pequeña era muy risueña y derretía su corazón. — Mamá. — Balbuceó Chloe tocando la mejilla de Isabella. — Ya deja a la niña, ya casi tenemos que irnos Isa, este concurso es realmente importante, tenemos que llegar a tiempo. — Dijo Sofía acercándose a su amiga, ya ella estaba lista para irse, solo estaba esperando que Isabella terminará de despedirse
— Señor Meyers estamos muy complacidos de tenerlo aquí, una vez más gracias por acompañarnos. — dijo la presentadora, sacando de su ensoñación a Meyers. — Es un placer para mí ser parte del jurado en este concurso, gracias a ustedes por la invitación. — Espetó él recomponiéndose, pero aún sin quitarle los ojos de encima a Isabella, queriendo acercarse, saber cómo se sienten esos labios rosados y perfectos, poder sentir su piel de porcelana entre sus dedos, descubrir si su aroma era como lo imaginaba, dulce y delicioso. Isabella al sentir su mirada se sintió más nerviosa y solo quería correr, pero sabía que Sofía tenía razón, no podía irse sin luchar, necesitaba esto, ya por Meyers había perdido mucho, no debía permitirle que le arrebatara esto también, así que volvió a tomar asiento, intentando ignorar su mirada y mantenerse calmada. Aunque no lograba entender porque él parecía tan confundido al verla y no había odio ni molestia en sus ojos. — Quedarse es lo correcto. — Dijo Sofía